Busco su linterna y nos guio hacia abajo.
Los peldanos de piedra eran empinados, y la corriente fria que nos llego desde abajo consiguio que la iglesia pareciera provista de calefaccion. Agarre la mano de Helen mientras seguiamos la linterna del sacerdote, la cual iluminaba las piedras antiguas que nos rodeaban. La pequena camara no estaba del todo a oscuras. Las velas de dos lampadarios ardian junto al altar, y al cabo de un momento vimos que no se trataba de un altar, sino de un trabajado relicario de laton, cubierto en parte por damasco rojo bordado. Sobre el descansaban los dos iconos en sus marcos plateados, la Virgen y (avance un paso) el dragon y el caballero.
– Sveti Petko -dijo el cura risueno, y toco el cofre.
Senale la Virgen, y nos dijo algo relacionado con el Bachkovski manastir, aunque no entendimos nada mas. Despues senale el otro icono, y el sacerdote sonrio.
– Sveti Georgi -dijo, e indico el caballero. Senalo el dragon-. Drakula.
– Debe de significar dragon -me advirtio Helen.
Asenti.
– ?Como podemos preguntarle de que siglo cree que son?
– ?Star? ?Staro? -probo Helen.
El sacerdote nego con la cabeza para mostrar su acuerdo.
– Mnogo star -dijo con solemnidad. Le miramos. Alce la mano y conte dedos. ?Tres?
?Cuatro? ?Cinco? El hombre sonrio. Cinco. Cinco dedos: unos quinientos anos.
– Cree que es del siglo quince -dijo Helen-. Dios, ?como vamos a preguntarle de donde son?
Senale el icono, abarque la cripta con un ademan, indique la iglesia de encima. Cuando me entendio, hizo el gesto universal de ignorancia: se encogio de hombros y enarco las cejas.
No lo sabia. Al parecer, intentaba decirnos que el icono llevaba en Sveti Petko cientos de anos. No sabia nada mas.
Se volvio por fin, sonriente, y nos preparamos para seguirle a el y a su linterna escaleras arriba. Habriamos dejado el lugar definitivamente, sin la menor esperanza, si el estrecho tacon del zapato de Helen no se hubiera trabado entre dos piedras. Lanzo una exclamacion de irritacion (yo sabia que no tenia otro par de zapatos) y me agache al instante para ayudarla. Casi habiamos perdido de vista al sacerdote, pero las velas que ardian junto al relicario me proporcionaron luz suficiente para ver lo que estaba grabado en la vertical del ultimo escalon, al lado del pie de Helen. Era un pequeno dragon, tosco pero inconfundible, tan inconfundible como el dibujo de mi libro. Me puse de rodillas sobre las piedras y lo
segui con una mano. Lo conocia tan bien como si lo hubiera grabado yo mismo. Helen se acuclillo a mi lado, olvidando el zapato.
– Dios mio -dijo-. ?Que es este lugar?
– Sveti Georgi -dije poco a poco-. Ha de ser Sveti Georgi.
Me miro a la tenue luz, y el pelo le cayo sobre los ojos.
– Pero la iglesia es del siglo dieciocho -protesto. Entonces su rostro se ilumino-. ?Crees que…?
– Montones de iglesia tienen cimientos mucho mas antiguos, ?verdad? Sabemos que esta fue reconstruida despues de que los turcos quemaran la primera. Tal vez era la iglesia de un monasterio, un monasterio olvidado hace mucho tiempo -susurre agitado-. Pudo ser reconstruida decadas o siglos mas tarde, y rebautizada con el nombre del martir que recordaban.
Helen se volvio horrorizada y miro el relicario de laton detras de nosotros.
– ?Crees tambien…?
– No lo se -dije poco a poco-. Me parece improbable que hayan confundido unas reliquias con otras, pero ?cuando crees que abrieron por ultima vez esa caja?
– No parece lo bastante grande -dijo, pero parecio incapaz de seguir hablando.
– No lo es -admiti-, pero hemos de intentarlo. Al menos yo. Quiero que te mantengas al margen de esto, Helen.
Me dirigio una mirada inquisitiva, perpleja por la idea de que se me hubiera pasado por la cabeza prescindir de su ayuda.
– Es muy grave forzar la puerta de una iglesia y profanar la tumba de un santo.
– Lo se -dije-, pero ?y si no es la tumba de un santo?
Habia dos nombres que ninguno de los dos habriamos podido pronunciar en aquel lugar frio y oscuro, con sus luces parpadeantes, el olor a cera y tierra. Uno de esos nombres era Rossi.
– ?Ahora mismo? Ranov debe de estar buscandonos -dijo Helen.
Cuando salimos de la iglesia, las sombras de los arboles se estaban alargando y nuestro guia nos estaba buscando con expresion impaciente. El hermano Ivan estaba a su lado, pero repare en que casi no se hablaban.
– ?Ha hecho una buena siesta? -pregunto Helen cortesmente.
– Ya es hora de volver a Bachkovo. -La voz de Ranov era brusca de nuevo. Me pregunte si se sentia decepcionado por el hecho de que, en apariencia, no habiamos encontrado nada en aquel lugar-. Nos iremos a Sofia por la manana. Me aguardan algunos asuntos. Confio en que esten satisfechos de su investigacion.
– Casi -dije-. Me gustaria ver a Baba Yanka por ultima vez para agradecerle su ayuda.
– Muy bien.
Ranov parecia irritado, pero nos guio de vuelta al pueblo. El hermano Ivan caminaba en silencio detras de nosotros. La calle estaba tranquila bajo la luz dorada del anochecer, por todas partes se olia a guisos. Vi a un anciano que iba a la bomba de agua principal y llenaba un cubo. Al final de la callejuela de Baba Yanka vimos un pequeno rebano de cabras y ovejas. Oimos sus voces planideras y vimos que se apelotonaban entre las casas, hasta que un muchacho las obligo a doblar una esquina.
Baba Yanka se alegro mucho de vernos. La felicitamos por su maravillosa interpretacion y por el baile. El hermano Ivan la bendijo con un gesto silencioso.
– ?Como es que no se quema? -pregunto Helen.
– Ah, es gracias al poder de Dios -contesto la mujer-. Mas tarde no me acuerdo de como paso. A veces siento los pies calientes despues, pero nunca me quemo. Es el dia mas hermoso del ano para mi, aunque no me acuerdo mucho de el. Durante meses estoy tan serena como un lago.
Saco una botella sin etiquetar de la alacena y nos sirvio vasos de un liquido marron claro.
Dentro de la botella flotaban largas hierbas. Ranov explico que eran para darle sabor. El hermano Ivan declino la invitacion, pero Ranov acepto un vaso. Al cabo de unos cuantos sorbos, empezo a interrogar al hermano Ivan con una voz tan cordial como las ortigas. No tardaron en enzarzarse en una discusion que no entendi, aunque capte con frecuencia la palabra politicheski.
Despues de estar sentados un rato, interrumpi la conversacion un momento para pedir a Ranov que preguntara a Baba Yanka si podia utilizar su cuarto de bano. El hombre emitio una risita desagradable. Habia recuperado su antiguo humor, pense.
– Temo que no es muy comodo -dijo.
Baba Yanka tambien rio, y senalo la puerta de atras. Helen dijo que me acompanaria y esperaria su turno. El retrete del patio posterior de Baba Yanka estaba aun mas destartalado que la casa, pero era lo bastante ancho para ocultar nuestra huida entre los arboles y colmenas, hasta salir por la cancela posterior. No se veia a nadie, pero al llegar a la carretera nos internamos entre los arbustos y ascendimos por la colina. Por suerte, no habia nadie en los alrededores de la iglesia, envuelta ya en profundas sombras. El anillo de fuego refulgia bajo los arboles.
No nos molestamos en probar la puerta de delante, porque podian vernos desde la carretera.
Nos encaminamos a toda prisa hacia la parte de atras. Habia una ventana baja, cubierta en el interior por cortinas purpura.
– Por aqui entraremos en el santuario -dijo Helen. El armazon de madera solo estaba cerrado con pestillo, pero no con llave, de modo que lo abrirnos astillando un poco el marco y nos colamos entre las cortinas. Despues lo cerramos todo a nuestras espaldas. Dentro, vi que Helen tenia razon. Estabamos detras del iconostasio-. Aqui no se permite la entrada a las mujeres -dijo en voz baja, pero estaba mirando a su alrededor con la curiosidad de una colegiala mientras hablaba.
La estancia que habia detras del iconostasio albergaba un alto altar cubierto de telas y velas.
Dos libros antiguos descansaban sobre un aparador de laton cercano, y de unos ganchos clavados en la pared