Nicolai extendio el brazo en busca de ella, atrayendola con el a las sombras.

– Pero el leon ya esta en la habitacion contigo -susurro el contra su oido. Su lengua le rozo una caricia hacia abajo por el cuello, enviando un estremecimietno de calor a enroscarse a traves de su estomago-. No estarias a salvo si tuviera tiempo. Pero los leones estan intranquilos, y mantenerlos calmados es un trabajo a jornada completa. Estare muy agradecido cuando la trampa este desplegada, y nuestro conejo, Don Rivellio, este atrapado en nuestra red.

– Ve a trabajar entonces. Yo me sentare aqui con Lucca y vere que duerma sin perturbacion. -Isabella dio a Nicolai un empujo hacia el pasadizo.

El le cogio la cara entre las manos y la beso sonoramente, dejandola sin aliento.

Isabella cogio la costura que Sarina atentamente habia dejado para ella, pero era incapaz de pensar con claridad. Dejo caer varias puntadas antes de arreglarselas para conseguir que su respiracion volviera a estar bajo control. Entonces oyo a alguien de nuevo en la puerta. El golpe fue tan suave que casi se lo perdio.

– ?Signorina Vernaducci? -Brigita estaba retorciendose las manos incluso mientras hacia una reverencia-. No puedo encontrar a Sarina o Betto, y hay un problema. ?Vendria usted?

– Por supuesto. Pero necesitare una doncella para sentarse con el mio fratello. Por favor encuentra a una al instante. La Signorina DeMarco llegara pronto, pero alguien debe sentarse con el hasta entonces.

Los ojos de Brigita se abrieron con sorpresa. Su cara palidecio.

– ?La Signorina DeMarco?

– No hay necesidad de una doncella -anuncio Francesca, moviendose fuera de las sombras, obviamente habiendo utilizado el pasadizo oculto-. Y no tienes necesidad de apresurarte, Isabella. Yo velare por el. -Miro a la joven doncella de arriba a abajo, con expresion arrogante.

– Gracias, Francesca -dijo Isabella con obvio alivio.

– ?Que pasa? -Inquirio mientras seguia a la doncella a traves de los salones mientras la chica caminaba mas y mas rapido, con los hombros tensos en silenciosa desaprovacion.

– Una mujer ha venido de una de las granjas. Su marido murio hace varios dias de fiebre, y tiene cuatro bambini, el mayor tiene nueve veranos. Su granero ardio hasta los cimientos… un accidente atroz. Esta pidiendo suministros que le presten ayuda hasta que puedan plantar y conseguir cosecha. Sin un hombre no se como se las va a arreglar para hacerlo -anadio pesimista.

– ?Se ha atraido la atencion de Don DeMarco sobre esto? La mujer necesitara trabajadores que le presten ayuda -Isabella ya estaba calculando que ayuda necesitaria la viuda para su familia.

– Esta ocupado reuniendose con los hombres de Don Rivellio. Betto esta en los barracones, y Sarina esta en la cocina ayudando a Cook a preparar comidas para todo el mundo. No sabia que mas hacer -gimio Brigita-. La ayudara, ?verdad, signorina? No podia enviarla lejos.

– Por supuesto que no podias -dijo Isabella energicamente.

Brigita la condujo a una pequena habitacion saliendo por la entrada de servicio. La cara de la viuda todavia mantenia una sorpresa estupefacta. Parecia delgada y desesperanzada. Se inclino inmediatamente y estallo en lagrimas ante la vision de Isabella.

– Debe ayudarme a ver al don, signorina. No tengo comida para mis bambini. Soy la Signora Bertroni. Debe ayudarme. ?Debe hacerlo! -Se aferro a Isabella, sus gritos aumentando de volumen.

– Brigita, te de inmediato, y por favor pide a Cook que incluya panecillos dulces. Haz que Sarina te de la llave del almacen, y envia a dos criados a encontrarse con nosotras alli en pocos minutos -Isabella ayudo a la mujer a colocarse en una silla.

Brigita oscilo en una rapida reverencia y se apresuro a alejarse de la viuda gemebunda. Isabella murmuro tranquilizadoras condolencias hasta que Brigita volvio con el te.

– Ahora basta, Signora Bertroni. Debemos poner manos a la obra se vamos salvar su granja para sus hijos. Seque sus ojos, y planeemos su futuro.

Las palabras y el tono tranquilizador de Isabella dieron fin al llanto salvaje y abandonado de la mujer.

– ?Donde esta su hijo mayor? ?Es lo bastante mayor para ayudarla?

– Esta esperando fuera con los pequenos.

– Brigitta se ocupara de los pequenos mientras yo les llevo a usted y a su hijo al almacen en busca de suministros. Tengo dos hombres esperando para ayudarnos a cargar su carreta. Enviare trabajadores a plantar sus cultivos cuando sea el momento, y su hijo puedo trabajar con ellos y aprender.

– Grazie, grazie, signorina.

En su prisa por completar su tarea, Isabella no se tomo tiempo para ponerse una capa antes de arrostrar el aire libre. Nubes grises se extendian por el cielo y lanzaban sombras oscuras por la tierra. El viento tiraba de su fino vestido, batiendo su pelo, y entumeciendo sus dedos.

El almacen estaba a alguna distancia del palazzo pero todavia dentro de los muros exteriores. Miro alrededor en busca de sus dos guardias, y entonces recordo que se los habia enviado a Sarina. Brigitta no habia venido con ella, asi que no tenia a nadie a quien enviar de vuelta a la cocina en busca de sus guardias y su capa. Suspirando, Isabella se resigno a un frio viaje y un sermon de Don DeMarco cuando los guardias informaran de que no habia permanecido donde habia prometido.

El almacen era enorme, un edificio grande, gigantesco, que se erguia amenazadoramente hacia arriba muy cerca del muro exterior. Los dos sirvientes estaban esperando cuando Isabella y la Signora Bertroni se apresuraron a subir hasta ellos.

Tomo algo de tiempo encontrar antorchas y lamparas para iluminar adecuadamente el cavernoso almacen a fin de encontrar los suministros que necesitaban. Despues Isabella dirigio a los dos hombres y al joven hijo de la Signora Bertram para cargar grano y frutos seco en suficiente cantidad como para mantener a la familia a traves de la fria estacion. Anoto cuidadosamente cada articulo en un pergamino que entregar a Don DeMarco. La tarea llevo mas de lo que esperaba, y la noche habia caido para cuando la carreta estuvo cargada.

Isabella se percato justamente de lo fria que estaba realmente cuando se giro para extinguir las antorchas. Llego poco a poco entonces. Lento. Insidioso. Ese terrible conocimiento que retorcia el estomago de que no estaba sola. Miro alrededor cuidadosamente, pero sabia que la entidad la habia encontrado.

Le parecia mal enviar a la viuda y sus hijos solos a la granja sin una escolta cuando el viento estaba aullando una vez mas y la carreta estaba pesadamente cargada. Temia por ellos en la oscuridad con el rencoroso y malevolente ser esperando para golpear.

– Sera mejor que vayais con la Signora Bertroni -dijo a los dos sirvientes-. Escoltad la carreta hasta la granja, descargadla, y permanecer por la noche si es necesario e informad de vuelta en la manana.

La molestia cruzo la cara del hombre mas joven.

– Yo tengo una casa a la que ir. Una mujer esperando por mi. Hace frio y es tarde. Deje ir a Carlie -Senalo al hombre mas viejo con un tiron de su pulgar.

– Deben ir ambos -dijo Isabella severamente, su expresion en cada pedazo la de una aristocratica-. No podeis permitir que esta mujer y sus hijos viajen sin escolta en la oscuridad. No oire nada mas sobre ello.

El hombre la miro fijamente, sus ojos negros chasqueando con furia reprimida. Por un momento su boca trabajo haciendo pensar que estallaria en una protesta, pero apreto los labios en una dura linea y la paso rozando, golpeandola con fuerza suficiente como para hacerla trastibar. Siguio adelante sin una disculpa, sin mirar atras.

Isabella le miro fijamente, preguntandose si de algun modo habia puesto a la viuda en peligro al proporcionarle una escolta amargada y renuente. Estremeciendose incontrolablemente, se apresuro a apagar de un soplo el resto de las luces, con la excepcion de una linterna que necesitaba para iluminar su camino de vuelta al castello.

Atraves de la puerta abierta pudo ver la neblina cubriendo el terreno. La niebla era espesa y se arremolinaba como un sudario gris y blanco en la oscuridad.

– Justo lo que necesito -mascullo en voz alta, tanteando en su bolsillo en busca de la llave de la puerta del

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