he sido yo quien te ha disparado -aseguro desde el otro lado de la ventanilla-. Si hubiera sido yo, ya estarias muerta.
Finalmente, Faith bajo el cristal.
– Abre la puerta -ordeno el hombre- y hazte a un lado.
– ?Quien eres?
– Vamonos de aqui. No te conozco, pero no quiero estar aqui cuando llegue alguien mas. Tal vez tenga mejor punteria.
Faith abrio la puerta y cambio de asiento. Lee enfundo la pistola, lanzo la mochila a la parte de atras, entro, cerro la puerta y salio dando marcha atras. En ese preciso instante, sono el telefono movil del asiento delantero y tanto Lee como Faith se sobresaltaron. Lee detuvo el coche y los dos miraron al telefono y luego el uno al otro.
– No es mio -dijo Lee.
– Ni mio -replico Faith.
– ?Quien era el hombre que ha muerto? -pregunto Lee cuando el telefono dejo de sonar.
– No pienso decirte nada.
Llegaron a la carretera, Lee puso el coche en modo marcha y acelero.
– Tal vez te arrepientas.
– No lo creo.
A Lee parecio confundirle el tono seguro y confiado de ella. Faith se abrocho el cinturon de seguridad mientras el tomaba una curva un tanto deprisa.
– Si antes has matado a ese hombre, luego me mataras diga lo que diga o aunque no te diga nada. Si me has contado la verdad y no le has disparado, entonces no creo que me mates aunque no te cuente nada -razono Faith.
– Tu vision del bien y del mal es bastante ingenua. Hasta los tipos buenos matan de vez en cuando -asevero Lee.
– Lo dices por experiencia propia? -pregunto Faith, arrimandose a la puerta.
Lee activo el cierre centralizado.
– No iras a saltar del coche en marcha, ?verdad? Solo quiero saber que pasa, empezando por la identidad del tipo muerto.
Faith lo miro de hito en hito, con los nervios destrozados. Al cabo de un rato hablo en un tono apenas perceptible.
– ?Te importa si vamos a algun sitio, a cualquier sitio, donde pueda sentarme y pensar un poco? -Entrelazo los dedos y anadio con voz ronca-: Nunca habia presenciado un asesinato. Casi nunca he estado… -Alzo la voz y comenzo a temblar-. Por favor, para. ?Por el amor de Dios, para! Estoy a punto de vomitar.
Lee freno en seco en el arcen y quito los seguros de las puertas. Faith abrio la puerta, asomo la cabeza y vomito.
El tendio la mano, la poso en su hombro y apreto con fuerza hasta que Faith dejo de temblar.
– Te pondras bien -dijo Lee en voz baja y firme. Se callo y espero a que ella se sentara de nuevo para proseguir-. Lo primero que tenemos que hacer es deshacernos de este coche. El mio esta al otro lado del bosque, a pocos minutos de aqui. Luego podremos ir a un lugar donde estaras segura. ?De acuerdo?
– De acuerdo -logro responder Faith.
Solo veinte minutos despues, un turismo se detuvo junto a la entrada de la casita y un hombre y una mujer salieron del mismo. El metal de sus armas reflejaba la luz de los faros del coche. La mujer se aproximo al cadaver, se arrodillo y observo el cuerpo. Si no hubiera tratado mucho a Ken Newman, tal vez no lo habria reconocido. No era la primera vez que veia a un hombre muerto y sin embargo sintio que algo le subia por el estomago hasta la garganta. Se incorporo rapidamente y desvio la vista. La pareja registro la casa a conciencia y acto seguido rastreo la zona que lindaba con el bosque antes de regresar al lugar donde yacia el cadaver.
El hombre, fornido y corpulento, observo el cuerpo de Ken Newman y solto un juramento. Quienes conocian a Howard Constantinople lo llamaban «Connie». Habia visto muchas cosas durante su larga carrera de agente del FBI. Sin embargo, lo que habia ocurrido esa noche era algo nuevo incluso para el. Ken Newman era un buen amigo suyo; parecia que en cualquier momento romperia a llorar.
La mujer estaba a su lado. Media un metro ochenta y cinco, tanto como Connie. Tenia el cabello castano cortado por encima de las orejas y el rostro alargado y estrecho. Sus rasgos destilaban inteligencia. Llevaba un elegante traje de pantalon y chaqueta. Debido a los anos y el estres del trabajo, pequenas arrugas le surcaban la comisura de la boca y los ojos, oscuros y tristes. Echo un vistazo alrededor con la soltura de quien esta acostumbrado no solo a observar sino tambien a efectuar deducciones precisas a partir de lo que ve. Su semblante traslucia una furia interna incontenible.
A sus treinta y tres anos, las atractivas facciones de Brooke Reynolds, asi como su cuerpo alto y esbelto, la convertian, siempre que lo quisiera, en objeto de admiracion para los hombres. Sin embargo, puesto que estaba sumida en el proceso de un amargo divorcio que habia afectado mucho a sus dos hijos, Reynolds se preguntaba si desearia de nuevo la compania de un hombre.
Su padre, fanatico del beisbol, la habia bautizado, desoyendo las objeciones de su madre, con el nombre de Brooklyn Dodgers Reynolds. Su padre nunca volvio a ser el mismo despues de que su amado equipo se marchara a California. Desde el principio, su madre habia insistido en que le pusieran Brooke a la nina.
– Dios mio -dijo finalmente Reynolds sin apartar la mirada del cadaver.
Connie se volvio hacia ella.
– ?Y ahora que hacemos?
Reynolds se sacudio la desesperacion que se habia apoderado de ella. Debian actuar con rapidez pero de forma metodica.
– Tenemos un crimen entre manos, Connie. No nos quedan muchas alternativas.
– ?Las autoridades locales?
– Se trata de una AAF -repuso Reynolds, refiriendose a una agresion a un agente federal-, por lo que el FBI se hara cargo. -Era incapaz de quitar ojo al cadaver-. Aun asi, tendremos que colaborar con la policia del condado y la estatal. Tengo contactos, asi que estoy bastante segura de que podremos controlar el flujo de informacion.
– Como se trata de una AAF, la Unidad de Crimenes Violentos del FBI tambien intervendra. Eso rompe nuestra Muralla China.
Connie sabia que su colega se referia a la prohibicion de pasar informacion confidencial de un departamento a otro.
Reynolds respiro a fondo para contener las lagrimas que comenzaban a humedecerle los ojos.
– Haremos lo que podamos. Primero tenemos que acordonar la escena del crimen, aunque no creo que haya muchos problemas por aqui. Llamare a Paul Fisher, de la oficina central, y lo pondre al corriente de todo. -Reynolds ascendio mentalmente por la cadena de mando de la Oficina de Campo en Washington del FBI, o OCW. Habria que notificar al ASAC, al AEC y al SEF; el SEF, o subdirector en funciones, era el maximo responsable de la OCW, y era casi tan importante como el director del FBI. Reynolds penso que dentro