Roja. ?Abuela, que dientes tan grandes tienes! -Respiro temblorosamente-. Y, naturalmente, estan los participantes por necesidad. El grupo de Donner; el equipo de rugby uruguayo perdido en los Andes; la tripulacion del yate Mignonette; Marten Hartwell, el piloto de avion aislado en el Artico. Nos sentimos fascinados por sus historias. Y escuchamos incluso con mayor curiosidad a nuestros asesinos en serie canibales que han buscado sus quince minutos de gloria.

Simon volvio a inspirar profundamente y luego expulso el aire lentamente.

– No puedo explicarlo, ni tampoco tolerarlo. Prentice conseguia que todo sonara exotico. Eramos una pandilla de chicos traviesos que compartian un mismo interes por un tema ciertamente oscuro y perverso.

– Fay ce que voudras.

Recite las palabras cinceladas sobre la entrada del tunel subterraneo. Durante mi convalecencia habia aprendido que esa cita de Rabelais en frances del siglo XVI tambien adornaba el arco abovedado y los hogares en la Abadia de Medmenham.

– «Haz lo que quieras» -tradujo Midkiff, luego se echo a reir con tristeza-. Es ironico. Los clubes Hell Fire empleaban esa cita para excusar su indulgencia licenciosa, pero Rabelais atribuye de hecho esas palabras a san Agustin. «Ama a Dios y haz lo que quieras. Porque si un hombre ama a Dios con el espiritu de la sabiduria, entonces, siempre procurando satisfacer la voluntad divina, lo que el desee sera lo correcto.»

– ?Cuando murio Prentice Dashwood?

– En mil novecientos sesenta y nueve.

– ?Asesinaron a alguien?

Solo habiamos encontrado ocho victimas.

– No habia nadie que pudiese reemplazar a Prentice. Despues de su muerte nadie fue elevado al circulo interno. El numero de sus miembros se redujo a seis y asi permanecio.

– ?Por que no figuraba Dashwood en el fax que me enviaste?

– Escribi lo que era capaz de recordar. La lista no estaba completa ni mucho menos. No se practicamente nada de los que se unieron al grupo despues de mi marcha. En cuanto a Prentice, simplemente no pude… -Aparto la vista-. Fue hace tanto tiempo.

Ninguno de los dos hablo durante varios minutos.

– ?Realmente no sabias lo que estaba pasando?

– Comprendi lo que estaba ocurriendo despues de que Mary Francis Rafferty muriese en 1972. Fue entonces cuando abandone el grupo.

– Pero no dijiste nada.

– No. No tengo excusa.

– ?Por que pusiste a la sheriff Crowe sobre la pista de Ralph Stover?

– Stover se unio al club despues de que yo me marchara. Por esa razon se mudo al condado de Swain. Siempre he sabido que era un sujeto inestable.

Recorde la pregunta que se me habia ocurrido al llegar.

– ?Fue Stover quien trato de atropellarme en Cherokee?

– Me entere de que habia sido un Volvo negro. Stover tiene un Volvo negro. Ese incidente acabo de convencerme de que era un hombre realmente peligroso.

Senale las cajas.

– Estas excavando aqui, ?verdad, Simon?

– Si.

– Sin autorizacion de Raleigh.

– Este lugar es crucial para la secuencia de montaje litico que estoy construyendo.

– Por eso me mentiste cuando me dijiste que estabas trabajando para el Departamento de Recursos Culturales.

Asintio.

Deje mi taza sobre la mesa y me puse de pie.

– Lamento que las cosas no hayan salido como esperabas.

Lo sentia realmente, pero no podia perdonarle por lo que sabia y no habia informado.

– Cuando se publique el libro la gente reconocera finalmente el valor de mi trabajo.

Fuera, el dia aun estaba claro y frio, sin rastros de neblina en los valles o en las montanas.

Las doce y media. Tenia que darme prisa.

Capitulo 34

La concurrencia a los funerales por Edna Farrell fue mas numerosa de lo que yo esperaba, considerando que llevaba muerta mas de medio siglo. Ademas de los miembros de su familia, gran parte de los habitantes de Bryson City y muchos agentes de los departamentos del sheriff y la policia se habian congregado para darle el ultimo adios. Lucy Crowe estaba alli y tambien Byron McMahon.

Las historias del Hell Fire Club eclipsaban ahora los relatos del accidente del avion de TransSouth Air y habian llegado periodistas de todo el sureste del pais. Ocho ancianos asesinados en rituales y enterrados en el sotano de una casa en la montana, el vicegobernador del estado desacreditado y mas de una docena de eminentes ciudadanos entre rejas. Los medios de comunicacion los llamaban los Asesinos Canibales y yo cai en el olvido igual que el escandalo sexual del ano anterior. Aunque lamentaba no haber podido proteger a la senora Veckhoff y a su hija de la publicidad y de la humillacion publica, me sentia aliviada de haber escapado del centro de atencion.

Durante el servicio religioso junto a la tumba permaneci rezagada, pensando en las distintas salidas que pueden tomar nuestras vidas al abandonar el mundo. Edna Farrell no habia muerto en la cama pero se habia marchado a traves de una puerta mucho mas melancolica. Lo mismo habia hecho Tucker Adams, quien descansaba debajo de la gastada placa que habia a mis pies. Sentia una gran tristeza por todas estas personas, muertas desde hacia tanto tiempo. Pero encontraba consuelo en el hecho de que habia contribuido a traer sus cuerpos a esta colina. Y la satisfaccion de que, finalmente, los asesinatos hubiesen acabado.

Cuando la gente se disperso, me acerque a la tumba de Edna y deposite un pequeno ramo de flores. Oi pasos detras de mi y me volvi. Lucy Crowe caminaba hacia mi.

– Me sorprende que haya regresado tan pronto.

– Es mi dura cabeza irlandesa. Imposible de romper.

Sonrio.

– Es tan hermoso el paisaje aqui arriba.

Mi mirada recorrio los arboles, las lapidas, las colinas y los valles que se extendian hacia el horizonte como terciopelo anaranjado.

– Por eso amo este lugar. Hay un mito cherokee de la creacion que habla de como fue creado el mundo a partir del barro. Un buitre volaba en lo alto del cielo y, cuando bajaba las alas, aparecian los valles. Cuando las elevaba, aparecian las montanas.

– ?Usted es cherokee?

Crowe asintio.

Otra pregunta contestada.

– ?Como estan las cosas con Larke Tyrell?

Me eche a reir.

– Hace dos dias recibi una carta de recomendacion de la Oficina del Forense en la que asume toda la responsabilidad de este malentendido, me exonera de cualquier error o mala practica y me agradece mi inapreciable contribucion a la recuperacion de los cuerpos de las victimas del accidente del avion de TransSouth Air. Se han enviado copias a todo el mundo salvo a la duquesa de York.

Abandonamos el cementerio y nos dirigimos a nuestros coches. Estaba metiendo la llave en la cerradura cuando Crowe me hizo otra pregunta.

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