Nicolai rodeo la silla de Isabella, bloqueandole la vista del abyecto criado. Se llevo los dedos de ella a la boca.

– Vuelve a tu dormitorio, piccola. Esto termina aqui -Su voz era amable, incluso tierna, completamente en contradiccion con sus ojos frios como el hielo.

Isabella se estremecio.

– ?Que vas a hacer?

– No te preocupes mas por esto, Isabella. No hay necesidad-. Rozo un beso en su sedosa coronilla.

El sirviente estallo en un torrente de llanto, de suplicas. Isabella se sobresalto. Envolvio los dedos alrededor de la muneca de Nicolai.

– Pero yo soy parte de esto, Nicolai. No lo has oido todo. No estabamos solos en el almacen. Senti la presencia del mal -Susurro las palabras, temiendo permitir que algun otro lo oyera-. No se ha acabado.

Nicolai se giro para mirar al sirviente, sus ojos frios y duros.

– Se acabo. Estoy mirando a un hombre muerto.

Su voz la dejo fria. El sirviente chillo una protesta, encomendandose a la piedad de Isabella, disculpandose profusamente, negando haber sabido lo que estaba haciendo.

– Nicolai, por favor, escuchale bien -dijo, manteniendo la mirada del don con la propia. Sentia la energia en la habitacion, la sutil influencia del mal alimentando la furia y el disgusto. Alimentar el miedo del sirviente junto con el suyo propio. Miro a los dos capitanes, notando que estaban observando al sirviente con el mismo odio que su don.

– Esto ya no es asunto tuyo -Nicolai estaba mirando sobre la cabeza de ella, su mirada fija sobre el desventurado sirviente, un cazador atisbando a su presa.

– Quiero oirle hablar -Respondio ella, su tono gentil pero insistente. No se atreveria a permitir que la entidad la influenciara o diera mas de una abertura a los hombres.

– ?Grazie, grazie! -grito el hombre-. No se que ocurrio, signorina. En un momento estaba pensando en el viaje y como descargar mejor los suministros cuando llegaramos a la granja, si esperar hasta la manana o simplemente hacerlo inmediatamente. De repente estaba tan enfadado que no podia pensar. Me dolia la cabeza y me zumbaba con un ruido. No recuerdo haberle cogido la llave. Se que lo hice porque la tenia, pero no recuerdo tomarla. Me sente en la carreta, y me dolia tanto la cabeza que estaba enfermo. Carlie puede decirselo, salte abajo y estaba enfermo -Sus ojos le suplicaban misericordia-. En realidad no recuerdo encerrarla, solo que cerrar la puerta y girar la llave parecia la cosa mas importante del mundo.

– Sabias que ella estaba alli dentro -dijo Nicolai, su voz ronroneaba con una amenaza-. La dejaste para congelarse hasta morir o ser hecha trizas por los gatos feroces.

– Signorina, juro que no se que me ocurrio. Salveme. No permita que me maten.

Isabella se giro hacia Nicolai.

– Permiteme hablar contigo a solas. Aqui hay mas trabajando de lo que podemos ver. Por favor confia en mi.

– Llevaoslo -ordeno Nicolai.

Sus dos capitanes parecieron querer protestar, pero hicieron lo que Nicolai ordenaba. Ninguno fue muy amable con el sirviente.

Nicolai comenzo a pasearse.

– No puedes pedirme que deje marchar a este hombre.

– Por favor, Nicolai. Creo que hay verdad en la leyenda de vuestro valle. Creo que cuando la magia se manipulo indebidamente, se volvio algo retorcido, y algo malvado fue liberado aqui. Creo que hace presa de las debilidades humanas. Nuestros fallos, alimenta colera y celos. Alimenta nuestros propios miedos. Ha habido demasiados incidentes, y cada persona cuenta la misma historia. No saben que ocurrio; actuaron de forma ajena a lo que normalmente harian.

Un grunido retumbo profundamente en la garganta de el.

– Quieres que le deje marchar -repitio, sus ojos ambar brillaban con amenaza.

Ella asintio.

– Eso es exactamente lo que quiero que hagas. Creo que hay una entidad suelta, y ella es la responsable, no el hombre.

– Si esta cosa puede influenciar a un hombre, entonces ese hombre tiene una enfermedad por la que se atreveria a arriesgar tu vida.

– Nicolai -respiro su nombre, una gentil persuasora.

El mascullo una imprecacion, con llamas manando de sus ojos.

– Por ti, cara mia, solo por ti. Pero creo que este hombre ha perdido el derecho a la vida. Deberia desterrarle del valle.

Ella cruzo a su lado y se puso de puntillas para presionar un beso en la mandibula decidida.

– Le devolveras su tabajo. Le enviaras a casa. Tu misericordia te ganara su lealtad diez veces.

– Tu misericorda -corrigio el. Para mi el ya esta muerto.

Cuando ella continuo mirandole, suspiro.

– Como desees, Isabella. Dare la orden.

– Grazie, amore mio -Sonriendo, le beso de nuevo y le dejo con su pasear.

CAPITULO 18

Sarina estaba en la habitacion de Lucca, quejandose y cloqueando sobre el. Lucca, que parecia desesperado, gesticulaba hacia Francesca tras la espalda del ama de llaves, claramente esperando que ella le salvara. Isabella sonrio a las otras, la sonrisa afectada de los conspiradores.

– Sarina -dijo Isabella, utilizando su voz mas dulce-. Francesca y yo tenemos un pequeno recado que ejecutar. Por favor cuida del mio fratello hasta que regresemos.

– Estamos en medio de la noche -siseo Lucca entre dientes-. Ninguna de vosotras deberia ir a ninguna parte sin escolta.

– Estaremos perfectamente a salvo -Le tranquilizo Francesca con una brillante sonrisa-. Nos mantendremos en los pasadizos. Sarina se ocupara excelentemente de ti en nuestra ausencia.

– ?Isabella, te prohibo que corras por ahi! ?Has perdido todo sentido de la decencia? -Otro espasmo de tos le sacudio.

Las tres mujeres se apresuraron a ayudarle, pero fue Francesca contra la que se apoyo, acostumbrado a la firme sensacion de su brazo alrededor de la espalda y el cuadrado de tela que le presionaba en la mano. Debil, se inclino hasta casi doblarse y aferro el brazo de ella para evitar que se moviera.

Cuando los espasmo hubieron pasado, Lucca levanto la mirada hacia Francesca.

– Puedes ver que te necesito aqui conmigo.

– Solo intenta dormir -Replico ella dulcemente, palmeandole el hombro-. Volvere antes de que te des cuenta.

– Deberia hablar con el tuo fratello -espeto el, disgustado-. Y tu, Isabella, tienes mucho por lo que responder. Francesca me ha hablado de tu compromiso.

Isabella rio suavemente y beso a su hermano en la coronilla.

– Demasiado tarde para preocuparse porque corra por ahi. Llegue a este lugar por mis propios medios. Creo que Don DeMarco tiene intencion de hablar contigo sobre mi comportamiento caprichoso.

Los ojos oscuros de Lucca centellearon, revelando momentaneamente su naturaleza arrogante y orgullosa.

– Si quiere hablar conmigo sobre tu comportamiento, podria desear explicar por que a su propia hermana se le permite estar sin escolta en el dormitorio de un hombre.

– Me encantaria escuchar esa discusion en particular -dijo Francesca mientras tomaba la mano de Isabella-.

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