Bergeron lo miro y luego a mi. Prosegui:

– Monsieur Claudel y yo redujimos las posibilidades a un personaje que creemos muy apropiado. El perfil coincide y la epoca es razonable. El mismo se ha procurado el historial: procede de un tal doctor Nguyen de Rosemont. ?Lo conoce?

Bergeron nego con la cabeza y extendio su larga y huesuda mano.

– Bon -dijo-. Demelo. Le echare una mirada. ?Ha hecho Denis ya las radiografias?

– Asi es -respondi-. Deben de encontrarse en su escritorio.

Abrio la puerta de su despacho y entro seguido de Claudel. A traves de la puerta entreabierta distingui un sobrecito de color marron encima de su mesa. Bergeron lo recogio y comprobo el numero del caso. Desde donde yo me encontraba adverti que Claudel examinaba la habitacion como un monarca, buscando un lugar donde instalarse.

– Puede pasar a verme dentro de una hora, monsieur Claudel -dijo Bergeron.

El detective interrumpio su inspeccion. Se disponia a hablar, pero apreto los labios hasta formar una delgada y tensa linea, se arreglo los punos y se marcho. Por segunda vez en unos momentos contuve una sonrisa. Bergeron nunca toleraria que un investigador husmeara sobre su hombro mientras trabajaba. Claudel acababa de enterarse de ello.

En aquel momento Bergeron asomo por la puerta su enjuto rostro.

– ?Quiere pasar? -me invito.

– Desde luego -respondi-. ?Le traigo un cafe?

Aun no habia tomado ninguno desde que habia llegado al trabajo. Soliamos ir a buscarlos mutuamente, alternando los viajes hasta la cocinita que estaba en el otro extremo de la planta.

– Estupendo.

Saco su taza y me la tendio.

– Voy a instalarme.

Cogi mi taza y fui por el cafe. Me complacia su invitacion. Soliamos trabajar en los mismos casos, en los cadaveres descompuestos, carbonizados, momificados o en estado esqueletico que no podian ser identificados por sistemas normales. Yo pensaba que funcionabamos bien juntos y tambien parecia ser aquella su opinion.

Cuando regrese, sobre la caja iluminada aparecian dos juegos de pequenos recuadros negros. Cada radiografia mostraba un segmento de mandibula, claramente recortada contra un fondo de intensa negrura. Recorde los dientes tal como los habia visto por primera vez en el bosque, su impecable estado en abierto contraste con el macabro contexto. En aquellos momentos parecian distintos: esterilizados, alineados en filas, prestos para inspeccion. Las configuraciones familiares de coronas, raices y cavidades de pulpa dental estaban iluminadas por diferentes intensidades de gris y blanco.

Bergeron comenzo a disponer las radiografias anteriores a la muerte a la derecha y las tomadas del cadaver a la izquierda. Sus dedos largos y delgados localizaron una pequena protuberancia en cada radiografia y, una tras otra, las oriento colocando la parte punteada hacia arriba. Cuando hubo concluido, cada radiografia tomada en vida se alineaba de modo identico con la parte correspondiente obtenida en el laboratorio.

Comparo ambos juegos en busca de diferencias. Todo coincidia. En ninguno de ellos faltaban piezas. Las raices estaban completas hasta las puntas. Los contornos y curvaturas de la izquierda se correspondian a la perfeccion con los de la derecha. Pero lo mas notable eran los globos de intensa blancura que representaban reparaciones dentales. La configuracion de las radiografias de la muchacha viva coincidian con todo detalle con las tomadas por Daniel.

Tras estudiar las pruebas durante lo que parecio un lapso de tiempo interminable, Bergeron escogio un cuadrado de la derecha y lo coloco sobre el correspondiente tomado del cadaver para que yo lo examinara. Las pautas irregulares de los molares se superponian exactamente. Se volvio a mirarme.

– C'est positif-dijo.

Se echo hacia atras y apoyo un codo en la mesa.

– Con caracter no oficial, desde luego, hasta que redacte los informes por escrito.

Cogio su taza de cafe. El hombre realizaria ademas una exhaustiva comparacion del historial mecanografiado y un cotejo mas detallado de las radiografias, pero no le cabia duda alguna: se trataba de Isabelle Gagnon.

Me alegre de no tener que entrevistarme con los padres, el marido, el amante o el hijo. Habia presenciado tales encuentros y conocia las miradas, la expresion implorante de quien aguarda un mentis, una aclaracion de que se trata de un error, de un mal sueno que se desea que concluya. Y luego llega la comprension. En una milesima de segundo el mundo cambia para siempre.

– Gracias por examinarlo enseguida, Marc -dije-. Y gracias por los preliminares.

– Ojala todo fuera tan facil.

Tomo un sorbo de cafe, sonrio y agito la cabeza.

– ?Quiere que trate yo este asunto con Claudel? -me ofreci.

Habia tratado de disfrazar mi desagrado, pero al parecer no lo consegui. Me sonrio con complicidad.

– No me cabe duda de que sabra encargarse de Monsieur Claudel.

– De acuerdo -repuse-. Eso es lo que necesita: alguien que sepa manejarlo.

Cuando regrese a mi despacho aun sonaban sus risas en mis oidos.

Mi abuela siempre me habia dicho que en todo ser humano existe bondad.

– Solo hay que buscarla… -decia con un acento tan suave como el saten-…y la encontraras. Todos poseen alguna virtud.

Tu no conocias a Claudel, abuela.

La virtud de Claudel consistia en la puntualidad. A los cincuenta minutos habia regresado.

Se detuvo en el despacho de Bergeron, y distingui sus voces a traves de la pared. Mi nombre se repitio varias veces mientras Bergeron le indicaba que pasara a verme. El tono de Claudel reflejaba irritacion. Deseaba una opinion de primera mano y de nuevo tendria que conformarse conmigo. Aparecio al cabo de unos instantes con expresion dura.

No nos saludamos. El hombre aguardo en la puerta.

– El resultado es positivo -dije-. Se trata de Gagnon.

Fruncio el entrecejo, pero adverti la emocion que reflejaban sus ojos: tenia una victima, ya podia comenzar la investigacion. Me pregunte si experimentaria algun sentimiento hacia la difunta o si para el se trataba tan solo de un ejercicio: encontrar al malo, ser mas listo que el asesino. Yo habia oido las bromas, comentarios y chistes que circulaban acerca del maltratado cuerpo de una victima. Para algunos era un modo de enfrentarse a la indigna violencia, de levantar una barrera protectora contra la realidad diaria de la carniceria humana. Humor de deposito; enmascarar el horror con bravuconerias machistas. Otros profundizaban mas. Sospechaba que Claudel se contaba entre estos. Lo observe unos instantes. Por el pasillo sono un telefono. Aunque me inspiraba antipatia, me esforce por reconocer que me importaba la opinion que tuviera de mi. Deseaba recibir su aprobacion. Deseaba agradarle. Deseaba verme aceptada por todos ellos, ser admitida en el club.

Por mi mente paso la imagen de la doctora Lentz, la psicologa, que me echaba un sermon desde el pasado.

– Usted es hija de un padre alcoholico, Tempe -decia-. Y busca la atencion que el le nego. Y, puesto que desea la aprobacion de papa, trata de agradar a todos.

Me lo hizo comprender, pero no logro enmendarlo. Tenia que conseguirlo yo por mis propios medios. De vez en cuando trataba de compensarlo en exceso y entonces resultaba una autentica pelmaza para muchos. Pero con Claudel no se trataba de eso. Comprendi que yo habia estado evitando un enfrentamiento.

Aspire con intensidad y comence, escogiendo cuidadosamente mis palabras.

– ?Ha considerado la posibilidad de que este asesinato este relacionado con otros que se hayan producido durante los ultimos dos anos, monsieur Claudel?

Su expresion se paralizo, apreto los labios contra los dientes con tanta fuerza que se hicieron casi invisibles. Una oleada de sonrojo se extendio lentamente por su cuello y su rostro.

– ?Como por ejemplo? -repuso con frialdad y aparente calma.

– Como el de Chantale Trottier -prosegui-. Fue asesinada en octubre del 93. Descuartizada, decapitada y destripada.

Lo mire fijamente.

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