Estambul y despues en Budapest. ?Es posible que nos haya seguido hasta aqui? ?Es posible que haya sido el tu atacante de esta noche?
Ella se encogio.
– Lo se. Me mordio una vez en la biblioteca, de modo que tal vez quiera repetir la jugada, ?verdad? Pero senti en mi sueno la potente impresion de que era otra persona, alguien mucho mas poderoso. La cuestion es como ha podido entrar, aunque no tuviera miedo del monasterio.
– Eso es sencillo. -Indique la ventana mas cercana, que estaba entreabierta a unos dos metros del catre de Helen-. Oh, Dios, ?por que te deje estar sola aqui?
– No estaba sola -me recordo-. Habia diez personas mas durmiendo en la sala conmigo.
Pero tienes razon… Puede cambiar de forma, como dijo mi madre… Un murcielago, niebla…
– O un gran pajaro negro.
Su sueno habia aparecido en mi mente de nuevo.
– Ahora me han mordido dos veces -dijo, casi medio dormida.
– ?Helen! -La sacudi de nuevo-. Nunca mas te dejare sola, ni siquiera una hora.
– ?Ni siquiera una hora?
Su antigua sonrisa, sarcastica y adorable, regreso un momento.
– Quiero que me prometas algo. Si sientes algo que yo no sienta, si sientes que algo te acecha…
– Te lo dire, Paul, si siento algo por el estilo. -Ahora hablaba con energia, y su promesa parecio espolearla-. Vamos, por favor. Necesito comer, y necesito un poco de vino tinto o brandy, si encontramos. Traeme una toalla y la jofaina. Me lavare el cuello y lo vendare. – Su dinamico sentido practico era contagioso, y la obedeci al instante-. Luego iremos a la iglesia y lavare la herida con agua bendita, cuando nadie mire. Si puedo soportarlo, podremos mantener la esperanza. Que raro… -Me alegre de volver a ver su sonrisa esceptica-. Siempre he considerado una tonteria todos estos rituales religiosos, y aun opino lo mismo.
– Pero por lo visto el no opina lo mismo que tu -dije.
La ayude a limpiarse el cuello con una esponja, con cuidado de no tocar las heridas
abiertas, y vigile la puerta mientras se vestia. Ver de cerca los pinchazos me resulto tan terrible que, por un momento, pense que debia salir de la habitacion y dar rienda suelta a mis lagrimas en el pasillo. Pero aunque los movimientos de Helen eran debiles, vi determinacion en su cara. Se ato el panuelo habitual, y encontro en su equipaje un trozo de cuerda para colgarse de nuevo el crucifijo, con la esperanza de que fuera mas fuerte que la cadena. Sus sabanas estaban manchadas, pero solo se veian gotas pequenas.
– Dejaremos que los monjes piensen que… Bueno, alojan mujeres en su hosteria -dijo Helen con su estilo directo acostumbrado-, no sera la primera vez que tengan que lavar sangre.
Cuando salimos de la iglesia, Ranov estaba paseando en el patio. Miro a Helen con los ojos entornados.
– Ha dormido hasta muy tarde -dijo en tono acusador. Yo examine con detenimiento sus caninos cuando hablo, pero no estaban mas afilados de lo normal. De hecho, se veian mellados y grises en su desagradable sonrisa.
67
Me habia exasperado el hecho de que Ranov se resistiera tanto a guiarnos hasta Rila, pero fue mucho mas inquietante presenciar su entusiasmo cuando le pedimos que nos llevara a Bachkovo. Durante el viaje en coche, fue senalando toda clase de paisajes, muchos de los cuales eran interesantes pese a sus comentarios incesantes. Helen y yo procuramos no mirarnos, pero yo estaba seguro de que sentia la misma aprension. Ahora teniamos que preocuparnos tambien por Jozsef. La carretera de Plovdiv era estrecha y serpenteaba paralela a un arroyo rocoso a un lado y empinados riscos al otro. Una vez mas, nos estabamos internando en las montanas. En Bulgaria nunca estas lejos de las montanas. Se lo comente a Helen, que estaba mirando por la ventanilla opuesta, en el asiento posterior del coche de Ranov, y asintio.
– En turco, balkan significa «montana».
El monasterio carecia de una entrada espectacular. Nos desviamos de la carretera y paramos en un pedazo de tierra polvoriento, y desde alli fuimos a pie hasta la puerta del monasterio.
Bachkovski manastir se hallaba asentado entre altas colinas yermas, en parte boscosas y en parte roca desnuda, cerca del estrecho rio. Incluso a principios de verano, el paisaje ya estaba seco, y no me costo mucho imaginar hasta que punto debian valorar los monjes aquella fuente de agua cercana. Las paredes exteriores eran de la misma piedra color pardo grisaceo que las montanas circundantes. Los tejados del monasterio eran de tejas rojas acanaladas como las que habia visto en casa de Stoichev, asi como en cientos de casas e iglesias al borde de las carreteras. La entrada al monasterio era una arcada, tan oscura como un agujero en el suelo.
– ?Se puede entrar asi por las buenas? -pregunte a Ranov. Nego con la cabeza, lo cual queria decir que si, y entramos en la fresca oscuridad de la arcada. Tardamos unos segundos en acceder al soleado patio, y durante esos momentos, dentro de las profundas murallas del monasterio, solo pude oir nuestros pasos.
Tal vez habia esperado otro gran espacio publico como el de Rila. La intimidad y belleza del patio principal de Bachkovo llevo un suspiro a mis labios, y Helen tambien murmuro algo en voz alta. La iglesia del monasterio ocupaba casi todo el patio, y sus torres eran rojas, angulares, bizantinas. Aqui no habia cupulas doradas, solo una elegancia clasica: los materiales mas sencillos dispuestos en formas armoniosas. Crecian enredaderas en las torres de la iglesia, contra las cuales se acurrucaban arboles. Un magnifico cipres se alzaba como una aguja a su lado. Tres monjes con habito y gorro negros hablaban delante de la iglesia. Los tres arrojaban sombras sobre el brillante sol del patio, y se habia levantado una suave brisa que movia las hojas. Ante mi sorpresa, correteaban gallinas de un lado a otro, picoteando en las antiguas piedras, y un gato atigrado acosaba a algo en una grieta del muro.
Al igual que en Rila, las paredes interiores del monasterio eran largas galerias de piedra y madera. La parte inferior de piedra de algunas galerias, asi como el portico de la iglesia, estaba cubierta de frescos casi borrados. Aparte de los tres monjes, las gallinas y el gato, no se veia a nadie. Estabamos solos, solos en Bizancio.
Ranov se acerco a los monjes y entablo conversacion con ellos mientras Helen y yo nos rezagabamos un poco. Regreso al cabo de un momento.
– El abad no esta, pero el bibliotecario si, y podra ayudarnos. -No me gusto que se incluyera en el grupo, pero no dije nada-. Pueden ir a visitar la iglesia mientras yo voy a localizarle.
– Le acompanaremos -dijo con firmeza Helen, y todos seguimos a uno de los monjes por las galerias. El bibliotecario estaba trabajando en una habitacion del primer piso. Se levanto del escritorio para recibirnos cuando entramos. Era un espacio desnudo, salvo por una estufa de hierro y una alfombra de colores brillantes en el suelo. Me pregunte donde estarian los libros, los manuscritos. Aparte de un par de volumenes sobre el escritorio de madera, no vi ni rastro de una biblioteca.
– Este es el hermano Ivan -explico Ranov. El monje hizo una reverencia sin ofrecer la mano. De hecho, tenia las manos embutidas en las largas mangas, cruzadas sobre el cuerpo.
Se me ocurrio que no queria tocar a Helen. Ella debio pensar lo mismo, porque retrocedio y se coloco casi detras de mi. Ranov intercambio unas cuantas palabras con el-. El hermano Ivan les ruega que se sienten. - Obedecimos. El hermano Ivan tenia una cara larga y seria y lucia barba. Nos estudio unos minutos-. Pueden hacerle algunas preguntas -nos animo Ranov.
Carraspee. No habia remedio. Tendriamos que interrogarle delante de Ranov. Debia procurar que mis preguntas parecieran propias de un estudioso.
– ?Quiere hacer el favor de preguntar al hermano Ivan si sabe algo sobre peregrinos procedentes de Valaquia?
Ranov formulo esta pregunta al monje, y al oir la palabra «Valaquia», el rostro del hermano Ivan se ilumino.
– Dice que el monasterio sostuvo una importante relacion con Valaquia desde finales del siglo quince.
Mi corazon se acelero, aunque procure aparentar tranquilidad.
– ?Si? ?Cual era?
Conversaron un poco mas, y el hermano Ivan movio su larga mano en direccion a la puerta. Ranov asintio.