estan preparando la iglesia. Primero nos acompanara a casa de Baba Yanka y despues volveremos para presenciar el espectaculo.
Nos miro fijamente, como para averiguar que nos interesaba mas.
– ?Que estan haciendo alli?
Senale a un grupo de hombres que trabajaban en el campo contiguo a la iglesia. Algunos estaban apilando troncos y ramas grandes, mientras otros disponian ladrillos y piedras a su alrededor. Ya habian recogido un inmenso arsenal del bosque.
– El hermano Ivan dice que es para la hoguera. No lo sabia, pero van a caminar sobre el fuego.
– ?Caminar sobre el fuego! -exclamo Helen.
– Si -contesto Ranov-. ?Conocen esta costumbre? No es muy habitual en nuestros dias, sobre todo en esta parte del pais. Solo se que se conserva en la region del mar Negro, pero esta zona es pobre y supersticiosa. El Partido esta trabajando por mejorar la situacion. No me cabe duda de que, al final, estas cosas seran eliminadas.
– Yo tambien he oido hablar de esto. -Helen se volvio hacia mi-. Era una costumbre pagana, y paso a ser cristiana cuando los pueblos de los Balcanes se convirtieron. Por lo general, se baila mas que se camina. Me alegro mucho de poder presenciar algo semejante.
Ranov se encogio de hombros y nos guio hacia la iglesia, pero no antes de ver que uno de los hombres que reunian lena se inclinaba y prendia fuego a la pira, que ardio al instante.
La madera estaba seca, y las llamas no tardaron en alcanzar la parte superior de la pila, de modo que todas las ramas se abrasaron. Hasta Ranov permanecio inmovil. Los hombres que habian encendido el fuego retrocedieron unos pasos, y luego unos cuantos mas, y se limpiaron las manos en los pantalones. El fuego cobro vida plena de repente. Las llamas casi llegaron a la altura del tejado de la iglesia, pero estaban lo bastante lejos para no amenazarla. Vimos al fuego devorar su enorme manjar, hasta que Ranov se volvio de nuevo.
– Dejaran que se vaya quemando durante las siguientes horas -dijo-. Ni los mas
supersticiosos se pondrian a bailar ahora.
Cuando entramos en la iglesia, un joven, al parecer el sacerdote, salio a recibirnos. Nos estrecho la mano con una agradable sonrisa, y el hermano Ivan y el se hicieron sendas reverencias.
– Dice que es un honor recibirles en este dia -informo Ranov con cierta sequedad.
– Digale que es un honor para nosotros poder asistir a la fiesta. ?Podria preguntarle quien fue Sveti Petko?
El sacerdote explico que era un martir local, asesinado por los turcos durante la ocupacion por negarse a abjurar de su fe. Sveti Petko habia sido el parroco de la primera iglesia erigida en este lugar, que los turcos habian incendiado, e incluso despues de que quemaran su iglesia se nego a aceptar la fe musulmana. Habian erigido la iglesia mas tarde, y enterraron sus reliquias en la antigua cripta. Hoy, mucha gente iba para postrarse alli. Su icono especial, y otros dos de gran poder, serian transportados en procesion alrededor de la iglesia y a traves del fuego. Alli estaba Sveti Petko, pintado en la pared delantera de la iglesia. Senalo un fresco semiborrado que tenia detras, el cual plasmaba un rostro barbudo no muy diferente del suyo. Debiamos volver a visitar la iglesia cuando estuviera todo preparado. Estabamos invitados a presenciar la ceremonia y a recibir la bendicion de Sveti Petko. No seriamos los primeros peregrinos de otros paises que habian acudido al santuario para aliviar enfermedades o dolores. El sacerdote nos sonrio con dulzura.
Le pregunte por mediacion de Ranov si habia oido hablar de un monasterio llamado Sveti Georgi. Nego con la cabeza.
– El monasterio mas cercano es Bachovski -dijo-. A veces, monjes de otros monasterios han venido aqui en peregrinacion, pero hace mucho tiempo.
Supuse que se referia a que las peregrinaciones habian cesado desde la conquista del poder por parte de los comunistas, y tome nota mental de preguntar a Stoichev acerca de esto cuando volvieramos a Sofia.
– Le preguntare la direccion de Baba Yanka -dijo Ranov al cabo de un momento.
El sacerdote sabia muy bien donde vivia. Lamento no poder acompanarnos, pero la iglesia habia estado cerrada meses (solo acudia aqui los dias festivos), de modo que su ayudante y el tenian mucho trabajo que hacer.
La aldea se aposentaba en una hondonada, justo debajo del prado donde se erguia la iglesia.
Era la comunidad mas pequena que habia visto desde mi llegada al bloque oriental, no mas de quince casas acurrucadas casi con temor, con manzanos y huertos en sus alrededores, pistas de tierra lo bastante anchas para dejar paso a una carreta, un antiguo pozo con un travesano de madera y un cubo que colgaba de el. Me quede sorprendido por la absoluta ausencia de elementos modernos, y me descubri buscando senales del siglo XX. Por lo visto, ese siglo no habia pasado por alli, y casi me senti traicionado cuando vi un cubo de plastico en el patio lateral de una casa de piedra. Daba la impresion de que las casas habian crecido a partir de pilas de roca gris, con los pisos superiores construidos en albanileria como una idea de ultima hora, con los tejados de pizarra. Algunas exhibian hermosos adornos antiguos de madera que no habrian quedado fuera de lugar en un pueblo de estilo tudor.
Cuando entramos en la unica calle de Dimovo, la gente empezo a salir de las casas y establos para darnos la bienvenida, sobre todo gente mayor, muchos deformados hasta extremos increibles por anos de rudo trabajo, las mujeres con las piernas arqueadas de manera grotesca, los hombres inclinados hacia delante como si fueran cargados siempre con un saco invisible de algo pesado. La piel de su cara era de color tostado, con las mejillas encarnadas. Sonreian y saludaban, y vi destellos de encias desdentadas o materiales brillantes en sus bocas. Al menos habian recibido los cuidados de un dentista, pense, aunque costaba imaginar donde o como. Algunos se adelantaron para inclinarse ante el hermano Ivan, y el los bendijo y dio la impresion de que interrogaba a algunos. Caminamos hasta la casa de Baba Yanka en el centro de una pequena multitud, cuyos miembros mas jovenes podrian haber cumplido los setenta, aunque Helen me dijo despues que estos campesinos debian tener veinte anos menos de lo que yo pensaba.
La casa de Baba Yanka era muy pequena, apenas una cabana, y se apoyaba contra un pequeno establo. La mujer se acerco a la puerta para ver que estaba pasando. Lo primero que vi de ella fue un destello de su panuelo de flores rojas para la cabeza y despues su corpino a rayas y el delantal. Se asomo, nos miro, y algunos aldeanos gritaron su nombre, lo cual provoco que saludara con la cabeza rapidamente. La piel de su cara era de color caoba, la nariz y la barbilla afiladas, y los ojos, cuando nos acercamos mas, al parecer castanos, pero perdidos entre pliegues de arrugas.
Ranov le dijo algo (confie en que no fuera nada arrogante o impertinente), y despues de mirarnos unos minutos, la mujer cerro la puerta de madera. Esperamos en silencio fuera, y cuando volvio a abrirla, vi que no era tan diminuta como habia imaginado. Le llegaba a Helen al hombro, y sus ojos eran risuenos en una cara cautelosa. Beso la mano del hermano Ivan y nosotros le estrechamos la mano, cosa que parecio dejarla perpleja. Despues nos guio hasta el interior de la casa como si fueramos un grupo de gallinas fugitivas.
Su casa era muy pobre por dentro, pero limpia, y observe con una punzada de compasion que la habia adornado con un jarron de}flores silvestres, que descansaba sobre una mesa aranada y restregada. La casa de la madre de Helen era una mansion comparada con esta pulcra y destartalada habitacion, con la escalerilla que subia al primer piso clavada a una pared. Me pregunte durante cuanto tiempo podria subir la escalera Baba Yanka, pero se movia por la habitacion con tal energia que comprendi al cabo de un momento que no era una anciana. Se lo dije en un susurro a Helen y ella asintio.
– Unos cincuenta -dijo en voz baja.
Esto todavia me impresiono mas. Mi madre, en Boston, tenia cincuenta y dos anos, y habria podido ser la nieta de esta mujer. Las manos de Baba Yanka eran tan deformes como ligeros sus pies. Vi que sacaba platos cubiertos con tela y disponia vasos ante nosotros, y me pregunte que habria hecho con aquellas manos durante su vida para que tuvieran ese aspecto. Talar arboles, tal vez, cortar lena, recoger cosechas, trabajar con frio y calor. Nos dirigio una o dos miradas subrepticias mientras se afanaba, cada una acompanada de una veloz sonrisa, y al final nos sirvio un brebaje, algo blanco y espeso, que Ranov engullo al instante. Senalo con la cabeza en direccion a la mujer y se seco la boca con un panuelo. Yo le imite a continuacion, pero estuve a punto de morir. El liquido estaba tibio y sabia a suelo de establo. Intente reprimir las arcadas, mientras Baba Yanka me sonreia. Helen bebio el suyo con dignidad, y Baba Yanka le palmeo la mano.
– Leche de oveja mezclada con agua -explico Helen-. Imagina que es un batido de leche.
– Ahora le preguntare si va a cantar -dijo Ranov-. Eso es lo que quieren, ano?