energia. Imagino el escenario que estaba a punto de presenciar: Ward y compania tras su pequeno estrado; el presidente estaria tirandose de los tirantes, mirando en torno a si mientras hojeaba los documentos de la sesion para no perderse ni un solo detalle de los confines de su patetico reino. Cuando Thornhill entrara, Ward lo observaria, sonreiria, asentiria y lo saludaria de forma casi inocente con la intencion de que Thornhill bajara la guardia, como si eso fuera posible. «Pero supongo que tiene que cumplir con las formalidades -penso-. ?Ensenarle trucos nuevos a un perro viejo!» Esa era otra de las estupidas expresiones de Ward. ?Que original!

Thornhill abrio la puerta y recorrio con paso seguro el pasillo de la sala de sesiones. A medio camino, se percato de que la sala estaba mucho mas concurrida de lo normal. No cabia un alma. Echo una ojeada alrededor y vio rostros que no conocia. Al aproximarse al estrado, se le helo la sangre: ya habia varias personas sentadas, de espaldas a el.

Alzo los ojos hacia la comision. Ward le devolvio la mirada. No sonrio ni le dedico uno de sus estupidos saludos.

– Senor Thornhill, le ruego que tome asiento en la primera fila. Una persona prestara declaracion antes que usted. Thornhill parecia aturdido.

– ?Como?

– Sientese, senor Thornhill -repitio Ward.

Thornhill comprobo la hora.

– Me temo que hoy tengo poco tiempo, senor presidente. Ademas no se me informo de que otra persona prestaria declaracion. -Thornhill miro hacia el estrado. No reconocio a las personas que estaban sentadas alli-. Tal vez debamos fijar otra fecha.

Ward fijo la vista detras de Thornhill; este se dio vuelta y siguio la trayectoria de la mirada. El agente uniformado del Congreso cerro la puerta ceremoniosamente y apoyo su ancha espalda contra la misma, como retando a quienquiera que quisiese pasar por alli.

Thornhill se volvio hacia Ward.

?Hay algo que deba saber?

– Si lo hay, lo sabra de inmediato -replico Ward en tono inquietante. Luego hizo un gesto con la cabeza a uno de sus asesores.

El asesor desaparecio por una pequena puerta situada detras del lugar ocupado por la comision. Regreso al cabo de unos instantes. Entonces Thornhill sufrio la mayor conmocion de su vida al ver a Danny Buchanan cruzar la puerta y encaminarse hacia el estrado. En ningun momento miro a Thornhill, que continuaba de pie en medio del pasillo, con el maletin apoyado contra la pierna. Los hombres bajaron del estrado y se sentaron entre el publico.

Buchanan se detuvo junto al estrado, levanto la mano derecha, juro que diria la verdad y se sento.

Ward se volvio hacia Thornhill, que seguia sin hacer ademan de moverse.

– Senor Thornhill, ?seria tan amable de sentarse para que podamos comenzar?

Thornhill no era capaz de apartar los ojos de Buchanan. Se arrastro hasta el unico asiento libre que quedaba en la primera fila. El hombre corpulento sentado al final de la misma se hizo a un lado para que Thornhill pasara. Al sentarse se dio cuenta de que se trataba de Lee Adams.

– Encantado de volver a verte -dijo Lee en voz baja antes de reclinarse en el asiento y centrar la atencion en la parte delantera de la sala.

– Senor Buchanan -comenzo a decir Ward-, ?seria tan amable de explicarnos el motivo de su comparecencia?

– Prestar declaracion sobre una terrible conspiracion en el seno de la Agencia Central de Informacion -contesto Buchanan en tono tranquilo y seguro. A lo largo de los anos, habia testificado ante mas comisiones que todos los implicados en el caso Watergate juntos. Conocia bien el terreno y su mejor amigo llevaba a cabo el interrogatorio. Habia llegado su momento. Por fin.

– Entonces supongo que deberia comenzar por el principio, senor.

Buchanan coloco las manos frente a si, se inclino hacia adelante y hablo por el microfono.

– Hace unos quince meses, aproximadamente, vino a verme un alto cargo de la CIA. El caballero estaba al corriente de mi trabajo como cabildero. Sabia que conocia bien a muchos de los congresistas. Queria que lo ayudara a llevar a cabo un proyecto muy especial.

– ?Que clase de proyecto? -inquirio Ward.

– Queria que lo ayudara a reunir pruebas contra miembros del Congreso que servirian para chantajearlos.

– ?Chantajearlos? ?Como?

– Sabia que yo cabildeaba a favor de los paises pobres y las organizaciones humanitarias mundiales.

– Estamos al tanto de sus esfuerzos en ese sentido -dijo Ward con magnanimidad.

– Como se imaginaran, no es tarea facil. He invertido casi todo mi dinero en esta cruzada. El hombre tambien sabia eso e intuia que me hallaba en una situacion desesperada. Creo que dijo que era un blanco facil.

– ?Sabria explicarnos en que consistia el plan de chantaje?

– Yo debia visitar a ciertos congresistas y burocratas que podrian influir en las decisiones respecto a la ayuda externa y otras formas de apoyo para los paises pobres. Solo debia ir a ver a quienes necesitaran dinero y decirles que, a cambio de su ayuda, se les compensaria cuando dejaran su cargo. Obviamente, no sabian que la CIA financiaria esos paquetes de «jubilacion». Si aceptaban, entonces la CIA me colocaria un microfono para grabar todo tipo de conversaciones comprometedoras con estos hombres y mujeres. Tambien los someterian a una estrecha vigilancia. El plan consistia en llevar a cabo estas actividades «ilegales» para que el hombre de la CIA las emplease luego contra estas personas.

– ?Como? -pregunto Ward.

– Muchas de las personas a las que debia sobornar en favor de la ayuda externa pertenecen tambien a las comisiones que supervisan la CIA. Por ejemplo, dos de los miembros de esta comision, los senadores Johnson y McNamara, tambien forman parte del comite de gastos para las operaciones externas. El caballero de la CIA me facilito una lista con los nombres de todas las personas que habia seleccionado como objetivos. Los senadores Johnson y McNamara figuraban en esa lista. El plan consistia en chantajearlos a fin de que aprovechasen sus cargos en el comite para ayudar a la CIA. Mayores presupuestos para la CIA, mas responsabilidad, menos supervision por parte del Congreso. Cosas asi. A cambio, yo recibiria una cuantiosa suma.

Buchanan miro a Johnson y a McNamara, hombres a quienes habia reclutado hacia diez anos sin la menor reserva. Le devolvieron una calculada mirada de conmocion e ira. Durante la semana anterior, Buchanan se habia reunido con cada una de las personas que sobornaba y les habia explicado lo que sucedia. Si querian seguir con vida, tendrian que respaldar cada una de las palabras que conformaban la mentira que estaba contando en esos momentos. ?Acaso tenian otra eleccion? Tambien debian continuar apoyando las causas de Buchanan y no recibirian ni un centavo a cambio. Todos sus esfuerzos resultarian verdaderamente «caritativos». Parecia que, despues de todo, Dios existia.

Buchanan tambien se habia sincerado con Ward. Su amigo se lo habia tomado mejor de lo que Buchanan habia esperado. Ward no habia aprobado las actividades de Buchanan, pero habia decidido ayudarlo de todos modos. Habia crimenes mucho mas importantes que todavia debian recibir su castigo.

– ?Es eso cierto, senor Buchanan?

– Si, senor-afirmo Buchanan.

Thornhill no se habia inmutado. Su expresion se asemejaba a la del condenado que se dirige a solas hacia la camara de gas: denotaba una mezcla de amargura, terror e incredulidad. Era obvio que Buchanan habia llegado a un acuerdo con ellos. Los politicos respaldaban su version; lo leyo en los rostros de Johnson y McNamara. ?Como podria rebatir esas afirmaciones sin revelar su propia participacion? No le convenia

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