Un estremecimiento recorrio su cuerpo, pero permanecio inmovil, obediente, cuando le quite el insecto. Admito que yo tambien me estremeci, porque era la arana mas grande que habia visto en mi vida, casi la mitad de mi mano. Choco contra la barandilla con un ruido audible, y Helen chillo. Nunca la habia oido expresar miedo, y ese grito me dio ganas de agarrarla y sacudirla, incluso de pegarle.

– No pasa nada -me apresure a tranquilizarla, y la cogi del brazo. Sorprendido, vi que

emitia uno o dos sollozos antes de calmarse. Me extrano que una mujer capaz de disparar a un vampiro se impresionara tanto por una arana, pero el dia habia sido largo y tenso. Ella me sorprendio de nuevo cuando se volvio hacia el rio y hablo en voz baja.

– Prometi que te hablaria de Geza.

– No has de decirme nada.

Confiaba en no aparentar irritacion.

– No quiero mentir con el silencio. -Camino unos pasos, como para dejar atras la arana por completo, aunque habia desaparecido, lo mas probable en el Danubio-. Cuando estudiaba en la universidad estuve enamorada de el un tiempo, y a cambio ayudo a mi tia a conseguirme la beca y un pasaporte para salir de Hungria.

Me encogi y la mire fijamente.

No fue asi de grosero -dijo-. No dijo: «Si te acuestas conmigo, podras ir a Inglaterra».

De hecho, es bastante sutil. Tampoco consiguio todo lo que queria de mi, pero cuando ya se me habia pasado el enamoramiento, tenia el pasaporte en la mano. Ocurrio asi, y cuando me di cuenta, ya tenia el billete para la libertad, para Occidente, y no deseaba cederlo. Pense que valia la pena con tal de localizar a mi padre. Segui la corriente a Geza hasta que pude escapar a Londres, y despues le deje una carta en que rompia con el. Al menos, quise ser sincera en eso. Debio enfadarse mucho, pero nunca me escribio.

– ?Como supiste que era de la policia secreta?

Helen rio.

– Era demasiado presumido para ocultarlo. Queria impresionarme. No le dije que me habia dejado mas asustada que impresionada, y mas asqueada que asustada. Me hablo de la gente que habia enviado a la carcel y de las torturas, e insinuo cosas peores. Es imposible no odiar a una persona semejante.

– No me gusta saber esto, puesto que Geza esta interesado en mis movimientos -dije-, pero si me alegro de saber lo que sientes por el.

– ?Que te pensabas? -pregunto ella-. He intentado mantenerme lo mas alejada de Geza desde el momento en que llegamos.

– Pero yo intui sentimientos contradictorios en ti cuando le viste en el congreso -admiti-. No pude evitar pensar que tal vez le habias amado, o que todavia le amabas…

– No. -Meneo la cabeza y contemplo la corriente oscura-. No podria querer a un interrogador, un torturador, probablemente un asesino. Y si no lo rechace por esto, en el pasado y mucho mas ahora, hay otras cosas que me impulsarian a rechazarlo. -Se volvio en mi direccion, pero sin mirarme a la cara-. Hay cosas menores, pero aun asi muy importantes. No es amable. No sabe cuando ha de decir algo que consuele y cuando hay que callar. La historia le importa un pimiento. No tiene ojos grises dulces ni cejas pobladas, ni se sube las mangas hasta los codos. -La mire fijamente, y ahora me miro con valentia decidida-. En suma, el mayor problema de el es que no es tu.

Su mirada era casi indescifrable, pero al cabo de un momento empezo a sonreir, como de mala gana, como si tuviera que combatir consigo misma, y era la sonrisa hermosa de todas las mujeres de su familia. La mire, todavia incredulo, y despues la tome en mis brazos y la bese con pasion.

– ?Que te creias? -murmuro en cuanto la solte un segundo-. ?Que te creias?

Nos quedamos alli largos minutos (habria podido ser una hora), y de repente retrocedio con un gemido y se llevo la mano al cuello.

– ?Que pasa? -pregunte enseguida.

Vacilo un momento.

– Mi herida -dijo poco a poco-. Se ha curado, pero a veces me da un pinchazo. Justo ahora estaba pensando… que tal vez no deberia haberte tocado.

Intercambiamos una mirada.

– Dejame verla -dije-. Helen, dejame verla.

Se desanudo en silencio el panuelo y alzo la barbilla a la luz de la farola. En la piel de su fuerte garganta vi dos marcas de color purpura, casi cerradas del todo. Mis temores se aplacaron un poco. Estaba claro que no la habian vuelto a morder desde el primer ataque.

Me incline y apoye los labios sobre aquel punto.

– ?No, Paul! -grito, y retrocedio.

– Me da igual -dije-. Yo la curare. -Escudrine su rostro-. ?O te he hecho dano?

– No, ha sido balsamico -admitio, pero apoyo la mano sobre las heridas, casi de manera protectora, y al cabo de un momento volvio a anudarse el panuelo. Yo sabia que, aunque la contaminacion hubiera sido leve, debia vigilar a Helen con mas cautela que nunca. Busque en mi bolsillo-. Tendriamos que haber hecho esto hace mucho tiempo. Quiero que lo lleves encima.

Era uno de los pequenos crucifijos que habiamos traido de la iglesia de Santa Maria. Lo ceni alrededor de su cuello, para que colgara con discrecion por debajo del panuelo. Dio la impresion de que exhalaba un suspiro de alivio, y lo toco con el dedo.

– No soy creyente, y no me parecia demasiado academico…

– Lo se, pero ?te acuerdas de aquel dia en la iglesia de Santa Maria?

– ?Santa Maria?

Fruncio el ceno.

– Cerca de nuestra universidad. Cuando entraste para leer las cartas de Rossi conmigo, te mojaste la frente con agua bendita.

Penso un momento. -Si, lo hice, pero no por fe. Senti anoranza de mi pais. Paseamos lentamente por el puente y las calles oscuras sin tocarnos. Aun podia sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo.

– Deja que te acompane a tu habitacion -susurre cuando vimos el hotel.

– Aqui no. -Pense que sus labios temblaban-. Nos vigilan.

No repeti mi peticion, y me alegro la distraccion que nos esperaba en la recepcion del hotel.

Cuando pedi mi llave, el empleado me la dio con una nota escrita en aleman: Turgut habia telefoneado y queria que yo le llamara. Helen espero mientras yo repetia el ritual de pedir el telefono y dar al recepcionista una pequena propina para que me ayudara (me habia rebajado mucho desde mi llegada), y despues marque un rato hasta que el telefono sono.

Turgut contesto con voz estentorea y cambio al instante al ingles.

– ?Paul, querido! Gracias a los dioses que has llamado. Tengo noticias para ti, noticias importantes.

Senti un nudo en la garganta.

– ?Has encontrado un mapa? ?La tumba? ?A Rossi?

– No, amigo mio, nada tan milagroso, pero la carta que Selim encontro ha sido traducida, y se trata de un documento sorprendente. Fue escrita por un monje de la fe ortodoxa en 1477, en Estambul. ?Me oyes?

– ?Si, si! -grite, de modo que el recepcionista me fulmino con la mirada y Helen compuso una expresion angustiada-. Continua.

– En 1477 acogio a algunos monjes de los Carpatos que traian con ellos el cadaver de un asesino de turcos, un noble. Hay mas. Creo que es importante que sigas la informacion de

esta carta. Te la ensenare cuando vuelvas manana. ?Si?

– ?Si! -grite-. Pero ?lo enterraron en Estambul?

Helen estaba meneando la cabeza, y lei sus pensamientos: el telefono podia estar pinchado.

– Por la carta, no sabria decirlo -trono Turgut-. Aun no se muy bien donde esta

enterrado, pero no es muy probable que la tumba se encuentre aqui. Creo que deberas prepararte para un nuevo viaje. Tambien es probable que necesites otra vez el auxilio de la buena tia.

Pese a las interferencias, capte una nota humoristica en su voz. -?Un nuevo viaje? ?Adonde?

– ?A Bulgaria! -grito Turgut desde muy lejos.

Mire a Helen mientras el auricular resbalaba de mi mano.

– ?A Bulgaria?

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