estaban amarradas. La respuesta que recibia Morton era siempre la misma: “Lo sentimos mucho,
Se mantenia en contacto con Heidi Lisherness en el Centro de Huracanes de la NUMA para facilitarle informes sobre la magnitud de la tempestad.
– ?Esta usted seguro de la altura de las olas? -pregunto la meteorologa, que tenia dudas sobre la descripcion.
– Creame. Estoy en mi despacho a treinta metros por encima de la linea de flotacion del hotel y cada nueva ola pasa por encima de la terraza.
– Es algo increible.
– Le doy mi palabra.
– ?Puedo hacer algo por ustedes? -pregunto Lisherness, con tono de profunda preocupacion.
– Solo quiero que me diga cuando cree que comenzaran a amainar el viento y las olas.
– Segun los informes del avion cazatormentas y de los satelites, todavia hay para rato.
– Si no vuelve a tener noticias mias -manifesto Morton, que se volvio para mirar las olas-, sabra que ha ocurrido lo peor.
Y antes de que Heidi pudiera responderle, corto la comunicacion para atender otra llamada.
– ?Senor Morton?
– Si, digame.
– Senor, le habla el capitan Rick Tappa de la flota de remolcadores de Odyssey.
– Adelante, capitan. Hay algunas interferencias provocadas por la tormenta, pero lo oigo.
– Senor, lamento mucho informarle de que los remolcadores
– Lo comprendo -manifesto Morton con resignacion-. Venga cuando pueda. No se por cuanto tiempo mas aguantaran los cables de amarre. Ya es un milagro que la estructura del hotel haya soportado el embate de las olas.
– Haremos todo lo humanamente posible para acudir en socorro en cuanto lo peor de la tormenta se haya alejado del puerto.
– ?Han recibido alguna comunicacion de Specter?
– No, senor, no hemos tenido ningun contacto con el o sus directores.
– Gracias, capitan.
?Podia Specter ser tan absolutamente despiadado como para despreocuparse del
Se disponia a salir del despacho para hacer otro recorrido por el hotel antes de enfrentarse a los huespedes e intentar convencerlos de que sobrevivirian -algo que requeriria las dotes de un actor consumado-, cuando escucho el ruido de algo que se desgarraba y vio como el suelo se inclinaba un poco. Al instante una voz sono en la radio portatil.
– Adelante, ?que ha pasado?
– Soy Emlyn Brown, senor Morton -le respondio la voz del jefe de mantenimiento-. Estoy en la sala de maquinas numero dos. Se ha cortado el cable de amarre a unos noventa metros.
Los peores temores de Morton se estaban convirtiendo en realidad.
– ?Los otros aguantaran?
– Con uno menos y los demas sometidos a una tension extrema, dudo que puedan mantenernos amarrados mucho mas.
El hotel se sacudia con cada nueva ola, quedaba sepultado debajo de la montana de agua y emergia como una fortaleza asediada, firme e inamovible. Poco a poco, la confianza de los huespedes en la capacidad del
Los cocineros y sus ayudantes no iban a ser menos y prepararon autenticos manjares, que fueron servidos por los impecables camareros en el teatro, la sala de baile y el gimnasio.
Morton se sentia cada vez mas angustiado. No tenia la menor duda de que la catastrofe era inminente y que no habia nada que un simple ser humano pudiera hacer para oponerse al monstruo creado por la naturaleza.
Las amarras se fueron rompiendo una tras otra, las dos ultimas casi simultaneamente. Suelto, el hotel comenzo su precipitada deriva hacia las rocas a lo largo de la costa de la Republica Dominicana, empujado implacablemente por un mar de una crueldad sin limites.
En el pasado, el timonel, o en muchos casos el propio capitan, se plantaba delante de la rueda del timon con las piernas separadas para no perder el equilibrio y las manos aferradas a los rayos, dispuesto a enfrentarse a la furia del mar durante el tiempo que hiciera falta.
Ahora ya no era necesario. Barnum solo tuvo que programar el curso del barco en el ordenador. Despues se sento bien sujeto en su sillon alto en el puente de mando y espero a que el cerebro electronico se hiciera cargo del destino del
Provisto de la informacion de la multitud de instrumentos meteorologicos y sistemas instalados a bordo, el ordenador escogio en cuestion de segundos el metodo mas eficaz para enfrentarse a la tormenta. A continuacion asumio el mando del sistema de control automatico para disponer las maniobras. Media y preveia las imponentes crestas y los tremendos senos mientras valoraba el tiempo y la distancia para el mejor angulo y la velocidad mas adecuada para avanzar a traves del caos.
La visibilidad se media en centimetros. Empujadas por el viento, el agua pulverizada y la espuma azotaban las ventanas del puente de mando en los escasos momentos en que el barco no estaba sepultado debajo de miles de toneladas de agua. Las olas y el viento absolutamente monstruosos eran mas que suficientes para aterrorizar a cualquiera que no se hubiera criado en el mar. Pero Barnum permanecia sentado en su sillon como una roca, con una mirada que parecia atravesar las traicioneras olas para clavarse en algun enloquecido dios de los oceanos, centrado en el problema de la supervivencia. Aunque no tenia ninguna duda de la capacidad del sistema informatico para dirigir al barco en su lucha contra la tormenta, siempre podia aparecer una emergencia que lo obligara a intervenir.
Observaba las olas mientras pasaban sobre su barco, mirando las crestas que subian muy por encima del puente de mando, atento a la masa de agua hasta que el
Transcurrian las horas sin el menor respiro. Unos pocos tripulantes y casi todos los cientificos sufrian mareos, aunque ninguno se quejaba. Era impensable salir a las cubiertas, que eran barridas constantemente por las olas. Una mirada al mar arbolado era bastante para enviarlos de nuevo a los camarotes y atarse a las literas con la ilusion de llegar a ver el amanecer de un nuevo dia.
El unico consuelo entre tanto sufrimiento era la temperatura calida. Los que miraban a traves de los ojos de buey veian olas altas como edificios de diez pisos. Observaban atonitos como la furia del viento les cortaba las crestas para convertirlas en enormes nubes de espuma antes de desaparecer en el aguacero.
Para aquellos que se encontraban en los sollados de la tripulacion y la sala de maquinas, el vaiven no llegaba a los extremos que soportaban Barnum y los oficiales en el puente de mando. El capitan comenzo a preocuparse por la manera en que el mar zarandeaba al
Otro mas como este, murmuro para sus adentros, y acabaremos viviendo en el fondo del mar para