Despues se volvio hacia ti de repente, te tomo en sus manos, te abrazo y beso tus mejillas y cabeza-. ?Se encuentra bien? ?Se ha asustado?
– Esta bien -dije-. Puede que tenga hambre.
Helen se sento en un banco, saco un frasco de comida para bebes y empezo a darte de comer mientras entonaba una de aquellas cancioncillas que yo no entendia (hungaras o rumanas).
– Este lugar es muy bonito -dijo al cabo de un momento-. Quedemonos un par de dias.
– Hemos de volver a Paris el jueves por la noche -proteste.
– Bien, no hay tanta diferencia entre quedarse aqui una noche y quedarnos en Les Bains – contesto con calma-. Manana bajaremos a pie y tomaremos el autobus, si crees que hemos de irnos tan pronto.
Accedi porque estaba muy rara, pero sentia cierta reticencia, incluso cuando fui a plantear la peticion a nuestro guia. Este la transmitio a su superior, quien dijo que el hostal estaba vacio y podiamos quedarnos. Entre el sencillo almuerzo y la todavia mas sencilla cena, nos dieron una habitacion junto a la cocina, paseamos por las rosaledas, visitamos el huerto extramuros y nos sentamos en la parte posterior de la capilla para escuchar la misa cantada de los monjes, mientras tu dormias en el regazo de Helen. Un monje nos hizo los catres con sabanas limpias de tela basta. Despues de que te durmieras en uno de esos catres, con los nuestros colocados uno a cada lado para que no te cayeras, me puse a leer y fingi no vigilar a Helen. Estaba sentada en el borde de su catre con el vestido de algodon negro, contemplando la noche. Agradeci mentalmente que las cortinas estuvieran corridas, pero al final se levanto, las descorrio y miro afuera.
– Debe de estar oscuro, sin ninguna ciudad cerca -dije.
Ella asintio.
– Esta muy oscuro, pero aqui siempre ha sido igual, ?no crees? -?Por que no vienes a la cama?
Pase la mano por encima de ti y palmee su catre.
– De acuerdo -dijo sin protestar. De hecho, sonrio cuando se inclino para besarme antes de acostarse. La retuve en mis brazos un momento y senti la fuerza de sus hombros, la piel suave de su cuello. Despues se estiro y cubrio, y dio la impresion de dormirse mucho antes de que yo hubiera terminado el capitulo de mi libro y apagado el farol.
Desperte al amanecer, y note una especie de brisa en la habitacion. Reinaba un profundo silencio. Tu respirabas a mi lado bajo tu manta de lana, pero el catre de Helen estaba vacio.
Me levante sin hacer ruido y me puse los zapatos y la chaqueta. Los claustros estaban oscuros, el patio gris, la fuente era una masa de sombras. Pense que el sol tardaria bastante en iluminar ese lugar, puesto que antes debia alzarse sobre aquellos enormes picos del este.
Busque a Helen sin llamarla, porque sabia que le gustaba despertarse temprano, y debia estar absorta en sus pensamientos sentada en un banco, a la espera de la aurora. Sin embargo, no vi ni rastro de ella, y cuando el cielo se aclaro un poco empece a buscarla con mas rapidez, fui una vez al banco en que nos habiamos sentado el dia anterior y entre en la capilla, con su olor fantasmal a humo.
Por fin empece a llamarla por el nombre, primero en voz baja, despues a gritos y luego alarmado. Al cabo de unos minutos, un monje salio del refectorio, donde debian estar tomando la primera comida del dia y pregunto si podia ayudarme, si necesitaba algo. Le explique que mi mujer habia desaparecido y empezo a buscar conmigo.
– Puede que madame saliera a pasear.
Pero no descubrimos ni rastro de ella ni en el huerto, ni en el aparcamiento, ni en la cripta.
Buscamos por todas partes mientras el sol se encaramaba a los picos, y despues mi
acompanante fue a buscar mas monjes, y uno dijo que tomaria el coche para bajar a Les Bains y hacer indagaciones. Guiado por un impulso, le pedi que volviera con la policia.
Despues te oi llorar en el hostal. Corri hacia ti, temeroso de que te cayeras al suelo, pero solo acababas de despertarte. Te di de comer a toda prisa y te acune en mis brazos, y luego volvi a buscar en los mismos lugares.
Por fin, pedi que todos los monjes se reunieran para interrogarlos. El abad dio su
consentimiento y los condujo hasta los claustros. Nadie habia visto a Helen despues de que fueramos al hostal una vez terminada la cena. Todo el mundo estaba preocupado. La pauvre, dijo un monje anciano, lo cual me irrito. Pregunte si alguien habia hablado con ella el dia anterior o si habian observado algo raro.
– Por regla general, no hablamos con mujeres -me dijo el abad con mansedumbre.
Pero un monje se adelanto, y reconoci al instante al anciano cuya tarea consistia en estar sentado en la cripta. Su rostro se veia tan sereno y bondadoso como habia aparecido a la luz del farol en la cripta el dia anterior, con aquella leve confusion que yo ya habia observado.
– Madame se paro a hablar conmigo -dijo-. No me gusto quebrantar nuestra norma, pero era una dama tan educada y amable que conteste a sus preguntas.
– ?Que le pregunto?
Mi corazon ya se habia acelerado, pero ahora se desboco.
– Me pregunto quien estaba enterrado alli, y yo explique que era uno de nuestros primeros abades, y que reverenciamos su memoria. Despues pregunto que grandes cosas habia hecho, y yo le explique que tenemos una leyenda -miro al abad, el cual asintio para animarle a continuar-, la leyenda de que vivio una vida de santidad, pero en la muerte tuvo la desgracia de recibir una maldicion, de manera que se alzo de su tumba para atacar a los monjes, y su cuerpo tuvo que ser purificado. Despues una rosa blanca crecio en su corazon como muestra de que la Virgen le habia perdonado.
– ?Por eso alguien se sienta siempre a su lado, para vigilarle? -pregunte enfurecido.
El abad se encogio de hombros.
– Honrar su recuerdo es una de nuestras tradiciones.
Me volvi hacia el monje anciano, pero tuve que reprimir el deseo de retorcerle el pescuezo y ver tenirse de azul su cara.
– ?Le conto esto a mi esposa?
– Me interrogo acerca de nuestra historia, monsieur. No me parecio mal contestar a sus preguntas.
– ?Y que le dijo ella?
El hombre sonrio.
– Me dio las gracias con su dulce voz y me pregunto mi nombre, y yo le dije que era frere Kiril.
Enlazo las manos sobre la cintura.
Tarde un momento en asimilar aquellos sonidos, pues el nombre me resultaba desconocido por el acento frances en la segunda silaba, por aquel inocente frere. Despues te estreche entre mis brazos para no dejarte caer.
– ?Ha dicho que se llama Kiril? ?Me puede deletrear el nombre?
El atonito monje obedecio.
– ?De donde saco ese nombre? -pregunte. No podia evitar que mi voz temblara-. ?Es su nombre verdadero? ?Quien es usted?
El abad intervino, tal vez porque el anciano parecia muy perplejo.
– No es su nombre de pila -explico-. Todos adoptamos un nombre cuando hacemos los votos. Siempre ha habido un Kiril, alguien siempre lleva este nombre, y un frere Michel, ese de ahi…
– ?Me esta diciendo que hubo un hermano Kiril antes que el, y tambien otro antes? – pregunte al tiempo que te sujetaba con fuerza.
– Oh, si -dijo el abad, claramente perplejo por mi feroz interrogatorio-. A lo largo de toda nuestra historia, por lo que nosotros sabemos. Estamos orgullosos de nuestras tradiciones. No nos gustan las costumbres nuevas.
– ?Cual es el origen de esta tradicion?
A estas alturas, casi me habia puesto a gritar.
– No lo sabemos, monsieur -dijo el abad en tono paciente-. Siempre ha existido.
Me acerque a el y nuestras narices casi se tocaron.
– Quiero que abra el sarcofago de la cripta -dije.
El hombre retrocedio, estupefacto.
– ?Que esta diciendo? No podemos hacer eso.
– Acompaneme. Tenga -Te deposite en los brazos del joven monje que nos habia