de poco habria siglas suficientes como para hundir un acorazado.
– Me juego lo que quieras a que el director tambien vendra -anadio Connie.
A Reynolds comenzaron a arderle las paredes del estomago. La muerte de un agente era un golpe muy duro. La perdida de un agente bajo su vigilancia era una pesadilla de la que jamas despertaria.
Un hora despues, los cuerpos policiales habian acudido a la escena del crimen y, por suerte, sin los medios de comunicacion. El medico forense estatal confirmo lo que ya sabian quienes habian visto la terrible herida: a saber, que el agente especial Kenneth Newman habia fallecido a consecuencia de una herida de bala, que habia entrado por la parte superior de la nuca y habia salido por la cara. Mientras la policia local hacia guardia, los agentes de la UCV, o Unidad de Crimenes Violentos, acumulaban pruebas metodicamente.
Reynolds, Connie y sus superiores se reunieron junto al coche. Fred Massey era el SEF, el agente de mayor rango presente en la escena del crimen. Era un hombre de baja estatura y sin sentido del humor que agitaba sin cesar la cabeza. Llevaba desabotonado el cuello de la camisa blanca y la calva le resplandecia bajo la luz de la luna.
Un agente de la UCV llego con una cinta de video procedente de la casita y un par de botas cubiertas de barro. Reynolds y Connie las habian visto mientras inspeccionaban la casa, pero habian decidido que no tocarian las pruebas.
– Alguien ha entrado en la casa -informo el agente-. Las botas estaban en la entrada trasera. No han forzado las puertas. La alarma estaba desactivada y el armario del equipo estaba abierto. Tal vez veamos a la persona en la cinta. Seguramente paso por el laser.
El agente entrego la cinta a Massey, quien se la tendio de inmediato a Reynolds. No fue un gesto sutil. Reynolds era la responsable de todo aquello; se llevaria el merito o pagaria los platos rotos. El agente de la UCV introdujo las botas en una bolsa para pruebas y regreso a la casa para proseguir con el registro.
– Agente Reynolds, sus impresiones -pidio Massey en tono cortante; todos sabian por que.
Alguno de los otros agentes habian derramado lagrimas abiertamente y proferido maldiciones al ver el cadaver de su colega. Reynolds, la unica mujer presente y, por si fuera poco, supervisora de la brigada de Newman, sentia que no podia permitirse el lujo de llorar en su presencia. La gran mayoria de los agentes del FBI no desenfundaban sus armas en toda su carrera, excepto para certificar su buen estado. Reynolds se habia preguntado en mas de una ocasion como reaccionaria si una catastrofe de este tipo la afectara personalmente. Ahora ya lo sabia: no muy bien.
Sin duda, este seria el caso mas importante de Reynolds. No hacia mucho, la habian asignado a la Unidad de Corrupcion Publica del FBI, que formaba parte de la conocida Division de Investigacion Criminal. Tras recibir una noche una llamada de Faith Lockhart y encontrarse con ella varias veces en secreto, a Reynolds se le habia designado para el puesto de supervisora de brigada de una unidad destacada para un caso especial. Si lo que Lockhart decia era cierto, ese «caso especial» podria hacer caer a algunos de los cargos mas importantes del Gobierno de Estados Unidos. La mayoria de los agentes darian la vida por ocuparse de un caso asi alguna vez. Uno ya lo habia hecho esa noche.
Reynolds sostuvo en alto la cinta.
– Espero que esta cinta nos desvele que ha ocurrido aqui y que ha sido de Faith Lockhart.
– Cree que quiza ella matara a Ken? Si asi fuera, habria que cursar orden de busca y captura en un abrir y cerrar de ojos -dijo Massey.
Reynolds sacudio la cabeza.
– Mi instinto me dice que ella no tuvo nada que ver. Pero lo cierto es que no lo sabemos. Comprobaremos el grupo sanguineo y otros restos. Si corresponden a los de Ken, entonces sabremos que ella no ha resultado herida. Sabemos que Ken no llego a utilizar su arma y que llevaba puesto el chaleco antibalas. Sin embargo, algo arranco un trozo de su Glock.
Connie asintio.
– La bala que lo mato. Entro por la nuca y le salio por la cara. Ken habia desenfundado el arma, probablemente a la altura de los ojos, la bala impacto en la misma y se desvio. -Connie trago saliva-. Los restos que hay en la pistola de Ken confirman esta hipotesis.
Reynolds miro con tristeza al hombre y continuo con el analisis.
– Entonces, es posible que Ken se hallara entre Lockhart y el tirador, ?no?
Connie asintio despacio con la cabeza.
– Un escudo humano. Creia que solo el Servicio Secreto hacia esas estupideces.
– He hablado con el medico forense. No sabremos nada hasta que se practique la autopsia y veamos la trayectoria de la bala, pero es probable que se trate de un disparo de rifle. No es el tipo de arma que una mujer suele llevar en el bolso -apunto Reynolds.
– Entonces, ?los esperaba otra persona? -conjeturo Massey. -?Y por que entraria en la casa esa persona despues de matar a Ken? -inquirio Connie.
– Tal vez Newman y Lockhart entraran en la casa -aventuro Massey.
Reynolds sabia que Massey no habia trabajado en una investigacion de campo desde hacia muchos anos, pero era su SEI y no podia hacer caso omiso de sus suposiciones. Sin embargo, no tenia por que estar de acuerdo con el.
Reynolds nego con la cabeza.
– Si hubiesen entrado en la casa, Ken no habria muerto en la entrada. Todavia estarian dentro de la casa. Interrogamos a Lockhart durante al menos dos horas. Como maximo, llegamos aqui media hora despues que ellos. Y esas botas no eran de Ken, pero son botas de hombre, diria que un cuarenta y cinco. Debe de ser un tipo corpulento.
– Si Newman y Lockhart no entraron en la casa y las puertas no estan forzadas, entonces la tercera persona disponia del codigo de acceso de la alarma. -El tono de Massey era claramente acusatorio.
Reynolds parecia abatida, pero no podia darse por vencida.
– Dado el lugar en el que Ken se desplomo, parece que acababa de salir del coche. Por tanto algo debio de asustarlo, antes de que desenfundara la Glock y se volviese.
Reynolds los condujo hasta la entrada.
– Aqui se ven las marcas de los neumaticos del coche. El suelo esta bastante seco, pero las ruedas se hundieron en la tierra. Creo que alguien intentaba salir de aqui a todo trapo. Que diablos, tan deprisa que se olvido las botas.
– ?Y Lockhart?
– Quiza el tirador se la llevo consigo -dijo Connie. Reynolds reflexiono por un momento.
– Es posible, pero no veo por que querria llevarsela. Le convenia matarla tambien.
– En primer lugar, ?como es posible que el tirador conociese este lugar? - pregunto Massey y, acto seguido, respondio-: ?Una filtracion?
Reynolds habia contemplado esa posibilidad desde el momento en que habia visto el cadaver de Newman.
– Con el debido respeto, senor, no creo que ese sea el caso.
Massey, friamente, enumero las circunstancias con los dedos.
– Tenemos un cadaver, una mujer desaparecida y un par de botas. Si lo juntamos todo, parece que hay una tercera persona implicada. Expliqueme como llego aqui esa tercera persona sin que alguien le proporcionase la informacion necesaria.
Reynolds respondio en voz may baja.
– Tal vez fuese una casualidad. Es un sitio solitario, idoneo para perpetrar un