Aunque aquello podia ser arriesgado con Gabby, constituia nuestra habitual rutina. Puesto que conocia la ciudad mucho mejor que yo, la eleccion de restaurantes solia recaer en ella.
– De acuerdo. A plus tard.
– A plus tard -respondi.
Estaba sorprendida y algo aliviada. Por lo general ella solia quedarse largo tiempo al telefono. Con frecuencia tenia que imaginar pretextos para evadirme.
El telefono siempre habia sido un cordon umbilical para Gabby y para mi. Yo la relacionaba con aquel aparato mas que a nadie. Las pautas se instauraron al comienzo de nuestra amistad. Nuestras conversaciones de estudiantes universitarias constituian un extrano alivio de la melancolia que me envolvia aquellos anos. Cuando mi hija Katy por fin estaba alimentada, banada y en su cuna, Gabby y yo pasabamos largas horas en la linea y compartiamos excitadas nuestras impresiones sobre algun libro recien descubierto o haciamos comentarios sobre nuestras clases, profesores y companeros de estudios, de todo y de nada en particular. Era la unica frivolidad que nos permitiamos en una epoca nada frivola de nuestras vidas.
Aunque ahora cada vez hablamos con menos frecuencia, aquella norma apenas se ha alterado en el curso de las decadas. Juntas o separadas, estamos siempre mutuamente disponibles para los altibajos de la companera. Fue Gabby quien me llamo durante los dias de mi rehabilitacion alcoholica, cuando la necesidad de beber influia en mis horas de vigilia y me conducia hasta la noche temblando y sudorosa. Es a mi a quien ella recurre, estimulada y optimista, cuando el amor entra en su vida; solitaria y desesperada cuando, de nuevo, se aleja.
En cuanto el cafe estuvo preparado me lo lleve a la mesa de cristal del comedor. Los recuerdos de Gabby se reproducian en mi mente. Siempre sonreia al pensar en ella. Gabby en el seminario de graduacion; Gabby en la universidad; Gabby en las excavaciones, con un panuelo rojo torcido, agitada su rizada melena tenida de castano rojizo mientras rascaba la tierra con su paleta. Cuando alcanzo el metro ochenta y dos comprendio claramente que nunca seria una belleza convencional y no se esforzo por adelgazar, broncearse ni depilarse piernas ni axilas.
Gabby era Gabby. Gabrielle Macaulay, de TroisRivieres, en Quebec, de madre francesa y padre ingles.
En la universidad estuvimos muy unidas. Ella odiaba la antropologia fisica y sufria en las clases por mi preferidas. Yo sentia lo mismo por sus seminarios de etnologia. Cuando nos marchamos del noroeste yo fui a Carolina del Norte y ella regreso a Quebec. Durante aquellos anos apenas nos vimos, pero el telefono nos mantuvo unidas. Principalmente gracias a ella me ofrecieron un puesto de profesora tutora en McGill en 1990. Durante aquel ano habia comenzado a trabajar en el laboratorio a tiempo parcial y continue con aquel sistema tras regresar a Carolina del Norte, trasladandome a Canada cada seis semanas, segun dictaba el numero de casos. Aquel ano habia pedido la excedencia de la universidad Charlotte, de Carolina del Norte, y me habia instalado de modo permanente en Montreal. Habia echado de menos la compania de Gabby y disfrutaba al renovar nuestra amistad.
La luz destellante del contestador automatico atrajo mi atencion. Debia de haberse recibido otra llamada antes de la de mi amiga. Lo habia preparado para que funcionara al cuarto timbrazo a menos que la cinta ya estuviera en marcha, en cuyo caso lo recogeria tras el primero. Me preguntaba como podia haber permanecido dormida mientras sonaban cuatro timbrazos y se grababa una llamada y me acerque a pulsar el boton. La cinta se rebobino, se detuvo y se puso de nuevo en marcha. Tras un breve silencio sono un clic seguido de un breve pitido y luego se oyo la voz de Gabby. Sin duda habrian colgado. Bien. Rebobine de nuevo la cinta y me vesti para ir a trabajar.
El laboratorio medico legal se encuentra en el edificio conocido como el PPQ o SQ, segun preferencias linguisticas. Para los anglofonos, es la Policia Provincial de Quebec; para los francofonos, la Surete du Quebec. El Laboratorio de Medicina Legal, similar a un consultorio de reconocimiento medico estadounidense, comparte la quinta planta con el Laboratoire de Sciences Judiciaires, el laboratorio central del crimen para la provincia, y junto con el constituyen una unidad conocida como la Direction de L'Expertise Judiciaire: DEJ. Existe una carcel en la cuarta planta, que corona otras tres del edificio. El deposito y las salas de autopsia se encuentran en el sotano. En cuanto a las ocho plantas restantes, las ocupa la policia provincial.
Esta disposicion tiene sus ventajas: estamos todos juntos. Si necesito una opinion sobre fibras, un informe o una muestra de tierra, me basta con recorrer el pasillo que me lleva directamente al experto. Pero tambien cuenta con desventajas porque somos facilmente accesibles. A cualquier investigador de la SQ o agente municipal que desee tramitar papeleo o necesite pruebas, le basta con coger el ascensor hasta nuestros despachos.
Como ejemplo, aquella manana. Cuando llegue, Claudel ya me esperaba en la puerta de mi despacho. Llevaba un sobrecito de color marron con cuyo borde se daba impacientes golpecitos en la palma de la mano. Decir que parecia agitado seria como opinar que Gandhi se veia hambriento.
– Tengo el historial dental -dijo a modo de saludo.
Y agito el sobre como un presentador de los premios de la Academia.
– Lo recogi yo mismo.
Leyo el nombre que figuraba alli anotado:
– Doctor Nguyen. Tiene un consultorio en Rosemont. Hubiera llegado antes, pero su secretaria es una verdadera cretina.
– ?Quiere un cafe? -le pregunte.
Aunque no conocia a la secretaria del doctor Nguyen, senti simpatia hacia ella. Comprendia que no habria tenido una buena manana.
El hombre abrio la boca, ignoro si para aceptar o rechazar mi oferta. En aquel momento asomaba por la esquina Marc Bergeron. Sin parecer advertir nuestra presencia paso junto a la sucesion de puertas de despacho de un negro brillante y se detuvo en una anterior a la mia. Doblo la rodilla para apoyar la cartera en su muslo de un modo que me recordo al operario de la grua de Karate Kid y, asi preparado, abrio la cartera, rebusco entre su contenido y extrajo un llavero.
– ?Marc! -lo llame.
Se sobresalto, cerro de golpe la cartera y la volvio hacia abajo en un solo movimiento.
– Bien fait -dije mientras contenia una sonrisa.
– Merci.
Nos miro a Claudel y a mi con la cartera en la mano izquierda y las llaves en la diestra.
Segun todos los criterios el aspecto de Marc Bergeron era peculiar. Rondaba la sesentena, era alto y huesudo, andaba algo encorvado e inclinaba el pecho como si estuviera perpetuamente dispuesto a encajar un punetazo en el estomago. Sus cabellos comenzaban en la mitad de la cabeza y estallaban en una corona ensortijada blanca, con lo que alcanzaba una estatura superior al metro ochenta y seis. Los cristales de sus gafas con montura metalica siempre estaban grasientos y moteados de polvo, y solia bizquear como si leyera la letra menuda de una poliza de seguros. Parecia mas bien una creacion de Tim Burton que un dentista forense.
– Monsieur Claudel tiene el historial dental de Gagnon -comente.
Y le senale al detective.
Claudel le mostro el sobre para corroborar mis palabras.
Tras los sucios lentes no se advirtio ningun parpadeo. Bergeron me miro de modo inexpresivo. Parecia un alto y desconcertado diente de leon con su largo y fino tallo y la masa de cabellos blancos. Comprendi que no sabia nada del asunto.
Bergeron se encontraba entre los profesionales empleados a tiempo parcial por el LML, todos ellos especialistas forenses a quienes se consultaba por su experiencia especifica: neuropatologia, radiologia, microbiologia, odontologia… Tan solo acudia al laboratorio los viernes. El resto del tiempo visitaba en un consultorio privado. La semana anterior no se habia presentado.
Por consiguiente le resumi la situacion:
– El miercoles pasado unos obreros encontraron unos huesos en los jardines del Gran Seminario. Pierre LaManche penso que se trataria de otro caso de cementerio historico y me envio alli. Pero no era eso.
Dejo la cartera y escucho con atencion.
– Descubri partes de un cuerpo descuartizado que habia sido metido en bolsas y abandonado, probablemente en el curso de los dos ultimos meses. Se trata de una mujer, blanca y a buen seguro veinteanera.
El golpeteo del sobre de Claudel se habia hecho mas rapido. Se interrumpio un momento mientras miraba de modo intencionado su reloj. Se aclaro la garganta.