maletin y extrajo la diminuta cinta de un hueco oculto.
– Con esto. He grabado al hombre de quien os he hablado. En esta cinta confiesa haber ordenado que mataran a un agente del FBI, entre otros actos incriminatorios.
Por primera vez, Lee se mostro esperanzado.
– ?Lo dices en serio?
– Creeme, nunca bromearia sobre ese hombre.
– Entonces utilizamos esta cinta para mantener a raya al sabueso. Si nos hace dano lo destruimos. El lo sabe, asi que con ello le habremos arrancado los colmillos.
Buchanan asintio despacio con la cabeza.
– Exacto.
– ?Y sabes como ponerte en contacto con el? -pregunto Lee.
Buchanan asintio de nuevo.
– Estoy seguro de que ya ha descubierto lo que hice y ahora mismo estara intentando averiguar cuales son mis intenciones.
– Bueno, mi intencion es que llames a ese capullo de inmediato y le adviertas que no se le ocurra tocar a mi hija. Quiero que me lo jure por sus muertos. Y como no me fio de ese cabron quiero que haya una brigada del cuerpo de elite de la Marina apostada en la puerta de su habitacion. Ademas, estoy por ir yo mismo a ese lugar. Por si acaso. ?Quieren a Renee? Pues tendran que pasar por encima de mi cadaver.
– No estoy seguro de que sea buena idea -repuso Buchanan.
– No recuerdo haber pedido tu opinion -le espeto Lee.
– Lee, por favor -rogo Faith-. Danny intenta ayudarnos.
– No estaria viviendo esta pesadilla si este tipo hubiera sido sincero conmigo desde el principio. Asi que perdoname si no lo trato como a mi mejor amigo.
– No te culpo por lo que sientes -manifesto Buchanan-. Pero me pediste ayuda y hare lo que pueda por ayudarte. Y a tu hija tambien. No lo dudes.
La actitud defensiva de Lee se suavizo ante aquella declaracion, aparentemente sincera.
– De acuerdo -dijo a reganadientes-. Reconozco que te llevas unos puntos por haber venido aqui, pero obtendras mas cuando detengas a los asesinos. Y luego deberiamos largarnos de aqui. Ya he llamado a ese psicopata una vez desde mi telefono movil. Supongo que en algun momento acabara por localizarnos. Cuando lo llames tu, dispondran de incluso mas informacion para hacerlo.
– Entendido. Tengo un avion a mi disposicion en una pista de aterrizaje privada no muy lejos de aqui.
– Tus amigos de las altas esferas?
– Amigo. Un senador de este estado, Russell Ward.
– El bueno de Rusty -dijo Faith sonriendo.
– ?Estas seguro de que no te han seguido? -Lee lanzo una ojeada hacia la puerta delantera.
– Nadie me ha seguido. No estoy seguro de mucho mas, pero de eso si.
– Si este tipo es tan habil como tu pareces creer, yo no estaria seguro de nada. -Lee levanto el telefono-. Ahora haz esa llamada, por favor.
Thornhill estaba en el estudio de su casa cuando recibio la llamada de Buchanan. Su conexion telefonica no permitia que se localizase el aparato por el que hablaba Thornhill, aunque Buchanan estuviese en la central del FBI. Ademas, contaba con un codificador de voz que impedia su identificacion. Por otro lado, los hombres de Thornhill trabajaban para averiguar el origen de la llamada de Buchanan aunque todavia no lo habian conseguido. Incluso la CIA tenia sus limites, sobre todo debido a los avances en el campo de las telecomunicaciones. Habia tantas senales electronicas surcando el aire que era practicamente imposible localizar con precision una llamada realizada desde un inalambrico.
La Agencia Nacional de Seguridad podria rastrear la llamada con su antena circular del tamano de un estadio. Thornhill era perfectamente consciente de que la supersecreta ANS poseia tecnologia que dejaba en ridiculo todos los medios de la CIA. Se decia que la informacion que la ANS recogia continuamente del aire podia llenar la Biblioteca del Congreso cada tres horas, engullendo una avalancha de bytes. Thornhill habia recurrido en otras ocasiones a los servicios de la ANS. Sin embargo, la ANS (internamente bromeaban diciendo que el acronimo significaba «agencia nada segura») resultaba mas bien dificil de controlar. Asi pues, Thornhill no queria implicarlos en ese asunto tan delicado. Se encargaria en persona del mismo.
– ?Sabes por que llamo? -pregunto Buchanan.
– Por una cinta. Muy personal.
– Me gusta hablar de negocios con alguien que se cree omnisciente.
– Te agradeceria que me ofrecieras alguna prueba, si no es mucho pedir -dijo Thornhill tranquilamente.
Buchanan reprodujo un fragmento de la conversacion que habian mantenido con anterioridad.
– Gracias, Danny. ?Cuales son tus condiciones?
– Punto uno: no te acerques a la hija de Lee Adams. Retira a tus hombres. Para siempre.
– ?Acaso estas ahora con el senor Adams y la senorita Lockhart?
– Punto dos: nosotros tres tambien somos intocables. Si ocurre algo remotamente sospechoso, la cinta ira directa al FBI.
– Durante nuestra ultima conversacion dijiste que ya disponias de los medios para destruirme -comento Thornhill.
– Mentia.
– ?Saben Adams y Lockhart que estoy implicado?
– No.
– ?Como puedo confiar en ti?
– Si lo supieran correrian todavia mas peligro. Lo unico que quieren es sobrevivir. Hoy dia parece un objetivo bastante habitual. Y me temo que tendras que confiar en mi palabra.
– Aunque acabas de reconocer que me habias mentido? -Exactamente. Dime, ?como te sientes? -inquirio Buchanan.
– ?Y mi plan a largo plazo?
– Ahora mismo me importa un bledo.
– ?Por que huiste?
– Ponte en mi lugar; ?que habrias hecho?
– Nunca me habria permitido acabar en tu lugar -asevero Thornhill.
– Menos mal que no todos podemos ser como tu. ?Hemos llegado a un acuerdo?
– No tengo eleccion, ?verdad?
– Bienvenido al club -dijo Buchanan-. No obstante, puedes estar absolutamente seguro de que si nos ocurre algo a alguno de los tres estas acabado. Pero si juegas limpio, alcanzaras tu objetivo. Todo el mundo vivira para celebrarlo.
– Es un placer negociar contigo, Danny.
Thornhill colgo y se quedo ahi sentado hirviendo de indignacion durante unos