con mi hermana esta tarde.

Rezongue y pedi a Ranov que probara de nuevo, Esta vez el tambien chasqueo la lengua.

– Dice que no sabe nada de ningun monasterio. Aqui nunca ha habido un monasterio.

– ?Cuando es el dia de San Jorge? -pregunte.

– El seis de mayo. -Ranov me miro de arriba abajo-. Se les ha escapado por unas pocas semanas.

Me quede en silencio, pero entretanto Baba Yanka habia vuelto a animarse. Estrecho nuestras manos, beso a Helen y nos hizo prometer que iriamos a escucharla por la tarde.

– Es mucho mejor con mi hermana. Hace la segunda voz.

Le aseguramos que no faltariamos. Insistio en obsequiarnos con algo de comer, que estaba preparando cuando entramos. Consistia en patatas y una especie de engrudo, y mas leche de oveja. Supuse que me acostumbraria si me quedaba unos meses. Comimos y alabamos sus artes culinarias, hasta que Ranov nos dijo que debiamos volver a la iglesia si queriamos ver el inicio del oficio religioso. Baba Yanka se separo de nosotros de mala gana, apreto nuestros brazos y manos y palmeo las mejillas de Helen.

La hoguera que habian encendido junto a la iglesia casi se habia apagado, aunque algunos troncos todavia ardian sobre las brasas, palidas a la brillante luz de la tarde. Los aldeanos estaban empezando a congregarse cerca de la iglesia, incluso antes de que las campanas empezaran a taner. Las campanas taneron en la pequena torre de piedra, y despues, un joven sacerdote aparecio en la puerta. Ahora iba vestido de rojo y dorado, con una larga capa bordada sobre su habito y un chal negro encima del gorro. Llevaba un incensario con cadena de oro, que hizo oscilar en tres direcciones ante la puerta de la iglesia.

La gente congregada (mujeres vestidas como Baba Yanka con rayas y flores, o de negro de pies a cabeza, y hombres con toscos chalecos y pantalones de lana color castano, camisas blancas atadas o abotonadas en el cuello) retrocedio cuando el sacerdote salio. Se mezclo con ellos, les bendijo con la senal de la cruz, y algunos inclinaron la cabeza o se arrodillaron delante de el. Detras venia un hombre de mayor edad, vestido como un monje con un sencillo habito negro. Supuse que debia ser su ayudante. Este hombre sostenia un icono en los brazos, cubierto con seda purpura. Lo vi apenas un momento, un rostro rigido, palido, de ojos oscuros. Debia ser Sveti Petko, pense. Los aldeanos siguieron al icono en silencio alrededor del perimetro de la iglesia. Muchos se apoyaban en bastones o en los brazos de los mas jovenes. Baba Yanka nos localizo y tomo mi brazo con orgullo, como para demostrar a sus vecinos los buenos contactos que tenia. Todo el mundo nos miro. Se me ocurrio que estabamos recibiendo al menos tanta atencion como el icono.

Los dos sacerdotes nos guiaron en silencio por la parte posterior de la iglesia y el otro lado, donde vimos el anillo de fuego a corta distancia y percibimos el olor del humo que se alzaba de el. Las llamas estaban languideciendo, sin que nadie se ocupara de ellas, los ultimos troncos y ramas tenian un color naranja intenso, y el conjunto se iba convirtiendo poco a poco en una masa de brasas. Repetimos tres veces esta procesion alrededor de la iglesia, y despues el sacerdote se detuvo de nuevo en el porche y empezo a cantar. A veces su ayudante le contestaba y a veces los feligreses murmuraban una respuesta, se persignaban o inclinaban la cabeza. Baba Yanka habia soltado mi brazo, pero no se habia alejado de nosotros. Helen lo observaba todo con mucho interes, y tambien Ranov.

Al final de esta ceremonia al aire libre, seguimos a la congregacion al interior de la iglesia, oscura como una tumba despues del resplandor de los campos y las arboledas. Era una iglesia pequena, pero el interior poseia una especie de exquisitez, de la que iglesias mas grandes que habiamos visto no podian presumir. El sacerdote joven habia colocado el icono de Sveti Petko en un lugar de honor cerca de la parte delantera, apoyado en un podio tallado. Observe que el hermano Ivan se inclinaba ante el altar.

Como de costumbre, no habia bancos. La gente estaba de pie o arrodillada sobre el frio suelo de piedra, y algunas mujeres se habian postrado en el centro de la iglesia. Las paredes laterales albergaban nichos con frescos o iconos, y en una de ellas destaca una abertura oscura que, pense, debia descender a la cripta. Era facil imaginar los siglos de campesinos que habian rezado alli, y en la iglesia anterior que se habia alzado en este mismo lugar.

Despues de lo que se me antojo una eternidad, los canticos cesaron. La gente se inclino de nuevo y empezamos a salir de la iglesia. Algunas personas se detuvieron a besar iconos o a encender velas, que colocaban en los candelabros de hierro cercanos a la entrada. Las campanas de la iglesia empezaron a tocar, y seguimos a los feligreses al exterior, donde el sol, la brisa y los campos rutilantes nos asaltaron sin previo aviso. Habian dispuesto una mesa larga bajo los arboles, y las mujeres ya estaban sacando platos y sirviendo algo contenido en jarras de ceramica. Entonces vi que habia una segunda hoguera encendida a este lado de la iglesia, mas pequena, sobre la que colgaba un cordero ensartado. Dos hombres le estaban dando vueltas sobre las brasas, y se me hizo la boca agua al percibir aquel aroma primitivo. Baba Yanka lleno nuestros platos y nos condujo hasta una manta alejada de la muchedumbre. Alli conocimos a su hermana, que era igual que ella, aunque un poco mas alta y delgada, y todos disfrutamos de la excelente comida. Hasta Ranov, sentado con su traje de ciudad sobre la manta, parecia casi contento. Otros aldeanos se detuvieron a saludarnos y a preguntar a Baba Yanka y su hermana cuando cantarian, atencion que ellas desecharon con un ademan digno de estrellas de la opera.

Cuando no quedo nada del cordero y las mujeres se pusieron a lavar platos sobre un cubo de madera, repare en que tres hombres habian sacado instrumentos musicales y se estaban preparando para tocar. Uno de ellos sostenia el instrumento mas raro que habia visto de cerca en mi vida, una bolsa hecha de piel blanca de animal muy limpia, con tubos de madera que sobresalian de ella. Era una especie de gaita, y Ranov nos dijo que era un instrumento antiguo de Bulgaria, la gaida, hecha de piel de cabra. El anciano que la acunaba en sus brazos fue soplando poco a poco hasta transformarla en un gran globo; este proceso duro sus buenos diez minutos, y el hombre estaba rojo como un tomate antes de terminar. La coloco bajo el brazo y soplo por un tubo, y todo el mundo aplaudio y le animo.

Emitio un sonido animal, un balido intenso, un chillido o un graznido. Helen rio.

– Hay gaitas en todas las culturas ganaderas del mundo -me informo.

Entonces el viejo se puso a tocar, y al cabo de un momento sus amigos se le unieron, uno provisto de una larga flauta de madera cuya voz remolineo a nuestro alrededor como una cinta movil, mientras el segundo golpeaba un tambor de piel suave con una baqueta forrada de fieltro. Algunas mujeres se levantaron de un brinco y formaron una hilera, y un hombre con un panuelo blanco, tal como habiamos visto con Stoichev, las guio alrededor del prado.

La gente demasiado vieja o enferma para bailar sonreia con sus terribles dientes y encias vacias, pateaban el suelo o seguian el ritmo con sus bastones.

Baba Yanka y su hermana estaban calladas, como si su momento aun no hubiera llegado.

Esperaron a que el flautista las llamara con gestos y sonrisas, y luego a que el publico se sumara a la llamada, fingieron cierta vacilacion, y al final se levantaron y caminaron cogidas de la mano hacia los musicos, a cuyo lado se colocaron. Todo el mundo enmudecio, y la gaida toco una pequena introduccion. Las dos mujeres empezaron a cantar, con los brazos enlazados mutuamente alrededor de la cintura, y el sonido que produjeron (una armonia que me llegaba a las entranas, aspera y bella) dio la impresion de emanar de un solo cuerpo. El sonido de la gaida se intensifico a su alrededor, y despues las tres voces, las voces de las dos mujeres y la cabra, se elevaron juntas y se dispersaron sobre nosotros como el gemido de la propia tierra. De pronto, los ojos de Helen se inundaron de lagrimas, algo tan inusual que la rodee con mi brazo delante de todo el mundo.

Despues de que las mujeres interpretaran cinco o seis canciones, con vitores procedentes de la multitud, todo el mundo se levanto, aunque no supe a que senal se debia hasta que el sacerdote se acerco. Portaba un icono de Sveti Petko, envuelto en terciopelo rojo, y detras venian dos muchachos, cada uno vestido con un habito oscuro y cargados con un icono cubierto por completo de seda blanca. Esta procesion se dirigio al otro lado de la iglesia,

seguida de los musicos, que interpretaban una triste melodia, hasta detenerse entre la iglesia y la hoguera grande. El fuego se habia apagado por completo. Solo quedaba un circulo de brasas consumidas, de un rojo infernal. Hilillos de humo se elevaban de ellas, como si debajo hubiera algo vivo que aun respirara. El sacerdote y sus ayudantes se pararon junto a la pared de la iglesia, sosteniendo sus tesoros delante de ellos.

Por fin, los musicos atacaron una nueva cancion, alegre pero triste al mismo tiempo, pense, y uno a uno, los aldeanos que podian bailar, o al menos caminar, formaron una larga linea serpenteante que se puso a dar vueltas poco a poco alrededor del fuego. Cuando la hilera paso delante de la iglesia, Baba Yanka y otra mujer (esta vez no era su hermana, sino una mujer todavia mas curtida por la intemperie, cuyos ojos nublados parecian casi ciegos)

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