Ya no estoy seguro de que dia es. Empiezo a creer que han transcurrido mas dias, o que he estado sonando varias semanas, o que mi secuestro tuvo lugar hace un mes. En cualquier caso, este es mi tercer escrito. Pase la noche examinando la biblioteca, no para satisfacer los deseos de Dracula concernientes a su catalogacion, sino para averiguar algo que pudiera beneficiar a alguien…, pero las esperanzas se agotan. Solo consignare que hoy he descubierto que Napoleon mando asesinar a dos de sus generales durante su primer ano de emperador, muertes que nunca he visto documentadas en ningun sitio. Tambien examine una breve obra de Anna Comnena, la historiadora bizantina, titulada La tortura ordenada por el emperador por el bien del pueblo, si no he olvidado mi griego. Encontre un libro fabulosamente ilustrado sobre la cabala, tal vez de procedencia persa, en la seccion de alquimia. Entre los estantes de la coleccion sobre herejias me tope con un evangelio bizantino de san Juan, pero el principio del texto no coincide. Habla de la oscuridad, no de la luz. Tendre que examinarlo con detenimiento. Tambien encontre un volumen ingles de 1521 (esta fechado) llamado Filosofia del horror, un trabajo sobre los Carpatos acerca del cual habia leido algo, pero no creia que existiera.

Estoy demasiado cansado para estudiar estos textos tal como podria (tal como deberia), pero siempre que veo algo nuevo y extrano lo examino, con una urgencia

desproporcionada, teniendo en cuenta mi absoluta indefension. Ahora he de dormir otra vez, al menos un poco, mientras Dracula lo hace, con el fin de poder afrontar la siguiente prueba, sea cual sea, algo descansado.

?Cuarto dia?

Siento que mi mente empieza a desmoronarse. Por mas que me esfuerzo, me resulta imposible seguir el hilo del paso del tiempo o de mis esfuerzos por examinar la biblioteca.

No solo me siento debil, sino enfermo, y hoy experimente una sensacion que lleno de desdicha los restos de mi corazon. Estaba mirando una obra del incomparable archivo de Dracula sobre torturas, y vi en un hermoso libro en cuarto frances el dibujo de una nueva maquina capaz de separar las cabezas de los cuerpos en un instante. Habia un grabado ilustrativo: las partes de la maquina, el hombre vestido con elegancia cuya teorica cabeza acababan de separar de su teorico cuerpo. Mientras examinaba este dibujo, no solo senti asco por su proposito, no solo asombro por el maravilloso estado del libro, sino tambien un repentino anhelo de contemplar la escena real, de oir los gritos de la multitud y ver el chorro de sangre manar sobre el cuello de encaje y la chaqueta de terciopelo. Todo historiador conoce el ansia de ver la realidad del pasado, pero esto era algo nuevo, un tipo de ansia diferente. Deje el libro a un lado, apoye mi cabeza dolorida sobre la mesa y llore por primera vez desde que empezo mi cautiverio. No habia llorado desde hacia anos, de hecho, desde el funeral de mi madre. La sal de mis lagrimas me consolo un poco… Era tan corriente…

Dia

El monstruo duerme, pero ayer no me hablo en todo el dia, excepto para preguntarme como iba el catalogo, y para examinar mi trabajo durante unos minutos. Estoy demasiado cansado para continuar la tarea en este momento, o incluso para mecanografiar algo. Me sentare delante del fuego y tratare de volver a ser como antes unos momentos.

Dia

Anoche me invito a tomar asiento ante el fuego otra vez, como si aun estuvieramos

manteniendo una conversacion civilizada, y me dijo que trasladara la biblioteca pronto, antes de lo que pensaba, porque se acerca alguna amenaza.

– Esta sera su ultima noche. Despues le dejare aqui un tiempo -me dijo- pero acudira a mi cuando yo le llame. Entonces reanudara su trabajo en un lugar nuevo y mas seguro. Mas adelante nos ocuparemos de enviarle al mundo exterior. Procure pensar en quien me enviara para ayudarnos en nuestra tarea. De momento, le dejare donde nadie pueda encontrarle, por si acaso. -Sonrio, lo cual provoco que mi vision se nublara, y me esforce en mirar el fuego-. Ha sido muy obstinado. Tal vez le disfrazaremos de reliquia sagrada.

No quise preguntarle que queria decir.

Por lo tanto, no pasara mucho tiempo antes de que acabe con mi vida mortal. Ahora reservo todas mis energias para ser fuerte en los ultimos momentos. Procuro no pensar en la gente a la que he querido, con la esperanza de que existan menos posibilidades de que piense en ellos en mi siguiente e impio estado. Escondere este informe en el libro mas hermoso que he encontrado aqui (una de las pocas obras de historia que no me ha proporcionado un placer horrorizado), y despues ocultare el libro, para que deje de pertenecer a este archivo.

Ojala pudiera entregarme al polvo con el. Siento que se acerca el ocaso, en el mundo en que la luz y la oscuridad todavia existen, y utilizare todas mis escasas fuerzas para seguir siendo yo hasta el ultimo momento. Si existe alguna bondad en la vida, en la historia, en mi pasado, la invoco ahora. La invoco con toda la pasion con la que he vivido.

74

Helen toco la frente de su padre con dos dedos, como si le bendijera. Estaba reprimiendo los sollozos.

– ?Como podremos sacarle de aqui? Quiero enterrarle.

– No hay tiempo -dije con amargura-. Estoy seguro de que el preferiria que salieramos con vida.

Me quite la chaqueta y la extendi sobre el para cubrirle la cara. La losa de piedra pesaba demasiado para volver a ponerla en su sitio. Helen recogio la pistola y comprobo su estado, pese al torbellino de emociones.

– La biblioteca -susurro-. Hemos de encontrarla cuanto antes. ?Oiste algo hace un momento?

Asenti.

– Creo que si, pero no sabria decir de donde procedia el ruido.

Aguzamos el oido un momento. El silencio no se rompio. Helen estaba tanteando las paredes, con la pistola en una mano. La luz de las velas era muy insuficiente. Fuimos de un lado a otro, ejerciendo presion y dando golpecitos. No habia huecos, ni piedras que sobresalieran, ni posibles aberturas; nada que pareciera sospechoso.

– Casi habra oscurecido ya -murmuro Helen.

– Lo se -conteste-. Nos deben quedar diez minutos, y deberiamos marcharnos

enseguida.

Volvimos a examinar hasta el ultimo centimetro de la habitacion. El aire era frio, sobre todo ahora que no llevaba puesta la chaqueta, pero el sudor empezo a resbalar por mi espalda.

– Tal vez la biblioteca este en otra parte de la iglesia, o en los cimientos.

– Ha de estar escondida por completo, quiza bajo tierra -susurro Helen- De lo contrario, alguien habria dado con ella hace mucho tiempo. Ademas, si mi padre se encuentra en esta tumba…

No termino, pero era la pregunta que me habia atormentado desde el primer momento, cuando vi a Rossi: ?donde estaba Dracula?

– ?Ves algo anormal ahi?

Helen estaba mirando el techo bajo abovedado, y trataba de tocarlo con las yemas de los dedos.

– No veo nada.

Entonces un repentino pensamiento me impulso a coger una vela del lampadario y

acuclillarme. Helen me imito al instante.

– Si -susurro.

Yo estaba tocando el dragon tallado en la vertical del escalon de abajo. Lo habia acariciado con el dedo durante nuestra primera visita a la cripta. Aplique todo mi peso sobre el. No cedio, pero las manos sensibles de Helen ya estaban palpando las piedras que lo rodeaban, y de repente encontro una suelta. La sostuvo en la mano, como un diente. En el hueco aparecio un pequeno agujero oscuro. Introduje la mano y la movi por dentro, pero no

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