– Esa es otra historia -dijo Melanie.
– ?Por que no me pasas una bebida fresca? -pidio Kevin.
– Marchando -dijo ella y abrio la nevera de playa.
Veinte minutos despues, Kevin redujo la velocidad y viro hacia el norte, alrededor del extremo oriental de la isla Francesca. El sol habia subido aun mas y el calor apretaba. Candace puso la nevera a babor para mantenerla a la sombra.
– Nos acercamos a otro pantano -dijo Candace.
– Ya lo veo -repuso el.
Una vez mas, Kevin dirigio la embarcacion hacia la costa.
El pantano tenia unas dimensiones similares al de la costa occidental y, nuevamente, la jungla se cerraba sobre el a unos cien metros de distancia.
Cuando estaba a punto de anunciar una nueva derrota, vio una abertura en el hasta entonces impenetrable muro de juncos. Viro en direccion a la abertura y redujo la velocidad.
Unos diez metros mas alla, puso el motor en punto muerto y finalmente lo apago.
El ruido del motor se ahogo y se detuvieron con una sacudida.
– ?Jo! Me zumban los oidos -protesto Melanie.
– ?Crees que es un canal? -pregunto Kevin a Candace, que habia vuelto a la proa.
– No estoy segura.
Kevin levanto la parte posterior del motor y la inclino hacia la borda. No queria que las helices se enredaran con la vegetacion subacuatica.
La piragua se interno entre los juncos, paso a duras penas entre los tallos y se detuvo. Kevin levanto el cable de remolque para evitar que la piragua chocara contra la popa.
– Parece muy sinuoso -dijo Candace. Sujetandose al techo de paja, se habia subido a la borda para mirar por encima de los juncos.
Kevin arranco una cana y la partio en trozos pequenos, que luego arrojo al agua. Los trozos se movieron lenta pero inexorablemente hacia delante.
– Parece que hay corriente -dijo-. Es buena senal. Hagamos la prueba con la piragua.
Tiro de la pequena embarcacion hasta ponerla paralela a la piragua.
Con cierto esfuerzo debido a la inestabilidad de la canoa, consiguieron subir a bordo de la pequena embarcacion con los bultos y la comida. Kevin se sento en la popa y Candace en la proa. Melanie tomo asiento en el medio, pera no en el banco, sino directamente sobre el fondo. Las piraguas la ponian nerviosa y preferia estar sobre una superficie segura.
Mediante una combinacion de esfuerzos -remar, tirar de las canas y empujar la canoa- consiguieron adelantar a la piragua. Una vez en el interior de lo que esperaban que fueraun canal, avanzaron con mayor facilidad.
Con Kevin a los remos en la popa y Candace en la proa, consiguieron moverse a paso de hombre. El estrecho canal de apenas dos metros de ancho, serpenteaba en apretadas curvas. Aunque solo eran las ocho de la manana, el sol calentaba con la intensidad propia del ecuador. Los juncos bloqueaban el paso del viento, elevando aun mas la temperatura.
– No hay muchos caminos en la isla -observo Melanie, que habia desplegado el mapa y lo estaba estudiando.
– El camino principal sale de la zona de estacionamiento, donde el puente cruza hacia el lago de los hipopotamos -dijo Kevin.
– Hay algunos mas -comento Melanie-. Todos empiezan en el lago de los hipopotamos. Supongo que los han abierto para facilitar la recogida.
– Seguramente-convino Kevin.
Miro el agua turbia y vio que los tallos de las plantas subacuaticas se extendian en la direccion hacia donde avanzaban, lo que indicaba que iban con la corriente. Se sintio mas animado.
– ?Por que no pruebas el localizador? -propuso-. Comprueba si el bonobo numero sesenta se ha movido.
Melanie introdujo la informacion con el pequeno teclado.
– No lo parece -dijo. Redujo la escala para equipararla a la del mapa topografico y localizo el punto rojo. Sigue en el mismo punto del pantano -informo.
– Al menos podremos desvelar ese misterio -senalo Kevin-, aunque no veamos a ningun otro ejemplar.
Se aproximaban a un muro de jungla de treinta metros de altura. Cuando giraron por la ultima curva del pantano, vieron que el canal desaparecia en la enmaranada vegetacion.
– Dentro de un momento estaremos a la sombra -observo Candace-. Estara mucho mas fresco.
– No cuentes con ello -repuso Kevin.
Empujando las ramas hacia un lado, se deslizaron silenciosamente en la perpetua oscuridad del bosque. A diferencia de lo que esperaba Candace, fue como entrar en un sofocante y opresivo invernadero. La vegetacion rezumaba humedad y no corria ni un soplo de aire fresco. Aunque la densa boveda de arboles, enredaderas y lianas impedia el paso de los rayos del sol, tambien mantenia el calor como una pesada manta de lana. Algunas de las hojas median treinta centimetros de diametro. La oscuridad del tunel de vegetacion los tomo por sorpresa a los tres, hasta que sus ojos se acostumbraron a la penumbra. Poco a poco, comenzaron a percibir detalles del paisaje, hasta que les parecio estar en el crepusculo, poco antes del anochecer.
Desde el momento en que las primeras ramas se cerraron tras ellos, los atacaron enjambres de insectos: mosquitos, tabanos, moscas y abejorros. Melanie busco desesperadamente el repelente de insectos. Despues de aplicarselo, se lo paso a los demas.
– Huele como una maldita cloaca -dijo Candace desde la popa-. Y acabo de ver una serpiente. Detesto las serpientes.
– Mientras permanezcamos en la canoa, estaremos a salvo -dijo Kevin.
– Entonces tengamos cuidado de no volcar -tercio Melanie.
– ?No te atrevas a mencionar siquiera esa posibilidad! -gimio Candace-. Teneis que recordar que yo acabo de llegar.
Vosotros llevais anos aqui.
– Solo tenemos que preocuparnos por los cocodrilos y los hipopotamos -dijo Kevin-. Cuando veas uno, dimelo.
– ?Genial! -repuso Melanie con nerviosismo-. ?Y que haremos entonces?
– No queria preocuparte -dijo el-. No creo que nos topemos con ninguno hasta que lleguemos al lago.
– ?Y entonces que? -pregunto Candace-. Creo que debi informarme de los peligros del viaje antes de salir.
– No nos molestaran -aseguro Kevin-. Al menos, eso me han dicho. Mientras esten en el agua, lo unico que tenemos que hacer es permanecer a una distancia prudencial. Solo cuando estan en tierra pueden volverse imprevisiblemente agresivos y tanto los hipopotamos como los cocodrilos son mas rapidos de lo que crees.
– Empiezo a asustarme -admitio Candace-. Y yo que creia que nos ibamos a divertir.
– Nadie dijo que fuera a ser un dia de campo -protesto Melanie-. Hemos venido con un proposito; no a hacer turismo.
– Espero que tengamos suerte -dijo Kevin. Entendia perfectamente a Candace; el mismo no acababa de creer que lo hubieran arrastrado hasta alli.
Ademas de los insectos, la fauna silvestre dominante eran las aves, que salian incesantemente de entre las ramas, llenando el aire con sus melodias.
A ambos lados del canal, el bosque era un muro impenetrable. Solo de tanto en tanto, Kevin y las dos jovenes alcanzaban a divisar algo a mas de unos pocos metros de distancia.
Hasta la costa era invisible, oculta tras una marana de plantas y raices acuaticas.
Mientras remaba, Kevin observo la oscura superficie del pantano, que estaba cubierta de innumerables aranas de agua. Calculo la velocidad a la que flotaban junto a los troncos y supuso que avanzaban a una marcha rapida de hombre.
A ese paso, calculo que llegarian al lago de los hipopotamos en unos diez o quince minutos.
– ?Por que no programas el localizador en el modo de busqueda? -sugirio Kevin a Melanie-. Si reduces el alcance a esta zona, sabremos si hay bonobos cerca.
Melanie estaba inclinada sobre el pequeno ordenador cuando percibio una subita conmocion a su izquierda.