se adelantaron e inclinaron la cabeza ante el sacerdote y los iconos. Se quitaron los zapatos y calcetines y los dejaron con cuidado junto a la escalera de la iglesia. Besaron el rostro adusto de Sveti Petko y recibieron la bendicion del sacerdote. Los jovenes ayudantes de este entregaron un icono a cada mujer, al tiempo que retiraban las fundas de seda. La musica alcanzo una nueva intensidad. El hombre que tocaba la gaida sudaba profusamente, con el rostro amoratado y las mejillas infladas.
A continuacion, Baba Yanka y la mujer de los ojos nublados se pusieron a bailar, sin perder el paso en ningun momento, y despues, mientras yo presenciaba la escena inmovil, bailaron descalzas sobre las brasas. Cada mujer sostenia el icono delante de ella cuando entro en el circulo. Cada una lo sostenia en alto, con la vista clavada con dignidad en otro mundo. La mano de Helen estrujo la mia hasta que me dolieron los dedos. Los pies de las mujeres se alzaban y caian sobre las brasas, levantaban chispas. En un momento dado vi que del dobladillo de la falda a rayas de Baba Yanka salia humo. Bailaron entre las brasas al misterioso ritmo del tambor y la gaita, y cada una tomo una direccion diferente dentro del circulo de fuego.
Yo no habia visto los iconos cuando entraron en el circulo, pero ahora observe que uno, en manos de la mujer ciega, plasmaba a la Virgen Maria, con el Nino sobre la rodilla, la cabeza inclinada bajo una pesada corona. No pude ver el icono de Baba Yanka hasta que dio la vuelta al circulo. El rostro de Baba Yanka era asombroso, los ojos enormes y fijos, los labios relajados, la piel marchita brillante a causa del terrible calor. El icono que portaba en brazos debia ser muy antiguo, como el de la Virgen, pero a traves de las manchas de humo y el calor, distingui muy bien una imagen. Mostraba a dos figuras enfrentadas en una especie de baile, dos seres terribles y amenazadores por igual. Uno era un caballero con armadura y capa roja, el otro un dragon de cola larga y ensortijada.
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Diciembre de 1963
Querida hija:
Ahora estoy en Napoles. Este ano voy a intentar ser mas sistematica en mi investigacion.
Hace calor en Napoles, pese a ser diciembre, cosa que agradezco porque estoy muy
resfriada. Nunca supe lo que significaba sentirse sola antes de dejarte, porque nunca nadie me habia amado como tu padre, y como tu, creo. Ahora soy una mujer solitaria en una biblioteca, que se suena la nariz y toma notas. Me pregunto si alguien se ha sentido tan solo como yo me siento aqui en la habitacion de mi hotel. En publico, llevo el panuelo sobre la blusa de cuello alto. Mientras desayuno sola, alguien me sonrie y yo le devuelvo la sonrisa.
Despues aparto la vista. Tu no eres la unica persona con la que no me merezco
relacionarme.
Tu madre que te quiere,
Helen
Febrero de 1964
Querida hija:
Atenas es sucia y ruidosa, y me resulta dificil acceder a los documentos que necesito del Instituto de Grecia Medieval, que parece ser tan medieval como su contenido. Pero esta manana, sentada en la Acropolis, casi puedo imaginar que esta separacion terminara algun dia, y nos sentaremos, cuando ya seas una mujer, tal vez, sobre estas piedras derrumbadas miraremos la ciudad. Yamos a ver: seras alta como tu padre, como yo, de pelo oscuro revuelto (?muy corto o recogido en una trenza gruesa?), llevaras gafas de sol y zapatillas de deporte, tal vez un panuelo en la cabeza si el viento es tan fuerte como hoy. Y yo estare vieja, arrugada, solo orgullosa de ti. Los camareros de los cafes te miraran a ti, no a mi, y
yo reire feliz, mientras tu padre les lanza una mirada fulminante por encima del periodico.
Tu madre que te quiere,
Helen
Marzo de 1964
Querida hija:
Ayer, mis fantasias acerca de la Acropolis eran tan intensas que he vuelto esta manana solo para escribirte. Sin embargo, en cuanto me sente a contemplar la ciudad, me empezo a doler la herida del cuello, y pense que una presencia me estaba acechando en las cercanias, de modo que solo pude mirar a mi alrededor una y otra vez, con la intencion de ver a alguien sospechoso entre las multitudes de turistas. No puedo entender por que este monstruo no ha venido todavia desde el abismo de los siglos para encontrarme. Ya estoy a su alcance, contaminada, casi deseosa de el. ?Por que no toma la iniciativa y me alivia de esta desdicha? Pero en cuanto pienso esto, me doy cuenta de que debo seguir oponiendole resistencia, rodeandome y protegiendome con todo tipo de amuletos, hasta descubrir sus anagazas con la esperanza de sorprenderle en una de ellas, tan desprevenido que yo sea capaz de pasar a la historia por haberlo destruido. Tu, mi angel perdido, eres el fuego que alimenta esta ambicion desesperada.
Tu madre que te quiere,
Helen
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Cuando vimos el icono con el que cargaba Baba Yanka, no se quien fue el primero que lanzo una exclamacion, Helen o yo, pero los dos disimulamos la reaccion al instante. Ranov estaba apoyado en un arbol a menos de tres metros de distancia, y observe aliviado que estaba contemplando el valle, aburrido y desdenoso, ocupado con su cigarrillo, y al parecer no habia reparado en el icono. Pocos segundos despues, Baba Yanka se habia dado la vuelta para salir del fuego en compania de la otra mujer, y ambas se acercaron al sacerdote.
Devolvieron los iconos a los dos muchachos, que los cubrieron al instante. Yo no dejaba de vigilar a Ranov. El sacerdote estaba bendiciendo a las dos mujeres, y se alejaron con el hermano Ivan, que les dio a beber agua. Baba Yanka nos dirigio una mirada de orgullo cuando paso, ruborizada, sonriente, y nos guino el ojo. Helen y yo le dedicamos una inclinacion, admirados. Examine sus pies. No parecian haber sufrido el menor dano, igual que los de la otra mujer. Solo en sus caras se notaba el calor del fuego, como una quemadura solar.
– El dragon -murmuro Helen mientras las mirabamos.
– Si -dije-. Hemos de averiguar donde guardan ese icono y que antiguedad tiene.
Vamos. El cura nos prometio una visita a la iglesia.
– ?Y Ranov?
Helen no miro a su alrededor.
– Tendremos que rezar para que decida abstenerse de seguirnos -dije-. Creo que no vio el icono.
El sacerdote estaba volviendo a la iglesia, y la gente habia empezado a dispersarse. Le seguimos con parsimonia, y le encontramos colocando el icono de Sveti Petko en su podio.
No vimos los otros dos iconos. Le di las gracias y alabe en ingles la belleza de la ceremonia. Agite las manos y senale al exterior. Parecio complacido. Despues hice un ademan que abarco la iglesia y enarque las cejas.
– ?Podemos dar una vuelta?
– ?Una vuelta?
Fruncio el ceno un segundo, y volvio a sonreir. Esperen. Solo necesitaba cambiarse.
Cuando volvio con su atuendo negro habitual, nos enseno todos los nichos, senalando ikoni y Hristos, y otras cosas que comprendimos mas o menos. Por lo visto, sabia mucho de aquel lugar y de su historia, pero desgraciadamente no pudimos entenderle. Por fin, le pregunte donde estaban los demas iconos, y senalo la cavidad que yo habia advertido antes en una capilla lateral. Al parecer, los habian devuelto a la cripta, donde los guardaban.