Puede hacerlo. Tome mi mano.
Isabella tomo un profundo aliento y lo dejo escapar. Muy lentamente trabajo en soltar su garra, un dedo cada vez. Dando un salto de fe, se estiro hacia el. Rolando cogio su muneca y la arrastro hacia arriba y sobre la barandilla. Se derrumbo contra el, ambos despatarrados sobre el balcon cubierto de nieve.
Por un momento el la abrazo firmemente, sus mano le palmeaban la espalda en un torpe intento de consolarla.
– ?Esta herida de algun modo? -La sento con manos gentiles. Isabella estaba temblando tan fuerte que sus dientes castaneaban, pero sacudio la cabeza firmemente. Sentia la piel helada. Rolando se quito la chaqueta y la coloco alrededor de sus hombros-. ?Puede caminar?
Ella asintio. Si eso le conseguia su dormitorio, un fuego calido, una taza de te caliente, y su cama, se arrastraria si era necesario.
– ?Que ocurrio? ?Como llego a este lugar? -La ayudo a ponerse en pie y la condujo fuera del viento, de vuelta a los corredores de los sirvientes.
–
Cerro la puerta rapidamente antes de humillarse estallando en lagrimas. Isabella se lanzo bocabajo sobre la cama. El fuego estaba ya rugiendo en el hogar, pero Isabella no creia que volviera a estar caliente nunca. Se envolvio las manos en la colcha y temblo impotentemente, insegura de si era de puro terror o de amargo y penetrante frio.
Sarina encontro a Isabella temblando incontrolablemente, con el pelo humedo y enredado, su vestido empapado y manchado de polvo. Lo mas alarmante era el hecho de que la chaqueta del Capitan Bartolmei la cubria.
– Ahora mis manos y pies estan ardiendo -dijo Isabella, luchando por no llorar.
El ama de llaves se hizo cargo inmediatamente, secando a la joven a su cargo, arreglandole el pelo, y arropandola bajo las colchas despues de una reconfortante taza de te.
– El abrigo del Capitan Bartolmei no deberia estar en su habitacion. ?Los sirvientes la han visto llevandolo? ?Tropezo con alguno de ellos mientras atravesaba el
– ?No quieres saber lo que ocurrio? -Isabella aparto la cara, enferma por haber estado tan cerca de la muerte, pero que todo lo que pareciera preocupar al ama de llaves era la decenca-. Estoy segura de que alguien nos vio. No estabamos intentando ocultarnos.
Sarina la palmeo amablemente.
– Es necesario ser precavida, dada tu posicion, Isabella.
Isabella se sobresalto, habiendo oido esas palabras muchas veces de su padre.
– Intentare arreglarlo para que la proxima vez que casi me mate, no sea pasto de cotilleos.
Sarina parecio horrorizada.
– No quise decir…
Nicolai DeMarco entro sin advertencia, interrumpiendo lo que fuera que el ama de llaves tuviera que decir. Sus ojos ambar ardian.
– ?Esta herida?
Sarina mantuvo la mirada fija en Isabella, que giro la cabeza hacia el sonido de la voz del
– No, signore, solo muy fria.
– Quiero hablar con ella a solas. -Nicolai lo convirtio en un decreto, circunveniendo cualquier protesta que Sarina pudiera hacer.
Espero hasta que su ama de llaves hubo cerrado la puerta antes de tomar la silla que ella habia dejado vacante. Su mano de arrastro hasta la nuca de Isabella.
– El Capitan Bartolmei me dijo que casi caiste a tu muerte, ?Que estabas haciendo alli arriba,
– Ciertamente no saltando a mi muerte, si esto lo que crees -replico Isabella con su acostumbrado espiritu-. Estaba perdida -Sus pestanas cayeron-. Segui la voz. La puerta se cerro. Habia frio. -Sus palabras eran bajas, sus frases inconexas, y no tenian en realidad ningun sentido para el-. ?No vas a preguntar por que esta la chaqueta del Capitan Bartolmei en mi dormitorio? Sarina parecia excesivamente preocupada por eso-. Habia molestia, dolor en su tono, apesar del hecho de que intentaba valientemente ocultarlo-. Ya me han dado un sermon sobre ser mas discreta cuando este cayendo a mi muerte, asi que si no te importa, pasare de otro.
– Duerme,
– Creo que esto te ganara otro sermon -se burlo suavemente, su aliento le caldeo la nuca-. Pero no tengo intencion de que tengas pesadillas,
– Estoy demasiado cansada para conversar -dijo ella sin abrir los ojos, complacido porque el la habia llamado hermosa. Habia consuelo en la fuerza de sus brazos, en la dura forma de su cuerpo. Pero Isabella no queria hablar o pensar. Queria escapar al interior de su sueno.
– Estonces deja de hablar, Isabella -Le acaricio el pelo con la barbilla-. Tengo a cuatro dignatarios esperando a ser recibidos, y estoy aqui contigo. Eso deberia indicarte lo mucho que significas para mi. Necesito estar contigo ahora mismo. Duerme, y dejame observarte.
Donde habia habido frio hielo, por dentro y por fuera, florecio y se extendio el calor. Se acurruco mas profundamente bajo los covertores y cayo dormida con una sonrisa curvando su boca.
CAPITULO 8
En los dias que siguieron, nadie menciono el incidente con el Capitan Bartolmei. Si alguien habia reparado en el aspecto desarreglado de Isabella y el abrigo del capitan sobre sus hombros, estaban siendo discretos. No vio a
Terminaban de llevar cabo una inspeccion de despensas cuando oyeron una conmocion en el vestibulo inferior. Voces alzadas con furia, y un nino chillando y llorando. Juntas, Sarina e Isabella bajaron rapidamente las escaleras para ver a Betto sacudiendo a un chico. La cara de Betto estaba retorcida por la rabia, una terrible mascara de malicia mientras gritaba acusaciones al nino. Una multitud de sirvientes lo rodeaba, pero ninguno se atrevia a desafiar su autoridad. Sarina agarro el brazo de Isabella, sus dedos se hundieron en la piel de la joven.
– ?Que le pasa? El nunca levanta la voz. Betto siempre se muestra tranquilo y confiable. Nunca actuaria de semejante manera, especialmente delante de los sirvientes. -El ama de llaves estaba horrorizada. Se quedo congelada, con la boca abierta de par en par y los ojos desencajados por la sorpresa-. ?Que le ha poseido? Este