– Si, padre. -El rostro de Helen temblo-. Esta bien. Esta en Hungria.

– Si, ya lo habias dicho.

Volvio a cerrar los ojos.

– Ella aun te quiere, Rossi. -Acaricie la pechera de su camisa con una mano insegura-. Te envia este anillo y… un beso.

– Intente recordar muchas veces donde estaba, pero algo…

– Ella sabe que lo intentaste. Descansa un momento.

Su respiracion era cada vez mas ronca.

De repente, sus ojos se abrieron y lucho por levantarse. Fue espantoso presenciar sus esfuerzos, sobre todo porque no produjeron casi ningun resultado.

– Hijos, teneis que iros cuanto antes -jadeo-. Es muy peligroso que esteis aqui. Volvera y os matara.

Sus ojos volaron de un lado a otro.

– ?Dracula? -pregunte en voz baja.

Hizo una mueca horrible al oir el nombre.

– Si. Esta en la biblioteca.

– ?En la biblioteca? -Mire a mi alrededor sorprendido pese al horror que transparentaba la cara de Rossi-. ?Que biblioteca?

– Su biblioteca esta alli…

Intento senalar una pared.

– Ross -le apremie-, dinos que ocurrio y que tenemos que hacer.

Dio la impresion de que intentaba enfocar su vista un momento. Me miro y parpadeo varias veces. La sangre seca de su cuello se movio cuando lucho por respirar.

– Se abalanzo sobre mi de repente, en mi despacho, y me llevo consigo a un largo viaje.

No estuve… consciente durante una gran parte del tiempo, de modo que no se donde estoy.

– En Bulgaria -dijo Helen sin soltar su mano hinchada.

Los ojos de Rossi destellaron de nuevo con un antiguo interes, una chispa de curiosidad.

– ?Bulgaria? Por eso…

Intento humedecerse los labios.

– ?Que te hizo?

– Me trajo aqui despues de cuidar de su… diabolica biblioteca. He intentado resistir de todas las formas imaginables. Fue culpa mia, Paul. Habia vuelto a investigar de nuevo para un articulo… -Le costaba respirar-. Queria mostrarlo como parte de una… tradicion mas grande. Empezando por los griegos. Me entere de que habia un nuevo erudito en la universidad que escribia sobre el, aunque no pude averiguar su nombre.

Al oir esto, Helen respiro hondo. Los ojos de Rossi destellaron en su direccion.

– Pense que debia publicar por fin…

Resollaba, y cerro los ojos un momento. Helen se puso a temblar contra mi. Yo la sujete con fuerza por la cintura.

– No pasa nada -dije-. Esta descansando.

Pero Rossi parecia decidido a terminar.

– Si que pasa -dijo con voz estrangulada, los ojos cerrados todavia-. El te dio el libro.

Supe entonces que vendria a por mi, y lo hizo. Me resisti, pero casi me ha convertido… en otro como el. - Parecio incapaz de levantar la otra mano, y volvio la cabeza y el cuello con torpeza, de modo que de repente pudimos ver un profundo pinchazo en el lado de la garganta. Aun estaba abierto, y cuando la movio, se dilato y sangro. La mirada que dirigimos a aquel punto parecio trastornarle de nuevo, y me miro implorante-. Paul, ?esta oscureciendo afuera?

Una oleada de horror y desesperacion me embargo.

– ?Percibes el cambio, Rossi?

– Si, se cuando viene la oscuridad, y me entra… hambre. Por favor. Os oira. Iros, deprisa.

– Dinos como encontrarle -dije desesperado-. Le mataremos.

– Si, matadle, si podeis hacerlo sin poneros en peligro. Matadle por mi -susurro, y por primera vez vi que aun podia sentir rabia-. Escucha, Paul. Alli hay un libro. La vida de san Jorge. -Le costaba respirar de nuevo-. Muy antiguo, con una portada bizantina.

Nadie ha visto jamas un libro semejante. Tiene muchos libros, pero este es… -Por un momento dio la impresion de que iba a desmayarse. Helen apreto su mano entre las de ella y se echo a llorar sin poder contenerse-. Lo escondi debajo del primer armario de la izquierda. Llevaoslo si podeis. He escrito algo… He guardado algo dentro. Date prisa, Paul.

Se va a despertar. Yo me despierto con el.

– Oh, Jesus. -Busque a mi alrededor algo que pudiera ayudarnos, pero no sabia que-. Ross, por favor. No puedo permitir que te posea. Le mataremos y te pondras bien. ?Donde esta?

Helen, mas calmada, levanto el cuchillo y se lo enseno.

Dio la impresion de que exhalaba un largo suspiro, mezclado con una sonrisa. Vi entonces hasta que punto se habian alargado sus dientes, como los de un perro, y que la comisura de su labio estaba en carne viva. Las lagrimas resbalaron por sus mejillas amoratadas.

– Paul, amigo mio…

– ?Donde esta? ?Donde esta la biblioteca?

Mi tono era perentorio, pero Rossi no podia hablar.

Helen hizo un veloz ademan, y yo comprendi, y agarre una piedra del borde del suelo. Me costo un largo momento aflojarla, y en aquel instante temi haber oido un movimiento arriba, en la iglesia. Helen desabotono la camisa de Rossi y la abrio con delicadeza. Luego apoyo la punta del cuchillo de Turgut sobre su corazon.

Rossi clavo una mirada confiada en nosotros, con ojos como los de un nino, y despues los cerro. Al instante, hice acopio de fuerzas y golpee el pomo del cuchillo con aquella piedra antigua, una piedra colocada en ese lugar por algun monje anonimo, un campesino contratado o algun ciudadano desaparecido del siglo XII o XIII.

Era probable que aquella piedra hubiera permanecido inmovil durante siglos, pisada por los monjes que llevaban huesos al osario o transportaban vino al sotano. Aquella piedra no se habia movido cuando el cadaver de un matador de turcos extranjero fue transportado en secreto alli y fue escondido en una tumba recien excavada en el suelo, ni cuando los monjes valacos celebraban una misa hereje sobre ella, ni cuando la policia otomana fue alli a buscar en vano su cuerpo, ni cuando los jinetes otomanos entraron en la iglesia con sus antorchas, ni cuando una nueva iglesia se alzo encima, ni cuando los huesos de Sveti Petko fueron conducidos al relicario para descansar cerca de ella, ni cuando los peregrinos se arrodillaban para recibir la bendicion del martir. Habia descansado alli durante todos aquellos siglos hasta que yo la extraje bruscamente y le di un nuevo uso, y eso es todo cuanto puedo escribir al respecto.

73

Mayo de 1954

No tengo a nadie a quien poder escribir esto, y no albergo esperanzas de que sea encontrado alguna vez, pero me pareceria un crimen no intentar documentar mis vivencias mientras pueda hacerlo, y solo Dios sabe durante cuanto tiempo podre.

Fui secuestrado del despacho de mi universidad hace unos dias. No estoy seguro de

cuantos, pero supongo que aun estamos en mayo. Aquella noche me despedi de mi querido estudiante y amigo, el cual me habia ensenado su ejemplar del libro diabolico que durante anos habia intentado olvidar. Le vi alejarse, provisto de toda la ayuda que podia ofrecerle.

Despues cerre la puerta de mi despacho y me quede sentado unos momentos, arrepentido y temeroso. Sabia que era culpable. Habia reiniciado en secreto la investigacion sobre la historia de los vampiros, y tenia toda la intencion de aumentar mis conocimientos acerca de la leyenda de Dracula, y tal vez incluso de resolver al fin el

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