nunca asistiria y las cervezas que ya no se tomaria a escondidas. En la ultima decada del segundo milenio, los norteamericanos nos creemos una tribu civilizada. Le habiamos prometido setenta y tantos anos de vida, pero no le permitimos que pasara de los dieciseis.
Aparte los recuerdos de aquella terrible autopsia, me enjugue el sudor de la frente y sacudi la cabeza agitando los empapados cabellos. Las imagenes mentales se difuminaban de tal modo, que me impedian separar los recuerdos del pasado de las imagenes vistas aquella misma tarde en fotografias detalladas. Como la vida. Siempre he sospechado que muchos recuerdos de mi infancia proceden realmente de fotos antiguas, que son una combinacion de instantaneas, un mosaico de imagenes de celuloide reconvertidas en una realidad recordada. La Kodak nos proyecta retrospectivamente. Tal vez sea mejor recordar el pasado de ese modo, ya que raras veces tomamos fotos de las ocasiones tristes.
La puerta se abrio, y entro una mujer en la sauna que me sonrio y saludo con una inclinacion, para luego extender su toalla cuidadosamente en el banco de mi izquierda. Sus muslos tenian la consistencia de una esponja marina. Recogi mi toalla y me dirigi a la ducha.
Cuando llegue a casa,
Faltaba una hora para encontrarme con Gabby por lo que me tendi en el sofa. El ejercicio fisico y el vapor dejaban sentir sus efectos y sentia como si mis principales masas musculares se hubieran quedado inservibles. Pero el agotamiento tiene sus recompensas y me notaba fisica, ya que no mentalmente, relajada. Como de costumbre en tales ocasiones, ansiaba tomar una copa.
Los postreros rayos de sol de la tarde inundaron la habitacion en un efecto amortiguado por la blanca muselina que cubria las ventanas. Es lo que mas me agrada del apartamento. La luz del sol se funde con los colores apastelados y crea una calidad eterea muy relajante. Es mi isla de tranquilidad en un mundo de tensiones. El apartamento se halla en la planta baja de un edificio en forma de U que rodea un patio interior, ocupa la mayor parte de un ala y no tiene vecinos inmediatos. A un lado del salon unas puertas vidrieras dan acceso al jardin del patio y, enfrente, otras puertas comunican con mi patio particular. Algo poco frecuente en pleno urbanismo: cesped y flores en el centro de la ciudad. Incluso tengo plantado un pequeno herbario.
Al principio me preguntaba si me gustaria vivir sola, algo nuevo para mi. De mi casa habia pasado a la universidad y luego me case con Pete y crie a Katy, de modo que nunca habia sido duena de mi propio hogar. La verdad es que no tendria por que haberme preocupado, ya que aquello me entusiasmo.
Estaba suspendida entre los limites del sueno y la vigilia cuando me sobresalto el sonido del telefono. Respondi con la cabeza dolorida por la interrupcion de mi siesta, descolgue el auricular y a mis oidos llego una voz robotica que trataba de venderme una tumba en el cementerio.
– Merde! -exclame.
Puse los pies en el suelo y me levante del sofa. «Es la desventaja de vivir sola -me dije-: que hablas contigo misma.»
El otro inconveniente consiste en vivir separada de mi hija. Marque su numero y ella descolgo al primer timbrazo.
– ?Oh, mama, cuanto me alegra que me hayas llamado! ?Como estas? Ahora no puedo entretenerme, tengo una llamada por la otra linea. ?Te encontrare mas tarde en casa?
Me hizo sonreir. Katy siempre esta excitada y entregada a mil ocupaciones.
– Desde luego, carino. No es nada importante, solo queria hablar contigo. Esta noche salgo a cenar con Gabby. ?Que tal manana?
– ?Estupendo! Dale un beso muy fuerte de mi parte. ?Ah, creo haber conseguido sobresaliente en frances, si es eso lo que te preocupa!
– No lo dudaba -repuse riendo-. Manana hablaremos.
Veinte minutos despues aparcaba frente al edificio donde vive Gabby. Por puro milagro encontre una plaza delante mismo de su puerta. Apague el motor y me apee.
Gabby reside en Carre St. Louis, una encantadora plazuela escondida entre rue St. Laurent y rue St. Denis. El parque esta rodeado por hileras de casas de formas imprevisibles y con complicados adornos de madera, vestigios de una epoca de caprichosa arquitectura. Sus propietarios las han pintado con la excentricidad del arco iris y poblado sus patios con escandalosa profusion de flores veraniegas, lo que les confiere la animacion de un escenario de Disney.
El parque tiene un aire extravagante desde su fuente central, que se levanta del estanque cual gigantesca tulipa, hasta la pequena verja de hierro forjado que decora su perimetro. Sus barrotes y florituras, que apenas llegan a las rodillas, separan el cesped publico de la plaza de las casas de decoracion cursi que la rodean. Se diria que los Victorianos, tan remilgados y mojigatos sexualmente, se sentian juguetones entre el diseno de tales edificios. En cierto modo ello me resulta tranquilizador, una tacita confirmacion de que en la vida existe equilibrio.
Contemple el edificio donde vive Gabby, en la parte norte del parque y el tercero desde la rue Henri-Julien. Katy lo habria calificado de «desdichado exceso», como los vestidos de baile de fin de curso de los que nos burlabamos en nuestra busqueda anual de primavera. Parecia que el arquitecto no hubiera podido detenerse hasta incorporar todos los detalles extravagantes que conocia.
Es una casa de piedra arenisca de tres pisos. La planta inferior aparece recargada con balcones acristalados, y el tejado se prolonga hasta convertirse en una torrecilla hexagonal truncada, cubierta de pequenas tejas ovaladas dispuestas como las escamas de una cola de sirena y rematada por una barandilla superior de hierro forjado. Las ventanas son moriscas, con los extremos inferiores cuadrados y los superiores ahuecados como arcos abovedados. Todas las puertas y ventanas estan enmarcadas por carpinteria exageradamente tallada, pintada de un ligero tono lavanda. Abajo, a la izquierda de la barandilla, una escalera metalica se remonta desde el nivel del suelo hasta el porche del primer piso, y las espirales y remolinos de sus pasamanos repiten las florituras de la verja del parque. Cada junio brotan las flores en las jardineras de las ventanas y en las enormes macetas que se alinean en el porche.
Gabby debia de estar esperandome porque, antes de que yo cruzara la calle, la cortina de encaje se agito un instante y se abrio la puerta principal. Me saludo con la mano, cerro con llave y movio el pomo con energia para asegurarse de que estaba bien cerrado. Bajo rapidamente por la empinada escalera metalica, henchida la larga falda en pos de ella como la vela de un barco a favor del viento. La oi acercarse. A Gabby le encanta todo cuanto suena o brilla, y aquella noche llevaba en el tobillo una pulsera con campanitas de plata que tintineaban a cada paso y vestia de un modo que yo, en el instituto, calificaba de estilo hindu. Siempre iba asi.
– ?Como estas?
– Bien -repuse con ambiguedad.
Sin embargo, me constaba que no era cierto. Pero no deseaba hablar de los crimenes, de Claudel, de mi frustrado viaje a la ciudad de Quebec o de mi destrozado matrimonio, ni comentar nada de cuanto habia atormentado mi paz espiritual ultimamente.
– ?Y tu?
– Bien.
Movio la cabeza a uno y otro lado, y sus rizos se agitaron.
– Y bien, ?adonde vamos a cenar?
No mudaba de conversacion puesto que aun no habiamos iniciado ninguna.
– ?Que prefieres?
Pense en ello. Suelo hacer tales elecciones imaginando un plato delante de mi. Mentalmente me agrada