Se trataba de una de las maniobras mas dificiles y espeluznantes. Mientras viraba, el barco ofreceria toda la banda al embate de las olas, que podria hacerlo zozobrar. Eran innumerables las naves que habian zozobrado al intentar la maniobra y se habian ido a pique sin dejar el menor rastro.
– Cuando vea un intervalo entre las olas, le dare la orden de avanzar a toda maquina -anadio. Luego conecto los altavoces para comunicarse con la tripulacion-. Vamos a virar con la mar arbolada. Que todo el mundo se sujete como si le fuese la vida en ello.
Inclinado sobre la consola delante de la ventana del puente, Barnum miro sin pestanear a traves del cristal y espero con la paciencia de un santo hasta que vio acercarse una ola mucho mas alta que las anteriores.
– Por favor, senor Maverick, a toda maquina.
El primer oficial obedecio la orden en el acto, pero lo hizo dominado por el horror, seguro de que se irian a pique al ver la gigantesca ola que se abatia sobre el barco de exploracion cientifica. Estaba a punto de maldecir a Barnum por haber virado demasiado pronto, pero entonces comprendio las intenciones del capitan. No habia manera de medir los intervalos. Las monstruosas olas parecian sucederse sin solucion de continuidad, como soldados avanzando en formacion cerrada. Barnum se habia anticipado en la virada para ganar un valioso minuto mientras el barco recibia el impacto de la ola transversalmente.
La implacable ola levanto la proa y amenazo con hacer zozobrar al
Maverick llevaba dieciocho anos en el mar, pero nunca habia presenciado una exhibicion marinera mas profesional e intuitiva. Miro a Barnum y se asombro al ver una sonrisa, quiza severa, pero una sonrisa de todas maneras, en el rostro del capitan. Dios mio, penso, el tipo se esta divirtiendo.
Ochenta kilometros al sur del
Demasiado tarde, se lamento Morton para sus adentros mientras miraba a traves de la ventana de su despacho la tormenta que se dirigia directamente hacia el hotel como si se tratara de un tiranosaurio enloquecido. A pesar de las advertencias y las constantes actualizaciones del Centro de Huracanes, no habia sido capaz de concebir la increible velocidad ni la distancia que habia recorrido la tormenta desde la manana. Por mucho que Heidi Lisherness le hubiera facilitado los ultimos calculos de la magnitud y la velocidad, no parecia posible que el mar calmo y el cielo despejado pudieran cambiar con tanta celeridad. Se negaba a aceptar la evidencia de que la avanzadilla de Lizzie ya estaba atacando el edificio.
– ?Llame a todos los directores para que acudan a la sala de conferencias inmediatamente! -le ordeno a su secretaria.
Su enojo ante la vacilacion de Specter a la hora de ordenar la evacuacion de los mil cien huespedes y los empleados cuando todavia contaban con el tiempo necesario para trasladarlos a un lugar seguro en la Republica Dominicana, que solo estaba a unos pocos kilometros de distancia, rayaba en la colera. Se enfurecio todavia mas cuando el sonido de unos motores que se ponian en marcha hizo vibrar los cristales. Se acerco a la ventana en el preciso momento en que Specter y su comitiva subian a bordo del Beriev Be210. No habian acabado de cerrar la escotilla cuando el piloto acelero los motores y el avion comenzo a ganar velocidad y despego en medio de una enorme nube de espuma. Apenas habia ganado altura, cuando viro para dirigirse a tierra firme.
– ?Cobarde, canalla! -grito Morton al ver como Specter escapaba para salvar su sucio pellejo sin preocuparse en lo mas minimo por las mil cien almas que dejaba atras.
Siguio al avion con la mirada hasta que desaparecio entre las nubes, y luego se volvio cuando entraron los directores de los servicios y se reunieron alrededor de la mesa. Era evidente por las expresiones de sus rostros que a duras penas se mantenian en la linea entre la calma y el panico.
– Hemos subestimado la rapidez del huracan -manifesto-. Se nos echara encima con toda su fuerza en menos de una hora. Dado que es demasiado tarde para ordenar la evacuacion, debemos trasladar a todos los huespedes y al personal a las plantas altas, donde estaran mas seguros.
– ?Los remolcadores no podrian apartarnos de la trayectoria de la tormenta? -pregunto la directora de reservas, una mujer alta, de treinta y cinco anos de edad, vestida con mucha elegancia.
– Ya les avisamos y no tardaran en llegar, pero con la mar arbolada les sera tremendamente dificil sujetar los cabos de arrastre. Si no lo consiguen, no tendremos mas alternativa que capear la tormenta.
Morton vio que el director de los recepcionistas levantaba la mano y le cedio la palabra.
– ?No seria mas seguro refugiarnos en los pisos debajo de la superficie?
– Si ocurre lo peor y la fuerza de las olas rompe los amarres, y el hotel queda a la deriva… -Morton sacudio la cabeza y encogio los hombros-. No quiero ni pensar en lo que pasaria si nos vieramos empujados contra el banco de la Natividad, que esta a sesenta y cinco kilometros al este, o contra la rocosa costa de Dominicana, donde se destrozarian todas las ventanas de los pisos inferiores.
– Gracias por la explicacion. Si el agua inunda los pisos inferiores, los tanques de lastre no podrian mantener el hotel a flote y las olas lo harian pedazos contra las rocas.
– ?Que haremos si eso acaba pasando? -quiso saber el segundo de Morton.
En el rostro de Morton aparecio una expresion solemne mientras miraba a todos los reunidos en la sala.
– Entonces abandonaremos el hotel, nos embarcaremos en los botes salvavidas y rogaremos a Dios para que al menos algunos nos salvemos.
9
Machacados por el despiadado castigo del huracan Lizzie, Barrett y Boozer luchaban a brazo partido para mantener al avion en un vuelo nivelado. Las diabolicas rachas dobles que golpeaban a
Nunca en todos los anos que llevaban persiguiendo las tormentas tropicales se habian encontrado con alguna que se aproximara ni siquiera remotamente a la increible fuerza del huracan Lizzie. Era como si estuviese empenado en destrozar el mundo entero.
Por fin, despues de lo que parecieron treinta horas -pero que en realidad habia sido poco mas de media-, el color del cielo comenzo a cambiar del gris a un blanco sucio y luego a un azul brillante, cuando el maltrecho Orion escapo de los bordes de la tormenta y se encontro con el buen tiempo.
– Es imposible que podamos llegar a Miami -opino Boozer despues de mirar la carta de navegacion.
– Esta muy lejos para un avion con solo dos motores, el fuselaje que apenas si se aguanta y el timon averiado -manifesto Barrett con tono grave-. Lo mejor sera desviarnos a San Juan.
– Pues a San Juan de Puerto Rico y no se hable mas.
– Es todo tuyo -dijo Barrett y aparto las manos de los controles-. Voy a ver como estan los cientificos. No quiero ni pensar en lo que encontrare.
Se desabrocho el arnes de seguridad y salio de la cabina.
El compartimiento principal del Orion era una ruina. Los ordenadores, las pantallas y las estanterias con los instrumentos electronicos estaban desparramados como si los hubiesen volcado de un camion en el patio de un chatarrero. Los equipos, que habian estado sujetos con soportes capaces de aguantar las peores turbulencias, habian sido arrancados de cuajo como si la mano de un gigante se hubiera ensanado con ellos. La mayoria de los cientificos estaban tumbados en el suelo, algunos inconscientes y malheridos. Los pocos que aun se mantenian en pie se ocupaban de atender a los demas dentro de sus posibilidades.