Lee se encogio de hombros.
– Correre el riesgo. Si quieren atraparme, que asi sea. Se daran cuenta de que soy mas duro de lo que creen.
– ?Hay algo que pueda decirte para que cambies de idea? Lee levanto las flores.
– Podrias decirme donde esta Faith.
– No puedo. Sabes que no puedo.
– Oh, vamos, claro que puedes. Solo tienes que decirlo.
– Lee, por favor…
Lee descargo su enorme puno contra el salpicadero, que se cuarteo.
– Maldita sea, Brooke, no lo entiendes. Tengo que ver a Faith. ?Tengo que verla!
– Te equivocas, Lee, lo entiendo perfectamente. Y por eso me cuesta tanto. Pero si te lo digo y vas a verla, la pondras en peligro. Y a ti tambien. Ya lo sabes. Eso infringe todas las reglas, y no pienso hacerlo. Lo siento. Ni te imaginas cuanto me afecta toda esta situacion.
Lee apoyo la cabeza en el asiento y los dos permanecieron en silencio varios minutos mientras Reynolds conducia sin rumbo fijo.
– ?Como esta? -pregunto Lee al fin en voz baja.
– No quiero mentirte. La bala le hizo mucho dano. Se esta recuperando, pero muy despacio. Se ha debatido entre la vida y la muerte en un par de ocasiones.
Lee se cubrio el rostro con la mano y sacudio lentamente la cabeza.
– Si te sirve de consuelo, esta situacion le ha disgustado tanto como a ti - aseguro Reynolds.
– ?Vaya! -dijo Lee-, eso lo arregla todo. Soy el jodido rey del mundo.
– No era eso lo que queria decir.
– No me dejaras verla, ?verdad?
– No, no puedo.
– Entonces dejame en la esquina.
– Pero si tu coche esta en el hospital…
Lee abrio la puerta antes de que Reynolds detuviera el coche.
– Ire caminando.
– Esta a kilometros de aqui -insistio Reynolds con voz forzada-. Y hace un frio glacial. Lee, deja que te lleve. Vamos a tomarnos una taza de cafe; hablemos un poco mas.
– Necesito aire fresco. Ademas, ?que queda por hablar? Estoy harto de hablar. Puede que jamas vuelva a hablar.
– Salio del coche y se inclino hacia el interior-. Ahora que lo pienso, puedes hacer algo por mi.
– Lo que sea.
Lee le dio las flores.
– ?Podrias hacerselas llegar a Faith? Te lo agradeceria. -Lee cerro la puerta y echo a andar.
Reynolds sujeto las flores y observo a Lee mientras se alejaba andando con dificultad, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Noto que el hombre tiritaba de frio. Entonces la agente se recosto en el asiento y las lagrimas se deslizaron por su rostro.
Nueve meses despues Lee vigilaba la casa unifamiliar que servia de escondrijo a un hombre que pronto se veria implicado en un enconado divorcio con su esposa, a quien habia enganado en varias ocasiones. La conyuge, suspicaz en extremo, habia contratado a Lee para que reuniese pruebas de las aventuras de su maridito, y el detective, que habia visto un desfile de hermosas jovenes entrar y salir de la casa, no habia tardado mucho en encontrar ejemplos mas que suficientes. La esposa queria sacar una buena tajada del divorcio, pues el tipo tenia unos quinientos millones de pavos en opciones sobre acciones de algun negocio de Internet de alta tecnologia que habia cofundado. Y a Lee le complacia inmensamente ayudarla. El esposo adultero le recordaba a Eddie Stipowicz, el multimillonario que estaba con su ex. Reunir pruebas contra este tipo era como lanzar piedras contra la cabeza de Eddie.
Lee extrajo la camara y saco varias fotografias de una rubia alta con minifalda que se dirigia con toda tranquilidad a la casa unifamiliar. La fotografia del hombre, con el pecho descubierto y esperando en la puerta con una lata de cerveza en la mano y una sonrisa lasciva y bobalicona en su rostro rechoncho, seria la prueba numero uno que emplearian los abogados de su esposa. Las leyes de divorcio para las separaciones amistosas habian reducido los casos en los que los investigadores privados tenian que sacar a relucir los trapos sucios, pero cuando llegaba el momento de repartir el botin del matrimonio, las infidelidades todavia tenian peso. A nadie le gustaba pasar por una situacion asi. Sobre todo cuando habia ninos de por medio, como era el caso.
La rubia de piernas largas no tendria mas de veinte anos, como su hija Renee, mientras que el maridito rondaba los cincuenta. ?Santo Dios, vaya con las opciones sobre acciones! Debian de ser increibles; o tal vez la atrajeran la calva del hombre, su escasa altura y la barriguita. Algunas mujeres tenian gustos de lo mas extranos. «No, seguro que es la pasta», se dijo Lee. Guardo la camara.
Estaba en Washington y era agosto, lo que significaba que todo el mundo, excepto los maridos infieles y sus amantes, asi como los investigadores privados que los espiaban, se habia marchado de la ciudad. Hacia un calor de lo mas bochornoso e insoportable. Lee habia bajado la ventanilla, rezando por que soplara un poco de viento, mientras masticaba frutos secos y bebia agua mineral. Lo mas duro era que apenas tenia tiempo para orinar. Por eso preferia el agua embotellada. Los envases de plastico vacios le habian resultado bastante utiles en mas de una ocasion.
Comprobo la hora; era casi medianoche. Casi todas las luces de las casas unifamiliares y apartamentos de la zona estaban apagadas desde hacia ya rato. Lee penso en largarse. El material que habia conseguido durante los ultimos dias, que incluia varias tomas de un revolcon de madrugada en el Jacuzzi al aire libre de la casa, seria suficiente para que el tipo desembolsara de buena gana tres cuartas partes del dinero conseguido gracias a Internet. Dos chicas que parecian lo bastante jovenes para pensar en el baile de final de curso retozaban en el agua burbujeante con un tipo lo bastante mayor como para pensar con la cabeza; Lee supuso que los integros accionistas del pequeno negocio de alta tecnologia no se tomarian aquello demasiado bien.
Su propia vida habia caido en una rutina rayana en la monotonia obsesiva, como el la llamaba. Se levantaba temprano y se entrenaba duro, aporreando el saco de boxeo, machacandose el estomago y levantando pesas hasta el momento en que creia que su cuerpo sacaria la bandera blanca y lo obsequiaria con una aneurisma. Luego salia a trabajar y no paraba hasta que apenas le quedaban fuerzas para ir a cenar a un McDonald's con servicio para coches, que no cerraba por la noche y estaba cerca de su apartamento. Despues regresaba a casa, solo, e intentaba dormir, pero nunca lograba conciliar el sueno, asi que daba vueltas por el apartamento, miraba por la ventana y pensaba en varias cosas sobre las que no podia hacer nada al respecto. Ya habia llenado el libro sobre «que habria sido de su vida si…?». Tendria que comprarse uno nuevo.
No todo habia salido mal. Brooke Reynolds se habia propuesto pasarle todo el trabajo que pudiera, y habian sido casos de calidad y bien pagados. Varios ex agentes del FBI amigos de Brooke que trabajaban en companias de seguros le habian ofrecido empleos a tiempo completo con, naturalmente, opciones sobre acciones, pero Lee los habia rechazado todos. Le habia dicho a Reynolds que agradecia el gesto, pero que preferia trabajar solo. No le gustaba ir con traje ni comer con cubiertos de plata. Sin duda, los elementos tradicionales para triunfar pondrian en peligro su salud.