estacion espacial se han interrumpido a causa de una extrana interferencia.

– Entonces, ?como se ha enterado de la partida de la nave?

– El general Fisher ha estado observando el Columbus, en el Centro de Operaciones Espaciales de Colorado Springs, desde que Steinmetz salio de Jersey Colony. Las sensibles camaras del Centro captaron el movimiento cuando el Gettysburg abandono el dique de la estacion. Me telefoneo en cuanto le informaron de ello.

El presidente golpeo desesperadamente el colchon.

– ?Maldita sea!

– Me he tomado la libertad de poner sobre aviso a Jess Simmons. Este ha desplegado ya dos escuadrillas tacticas de la Fuerza Aerea en el aire, para que escolten y protejan la lanzadera en cuanto penetre en la atmosfera.

– ?Cuanto tiempo tenemos antes de que el Gettysburg aterrice?

– Desde la preparacion inicial de descenso hasta el aterrizaje, unas dos horas.

– Los rusos estan detras de esto.

– Esta es la opinion general -reconocio Fawcett-. Todavia no podemos estar seguros, pero todos los indicios senalan a Cuba como la causante del problema de interferencia de la radio de Houston.

– ?Cuando debe el equipo especial de Brogan atacar Cayo Santa Maria?

– A las dos.

– ?Quien lleva el mando?

– Disculpeme un momento; voy a buscar el nombre en el informe de ayer de la CIA. -Fawcett no tardo mas de treinta segundos en volver-. La mision esta dirigida por el coronel de Infanteria de Marina Ramon Kleist.

– Conozco el nombre. Kleist recibio una Medalla de Honor del Congreso.

– Hay algo mas.

– ?Que?

– Los hombres de Kleist son dirigidos por Dirk Pitt.

El presidente suspiro casi con tristeza.

– Este hombre ha hecho ya demasiado. ?Es absolutamente necesaria su presencia?

– Solo Pitt podria hacerlo -dijo Fawcett.

– ?Podran destruir a tiempo el centro de interferencias?

– Sinceramente, debo confesar que es una cuestion de cara o cruz.

– Digale a Jess Simmons que este en el Salon de Guerra -dijo solemnemente el presidente-. Si algo anda mal, temo que, para que el Gettysburg y su valioso cargamento no caigan en manos de los sovieticos, no tendremos mas remedio que derribarlo. ?Me ha entendido, Dan?

– Si, senor -dijo Fawcett palideciendo repentinamente-. Le transmitire su mensaje.

53

– Alto -ordeno Kleist. Comprobo de nuevo los datos del instrumento satelite Navstar y aplico un par de compases sobre una carta extendida-. Estamos a siete millas al este de Cayo Santa Maria. Es lo mas cerca que podemos llevar el TSE.

El comandante Quintana, que llevaba uniforme de campana moteado de gris y negro, miro fijamente la marca amarilla en la carta.

– Tardariamos unos cuarenta minutos en girar hacia el sur y desembarcar desde el lado cubano.

– El viento esta en calma y las olas no son de mas de medio metro. Otra ventaja es que no hay luna. La noche no puede ser mas negra.

– Una noticia tan mala como buena -dijo gravemente Quintana-. Hace que seamos dificiles de ver, pero tampoco podremos ver nosotros las patrullas de guardias, si es que las hay. A mi entender, nuestro principal problema es que no tenemos la situacion exacta del recinto. Podemos desembarcar a kilometros de distancia.

Kleist se volvio y miro a un hombre alto e imponente que se apoyaba en un mamparo. Como Quintana, vestia un traje de campana especial para la noche. Sus ojos grises y penetrantes se fijaron en los de Kleist.

– ?Todavia no puede senalar exactamente el lugar?

Pitt se irguio, sonrio con su acostumbrada indiferencia y dijo simplemente:

– No.

– No es muy alentador -dijo rudamente Quintana.

– Es posible, pero al menos soy sincero.

Kleist hablo con indulgencia.

– Lamentamos, senor Pitt, que las condiciones visuales no fuesen las adecuadas durante su fuga. Pero le agradeceriamos que fuese un poco mas concreto.

La sonrisa de Pitt se extinguio.

– Miren, yo llegue a tierra en medio de un huracan y hui en plena noche. Ambas cosas tuvieron lugar en el lado de la isla opuesto a aquel en que se presume que hemos de desembarcar. No medi las distancias, ni arroje migas de pan al suelo durante mi camino. La tierra era llana, sin colinas ni arroyos que pudiesen servir de puntos de referencia. Solo palmeras, malezas y arena. La antena estaba a media milla del pueblo. El recinto, al menos una milla mas alla. Cuando lleguemos al camino, el recinto estara a la izquierda. Esto es cuanto puedo decirles.

Quintana asintio resignadamente con la cabeza.

– Dadas las circunstancias, no podemos pedir mas.

Un tripulante desalinado, que vestia jeans y camiseta de manga corta, entro por la escotilla en el cuarto de control. Tendio en silencio un mensaje descifrado a Kleist y se marcho.

– Ojala no sea una cancelacion en el ultimo momento -dijo vivamente Pitt.

– Al contrario -murmuro Kleist-. Todavia nos apremian mas.

Releyo el mensaje, con un fruncimiento de cejas en el rostro normalmente impasible. Lo tendio a Quintana, el cual lo leyo y despues apreto los labios contrariado antes de pasar el papel a Pitt. Decia asi:

NAVE ESPACIAL GETTYSBURG DEJO ESTACION Y ESTA EN ORBITA PREPARANDO REENTRADA. PERDIDO TODO CONTACTO. APARATOS ELECTRONICOS DE SU OBJETIVO HAN PENETRADO ORDENADORES DE DIRECCION Y TOMADO EL MANDO. CALCULAMOS QUE DESVIACION RUMBO HARA ATERRIZAR NAVE EN CUBA A LAS 0340. RAPIDEZ ES ESENCIAL. CONSECUENCIAS IMPREVISIBLES SI INSTALACION NO ES DESTRUIDA A TIEMPO. SUERTE.

– Son muy amables al avisarnos en el ultimo minuto -dijo hoscamente Pitt-. Faltan menos de dos horas para las tres y cuarenta.

Quintana miro severamente a Kleist.

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