Cuando naciste, tu pelo era negro y estaba pegado a tu cabeza viscosa formando rizos.

Despues de que te lavaran y secaran, se convirtio en un suave vello alrededor de tu cara, pelo oscuro como el mio, pero tambien cobrizo como el de tu padre. Estaba tendida en un charco de morfina, te sostenia y veia cambiar los reflejos de tu pelo, de un oscuro zingaro a brillante, y otra vez oscuro. Todo en ti era pulido y brillante. Te habia formado y pulido en mi interior sin saber lo que hacia. Tus dedos eran dorados, tus mejillas rosas, tus pestanas y cejas las plumas de una cria de cuervo. Mi felicidad se imponia incluso a la morfina.

Tu madre que te quiere,

Helen Rossi

66

Desperte temprano en mi catre del dormitorio masculino de Rila. El sol empezaba a filtrarse por las pequenas ventanas, que daban al patio, y algunos turistas seguian dormidos como troncos en otros catres. Cuando aun no habia amanecido, escuche el primer tanido de la campana, que ahora volvia a tocar. Mi primer pensamiento fue que Helen habia dicho que se casaria conmigo. Queria verla otra vez, queria verla lo antes posible, encontrar un momento para preguntarle si lo de ayer solo habia sido un sueno. El sol que banaba el patio era un eco de mi felicidad, y el aire de la manana se me antojo increiblemente fresco, henchido de siglos de frescor.

Pero Helen no estaba desayunando. En cambio, si vi a Ranov, hosco como siempre,

fumando, hasta que un monje le pidio con gentileza que saliera fuera a fumar. En cuanto termine de desayunar, segui el corredor hasta el dormitorio de las mujeres, donde Helen y yo nos habiamos despedido la noche anterior, y encontre la puerta entreabierta. Las demas mujeres, alemanas y checas, se habian ido y habian dejado sus camas hechas. Al parecer, Helen seguia dormida. Vi su forma en el catre mas cercano a la ventana. Estaba vuelta hacia la pared, y yo entre con sigilo, razonando que, puesto que ahora era mi prometida, tenia derecho a darle un beso de buenos dias, incluso en un monasterio. Cerre la puerta a mi espalda, con la esperanza de que no entrara ningun monje.

Helen daba la espalda a la habitacion. Cuando me acerque, se giro apenas en mi direccion, como si intuyera mi presencia. Tenia la cabeza echada hacia atras, los ojos cerrados, los rizos oscuros desplegados sobre la almohada. Estaba profundamente dormida y una respiracion similar a un estertor surgia de sus labios. Pense que debia estar cansada de nuestros viajes y paseos del dia anterior, pero el abandono de su postura me impelio a acercarme mas, inquieto. Me incline sobre ella, con la idea de besarla incluso antes de que se despertara, y en un unico y terrible momento vi la palidez verduzca de su cara y la sangre fresca en su garganta. En el lugar de la herida casi cicatrizada, en la parte mas profunda de su cuello, sangraban dos pequenos cortes, rojos y abiertos. Tambien habia un poco de sangre en el borde de la sabana blanca, y en la manga de su camison blanco de aspecto barato, a consecuencia de haber echado el brazo hacia atras mientras dormia. La parte delantera de su camison estaba abierta y algo desgarrada, y uno de sus pechos estaba visible casi hasta el pezon oscuro. Asimile todo esto en un instante, petrificado, y tuve la impresion de que mi corazon dejaba de latir. Despues extendi la sabana sobre su desnudez, como si tapara a un nino para que durmiera. En aquel momento no se me ocurrio otro movimiento. Un espeso sollozo inundo mi garganta, una rabia que jamas habia experimentado.

– ?Helen!

Sacudi su hombro con delicadeza, pero su expresion no cambio. Repare ahora en su cara demacrada, como si padeciera dolor incluso en el sueno. ?Donde estaba el crucifijo? Me acorde de el de repente y mire a mi alrededor. Lo encontre al lado de mi pie. La fina cadena estaba rota. ?Lo habria arrancado alguien, o lo habria roto ella mientras dormia? La sacudi de nuevo.

– ?Despierta, Helen!

Esta vez se removio, pero como inquieta, y me pregunte si seria perjudicial obligarla a recobrar la conciencia con excesiva rapidez. No obstante, al cabo de un segundo abrio los ojos y fruncio el ceno, muy debil. ?Cuanta sangre habia perdido durante la noche, esa misma noche en que yo habia dormido como un tronco en el corredor vecino? ?Por que la habia dejado sola, aquella o cualquier noche?

– Paul -dijo perpleja-. ?Que haces aqui? -Entonces se incorporo con un esfuerzo y reparo en el camison desarreglado. Se llevo la mano a la garganta, mientras yo la miraba angustiado y en silencio, y la retiro poco a poco. Habia sangre seca y pegajosa en sus dedos. Los miro fijamente y luego me miro a mi- Oh, Dios -dijo. Se incorporo del todo y senti algo de alivio, pese al horror que reflejaba su cara. Si hubiera perdido toda la sangre,

o casi toda, habria estado demasiado debil incluso para ese movimiento-. Oh, Paul – susurro. Me sente en el borde de la cama, tome su otra mano y la aprete con fuerza.

– ?Estas despierta del todo? -pregunte.

Ella asintio.

– ?Sabes donde estas?

– Si -dijo, pero despues inclino la cabeza sobre la mano ensangrentada y estallo en sollozos, un sonido horripilante. Nunca la habia oido llorar asi. El sonido recorrio mi cuerpo como una oleada de frio glacial.

Bese su mano limpia.

– Estoy aqui.

Ella apreto mis dedos, sin dejar de llorar, y luego intento serenarse.

– Hemos de pensar en que… ?Ese es mi crucifijo?

– Si. -Lo alce y la examine con atencion, pero para mi alivio infinito no retrocedio ni se encogio-. ?Te lo quitaste?

– No, claro que no. -Meneo la cabeza y una ultima lagrima resbalo sobre su mejilla-. Tampoco recuerdo haberlo roto. No creo que ellos, el, se atrevieran, si la leyenda es cierta.

– Se seco la cara, con la mano lejos de la herida de la garganta-. Debi romperlo mientras dormia.

– Eso creo, a juzgar por donde lo encontre. -Le indique el punto del suelo-. ?Te

incomoda… tenerlo cerca de ti?

– No -dijo-. Todavia no.

Las palabras me robaron el aliento.

Helen toco el crucifijo, vacilante al principio, y despues lo tomo en su mano. Expulse el

aliento. Helen tambien suspiro.

– Me dormi pensando en mi madre, y en un articulo que me gustaria escribir sobre las figuras de los bordados transilvanos (son muy famosas), y no me he despertado hasta ahora.

– Fruncio el ceno-. Tuve una pesadilla, pero mi madre salia todo el rato. Estaba…

ahuyentando a un gran pajaro negro. Cuando lo consiguio, se inclino y beso mi frente, como cuando me ponia a dormir de pequena, y vi la marca… -Hizo una pausa, como si pensar le doliera un poco- Vi la marca del dragon en su hombro desnudo, pero me parecio que era parte de ella, no algo terrible. Cuando recibi su beso en la frente, no tuve miedo.

Senti la punzada de un extrano temor, y recorde aquella noche en mi apartamento, cuando habia creido mantener alejado al asesino de mi gato a base de leer hasta pasada la medianoche un libro sobre la vida de los comerciantes holandeses, a los que habia llegado a querer. Algo habia protegido a Helen tambien, al menos hasta cierto punto. La habian herido cruelmente, pero no habia perdido toda su sangre. Nos miramos en silencio.

– Habria podido ser mucho peor -dijo.

La rodee en mis brazos y senti el temblor de sus hombros, por lo general firmes. Yo

tambien estaba temblando.

– Si -susurre-, pero hemos de protegerte.

Helen meneo la cabeza de repente, asombrada.

– ?Y estamos en un monasterio! No lo entiendo. Los No Muertos detestan estos lugares. – Senalo la cruz sobre la puerta, el icono y la sagrada lampara que colgaba en una esquina-.

?Delante de la Virgen?

– Yo tampoco lo entiendo -dije poco a poco, y di vuelta a su mano en la mia-. Pero sabemos que los monjes viajaron con los restos de Dracula y que debieron enterrarle en un monasterio. Eso en si ya es extrano. Helen - aprete su mano-, he estado pensando en otra cosa. El bibliotecario de nuestra universidad… Nos localizo en

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