Sobre sus hombros llevaba una capa de piel blanca, sujeta con el simbolo plateado de un dragon. Las ropas eran extraordinarias. Me aterraron casi tanto como la presencia de este extrano No Muerto.

Eran ropas de verdad, vi vas, nuevas, no piezas descoloridas expuestas en un museo. Las portaba con elegancia y suntuosidad extraordinarias, erguido en silencio ante mi, y la capa caia a su alrededor como un remolino de nieve. La luz de las velas revelo una mano surcada de cicatrices, de dedos romos, apoyada sobre el pomo de un cuchillo, y mas abajo una pierna poderosa envuelta en un calzon verde y un pie calzado con una bota. Se volvio un poco en direccion a la luz, pero siempre en silencio. Ahora vi mejor su cara, y me encogi al advertir la crueldad de su fuerza, los grandes ojos oscuros bajo el ceno fruncido, la nariz larga y recta, los pomulos anchos. Su boca estaba cerrada en una sonrisa implacable, una curva de color rubi bajo su poblado bigote oscuro. Vi en una comisura de su boca una mancha de sangre seca. Oh, Dios, eso si que me hizo retroceder espantado. La vision ya era bastante horrible de por si, pero comprendi de inmediato que debia ser mi propia sangre, y la cabeza me dio vueltas.

Se irguio en toda su estatura con orgullo y me miro fijamente.

– Soy Dracula -dijo. Las palabras surgieron claras y frias. Tuve la impresion de que habian sido pronunciadas en un idioma que yo desconocia, aunque las entendi a la perfeccion. Fui incapaz de hablar y le segui mirando, presa de una paralisis de horror. Su cuerpo se hallaba a tan solo tres metros de mi, y no cabia duda de que era real y poderoso, tanto si estaba muerto como vivo-. Acerquese -dijo con aquel mismo tono puro y frio-. Esta cansado y hambriento despues de nuestro viaje. Le he preparado la cena.

Su gesto fue elegante, casi obsequioso, con un destello de joyas en sus grandes dedos blancos.

Vi una mesa cerca del fuego, llena de platos tapados. Percibi el olor de la comida (comida buena, autentica, humana) y los aromas estuvieron a punto de conseguir que me desmayara.

Dracula se acerco en silencio a la mesa y sirvio un liquido rojo en una copa. Pense por un momento que debia ser sangre.

– Acerquese -repitio en un tono mas suave.

Fue a sentarse de nuevo en su butaca, como si pensara que seria mas facil para mi

aproximarme a la mesa si el se alejaba. Avance con paso vacilante hasta la silla vacia, con las piernas temblorosas de miedo y debilidad. Me derrumbe en la silla y contemple las fuentes. ?Por que tenia ganas de comer si podia morir de un momento a otro?, me pregunte.

Era un misterio que solo mi cuerpo comprendia. Dracula estaba sentado en su butaca mirando el fuego. Vi su feroz perfil, la nariz larga y la fuerte mandibula, los rizos de pelo oscuro sobre su hombro. Habia juntado las manos con aire pensativo, de modo que su manto y las mangas bordadas habian resbalado hacia abajo, dejando al descubierto munecas de terciopelo verde y una gran cicatriz en el dorso de su mano. Su actitud era tranquila y pensativa. Empece a pensar que estaba sonando antes que estar amenazado, y me atrevi a levantar las tapas de algunas fuentes.

De pronto senti tanta hambre que apenas pude contener la tentacion de comer con ambas manos, pero al final logre levantar el cuchillo y el tenedor y cortar un trozo de pollo asado y despues una porcion de una carne oscura, como de caza. Habia cuencos de ceramica con patatas y gachas, un pan duro, una sopa de hortalizas caliente. Comi con voracidad, y tuve que hacer un esfuerzo para ir despacio y ahorrarme retortijones. La copa de plata estaba llena de vino tinto, no de sangre, y la bebi entera. Dracula no se movio mientras yo comia, pero no podia evitar mirarle cada pocos segundos. Cuando termine, me sentia casi preparado para morir, satisfecho durante un largo minuto. De modo que este era el motivo de que a un condenado a muerte le concedieran una ultima comida, pense. Fue mi primer

pensamiento lucido desde que habia despertado en el sarcofago. Tape con lentitud las fuentes vacias, procurando hacer el menor ruido posible, y me recline en la silla, a la espera.

Al cabo de un largo rato, mi acompanante se volvio en su butaca.

– Ha terminado de comer -dijo en voz baja-. Tal vez podamos conversar un poco. Le explicare por que le he traido aqui. -Su voz era clara y fria, una vez mas, pero en esa ocasion percibi una tenue vibracion en sus profundidades, como si el mecanismo que la producia estuviera infinitamente viejo y gastado. Me miro con aire pensativo y me encogi bajo su mirada-. ?Tiene alguna idea de donde esta?

Habia alimentado la esperanza de no tener que hablar con el, pero pense que era absurdo persistir en mi silencio, cosa que podia enfurecerle, aunque parecia muy calmado en aquel momento. Tambien se me habia ocurrido de repente que si contestaba, si entablabamos conversacion, podria ganar un poco de tiempo, que aprovecharia para examinar mi entorno y buscar una posible via de escape, algun medio de destruirle, si reunia fuerzas para ello, o ambas cosas. Debia ser de noche, de lo contrario no estaria despierto, si la leyenda era cierta. El amanecer llegaria tarde o temprano, y si yo estaba vivo para verlo, el tendria que dormir mientras yo permanecia despierto.

– ?Tiene alguna idea de donde esta? -repitio haciendo gala de su paciencia.

– Si -dije. No me decidi a utilizar ningun tratamiento-. Creo que si. Esta es su tumba.

– Una de ellas -sonrio-. Pero esta es mi favorita.

– ?Estamos en Valaquia?

No pude evitar la pregunta.

Meneo la cabeza, de manera que la luz del fuego se movio en su pelo oscuro y sobre sus ojos brillantes. Ese gesto tuvo algo de Inhumano, y el estomago se me revolvio. No se movia como una persona, pero tampoco habria podido explicar la diferencia.

– Valaquia se hizo demasiado peligrosa. Tendrian que haberme dejado descansar alli para siempre, pero no fue posible. Imaginese, despues de luchar tanto por mi trono, por nuestra libertad, ni siquiera pude depositar mis huesos alli.

– Entonces, ?donde estamos? -pregunte de nuevo, en vano, para creer que se trataba de una conversacion normal. Despues comprendi que no solo deseaba lograr que la noche pasara rauda y sin peligro, si existia alguna posibilidad de eso. Tambien deseaba averiguar algo sobre Dracula. Fuera lo que fuera ese ser, habia vivido quinientos anos. Sus respuestas moririan conmigo, por supuesto, pero ello no me impedia sentir una punzada de curiosidad.

– Ah, ?donde estamos? -repitio Dracula-. Creo que da igual. No estamos en Valaquia, que todavia sigue gobernada por idiotas.

Le mire fijamente.

– ?Sabe algo… del mundo moderno?

Me miro como divertido y sorprendido al mismo tiempo. Por primera vez vi sus dientes largos, las encias hundidas, que le daban el aspecto de un perro viejo cuando sonreia. Esa vision se desvanecio al instante (no, su boca era normal, aparte de aquella pequena mancha de mi sangre o de quien fuera) bajo el oscuro bigote.

– Si -dijo, y tuve miedo por un momento de oirle reir-. Conozco el mundo moderno. Es mi presa, mi obra favorita.

Pense que afrontar la situacion de cara podria favorecerme siempre que a el le pareciera bien.

– Entonces, ?que quiere de mi? He evitado el mundo moderno durante muchos anos…, al contrario que usted. Vivo en el pasado.

– Ah, el pasado. -Junto las yemas de los dedos a la luz del fuego-. El pasado es muy util, pero solo cuando puede ensenarnos algo acerca del presente. El presente es lo que cuenta. Pero me gusta mucho el pasado. Venga. ?Por que no ensenarselo ahora, puesto que ha comido y descansado?

Se levanto, una vez mas con aquel movimiento que parecia determinado por una fuerza que no procedia de las extremidades de su cuerpo, y yo me levante a toda prisa, temeroso de que fuera un truco, de que ahora se abalanzaria sobre mi. Pero se volvio poco a poco y levanto una enorme vela del lampadario cercano a su silla.

– Coja una luz -dijo al tiempo que se alejaba del fuego y se internaba en la oscuridad de la gran camara. Tome una vela y le seguia cierta distancia de sus extranas ropas y movimientos escalofriantes. Confie en que no me condujera de vuelta a mi sarcofago.

A la escasa luz de nuestras velas empece a ver cosas que antes no habia visto, cosas

maravillosas. Ahora distinguia mesas largas ante mi, mesas de una solidez antiquisima. Y sobre ellas descansaban montanas y montanas de libros (volumenes desmenuzados encuadernados en piel, con cubiertas doradas que captaban el brillo de mi vela). Tambien habia otros objetos. Nunca habia visto aquel tintero, ni plumas de ave y estilograficas tan raras. Habia un estante lleno de pergaminos que brillaban a la luz de las velas,

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