– Soy Lee Adams.

– Fue todo un detalle por su parte dejar su numero de movil en su apartamento. Asi nos ha sido mucho mas facil ponernos en contacto con usted.

– Acabo de preguntar por mi hija. Esta bien. Y he llamado a la policia, asi que su plan de secuestro…

– No tengo la menor necesidad de secuestrar a su hija, senor Adams.

– Entonces no se por que estoy hablando con usted.

– No hace falta secuestrar a una persona para matarla. Su hija puede ser eliminada hoy, manana, el mes que viene o el proximo ano. Mientras se dirige a clase, juega al lacrosse, va en coche, incluso mientras duerme. Su cama esta al lado de una ventana, en la planta baja. Suele quedarse hasta tarde en la biblioteca. La verdad es que no podria resultar mas facil.

– ?Cabron! ?Hijo de puta! -Lee parecia querer partir el telefono en dos.

Faith lo sujeto por los hombros, intentando calmarlo. La voz siguio hablando con una tranquilidad irritante.

– El histrionismo no ayudara a su hija. ?Donde esta Faith Lockhart, senor Adams? Eso es todo lo que queremos. Entreguela y todos sus problemas habran terminado.

– ?Y se supone que debo aceptar eso como un acto de fe?

– No le queda otra opcion.

– ?Por que da por sentado que tengo a esa mujer? -pregunto Lee.

– ?Quiere que muera su hija?

– Pero si Lockhart se ha escapado.

– Muy bien, la semana que viene puede enterrar a Renee. Faith tiro a Lee del brazo y senalo el telefono.

– ?Espere, espere! -exclamo Lee-. De acuerdo, si yo tuviera a Faith, ?que propondria usted?

– Un encuentro.

– Ella no vendra por voluntad propia.

– No me importa como consiga traerla -repuso la voz-. Eso es asunto suyo. Estaremos esperando.

– ?Y me dejaran marchar?

– La deja a ella y se larga. Nosotros nos ocuparemos del resto. Usted no nos interesa.

– ?Donde?

Le indicaron una direccion en las afueras de Washington, D.C., en el lado de Maryland. Conocia bien el barrio: era una zona muy aislada.

– Tengo que conducir hasta alli. Y la poli esta por todas partes. Necesito unos cuantos dias.

– Manana por la noche. A las doce en punto.

– Maldita sea, eso no es mucho tiempo.

– Entonces le sugiero que vaya arrancando el vehiculo.

– Escucheme bien -mascullo Lee-, si le ponen la mano encima a mi hija, los encontrare, no se como, pero lo hare. Se lo juro. Primero le rompere todos los huesos del cuerpo y luego le hare dano de verdad.

– Senor Adams, considerese el hombre mas afortunado sobre la faz de la tierra porque no le consideramos una amenaza. Y hagase un favor: cuando se marche no se le ocurra mirar hacia atras. No se convertira en una estatua de sal pero no le gustara lo que vea. -El hombre colgo.

Lee dejo el telefono. Durante unos minutos el y Faith permanecieron sentados en silencio.

– ?Y ahora que hacemos? -logro decir Lee finalmente. -Danny aseguro que llegaria aqui lo antes posible. -Fantastico. Me han dado un plazo: la medianoche de manana. -Si Danny no Llega a tiempo, iremos al lugar que te ha indicado, pero antes pediremos refuerzos.

– ?A quien, al FBI? -inquirio Lee. Faith asintio-. Faith, no estoy seguro de tener tiempo suficiente para explicar todo esto a los agentes federales en un ano, y mucho menos en un dia.

– Es todo lo que tenemos, Lee. Si Danny llega aqui a tiempo y tiene un plan mejor, lo ponemos en practica. De lo contrario, llamare a la agente Reynolds. Ella nos ayudara. La convencere. - Le apreto el brazo con fuerza-. No le va a pasar nada a tu hija, te lo prometo.

Lee le estrecho la mano, deseando de todo corazon que Faith estuviera en lo cierto.

44

Buchanan tenia previstas varias reuniones en el Congreso a ultima hora de la tarde, para hablar ante un publico que no queria recibir su mensaje. Era como lanzar una pelota contra una ola. 0 le golpearia en la cara o se perderia en el mar. Bueno, hoy era el ultimo dia. Despues, se habria acabado.

El coche lo dejo cerca del Capitolio. Subio las escaleras principales y se encamino hacia la parte del edificio que ocupaba el Senado, donde ascendio por la amplia escalinata, que en su mayor parte era de zona restringida, y siguio hasta el segundo piso, donde se podia circular libremente.

Buchanan sabia que ahora lo seguian mas personas. Aunque habia muchos tipos con traje negro por ahi, habia recorrido esos vestibulos las suficientes veces como para darse cuenta de quien debia estar alli y quien parecia fuera de lugar. Supuso que eran los hombres del FBI y de Thornhill. Tras el encuentro en el coche, la Rana habria desplegado mas recursos. Bien. Buchanan sonrio. A partir de ahora, llamaria Rana al hombre de la CIA. A los espias les gustaban los nombres en clave. Ademas, no se le ocurria otro mas apropiado para Thornhill. Solo esperaba que su aguijon fuera lo bastante potente y que la espalda reluciente e incitante de la Rana no resultara ser demasiado resbaladiza.

Lo primero con lo que uno se encontraba al llegar a la segunda planta y torcer a la izquierda era una puerta. Junto a ella habia un hombre trajeado de mediana edad. No habia ninguna placa que indicara de quien era aquel despacho. Justo al lado estaba el de Franklin Graham, el ujier del Senado. Su trabajo consistia en mantener el orden en la sala, prestar apoyo administrativo y encargarse del protocolo del Senado. Graham era buen amigo de Buchanan.

– Me alegro de verte, Danny -dijo el hombre trajeado. -Hola, Phil, ?que tal tu espalda?

El medico dice que deberia operarme.

– Hazme caso, no permitas que te abran. Cuando te duela, tomate un buen trago de whisky, canta una cancion a voz en grito y haz el amor con tu mujer.

– Beber, cantar y amar… A mi me parece un buen consejo -opino Phil.

– ?Que esperabas de un irlandes?

Phil se rio.

– Eres un buen hombre, Danny Buchanan.

– ?Sabes por que estoy aqui?

Phil asintio.

– El senor Graham me lo ha dicho. Ya puedes entrar.

Abrio la puerta con una llave y Buchanan entro. Phil cerro y se quedo haciendo guardia. No reparo en los dos pares de personas que habian presenciado con disimulo esta conversacion.

No sin razon, los agentes supusieron que podian esperar a que Buchanan saliera para continuar vigilandolo. Al fin y al cabo, estaban en la segunda planta, y el hombre no echaria a volar.

En el interior de la sala, Buchanan tomo un impermeable del colgador. Por

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