aquella habitacion llena de dolor, su risa no parecia fuera de lugar.
– No, no, querido -dijo a Barley-. Tu tambien tienes que conocer la historia completa.
Me encantaba su acento, el ingles aspero pero al mismo tiempo dulce que me daba la impresion de conocer desde tiempo inmemorial. Era una mujer alta y delgada vestida de negro, con un vestido algo pasado de moda, y una masa de rizos grises alrededor de la cabeza. Su rostro era sorprendente: arrugado, ajado, pero de ojos juveniles. Verla me impresionaba cada vez que volvia la cabeza, no solo porque estaba a mi lado, real, sino porque siempre habia imaginado a una Helen joven. Nunca habia incluido en mi imaginacion los anos de separacion.
– Contar toda la historia llevara mucho tiempo -dijo en voz baja-, pero al menos os adelantare algunas cosas. En primer lugar, que lo siento. Os he causado mucho dolor, Paul, lo se. -Miro a mi padre. Barley se removio, violento, pero ella le detuvo con un gesto firme-. Yo me cause a mi misma un dolor todavia mayor. En segundo lugar, ya tendria que haberoslo dicho, pero ahora nuestra hija -su sonrisa era dulce y brillaban lagrimas en sus ojos-, nuestra hija y nuestros amigos pueden ser mis testigos. Estoy viva, no soy una No Muerta. No me ataco por tercera vez.
Quise mirar a mi padre, pero ni siquiera me pude obligar a volver la cabeza. Era un momento que les pertenecia solo a ellos. De todos modos, no le oi sollozar de manera audible.
Mi madre callo y tomo aliento.
– Paul, cuando fuimos a Saint Matthieu y me entere de sus tradiciones, el abad que se habia levantado de entre los muertos y el hermano Kiril que le vigilaba, estaba desesperada, y tambien era presa de una terrible curiosidad. Creia que no era una coincidencia que quisiera ver ese lugar, que ardiera en deseos de visitarlo. Antes de ir a Francia, habia realizado algunas investigaciones en Nueva York, sin decirtelo, Paul, con la esperanza de descubrir el segundo escondite de Dracula y vengar la muerte de mi padre. Pero nunca habia visto algo semejante a Saint Matthieu. Mi anhelo de ir a verlo empezo cuando lei la referencia de tu guia. Era un simple anhelo, sin la menor base academica.
Paseo la mirada por la habitacion, y su hermoso perfil adopto una postura languida.
– Habia reanudado mi investigacion en Nueva York porque pensaba que yo habia sido la causante de la muerte de mi padre, debido a mi deseo de superarle, de revelar la traicion cometida contra mi madre, y no podia soportar la idea. Despues empece a pensar que era mi sangre malvada, la sangre de Dracula, la culpable, y me di cuenta de que la habia transmitido a mi hija, aunque parecia que yo me hubiese curado del contacto con los No Muertos.
Se detuvo para acariciar mi mejilla y tomar mi mano entre las suyas. Yo me estremeci debido a la cercania de aquella mujer desconocida y familiar a la vez, apoyada contra mi hombro en el divan.
– Cada vez me sentia mas indigna, y cuando oi la explicacion que dio el hermano Kiril de la leyenda de Saint Matthieu, pense que no hallaria descanso hasta que averiguara algo mas.
Creia que si podia encontrar a Dracula y exterminarle, volveria a sentirme bien, a ser una buena madre, una persona con una nueva vida.
»Despues de que te durmieras, Paul, sali a los claustros. Habia pensado en volver a la cripta otra vez con mi pistola para intentar abrir el sarcofago, pero llegue a la conclusion de que no podia hacerlo sola. Mientras me debatia entre despertarte o no, suplicarte que me ayudaras, me sente en el banco del claustro y mire el precipicio. Sabia que no debia estar sola alli, pero el lugar me atraia. La luz de la luna era hermosa y la niebla trepaba por las paredes de las montanas.
Los ojos de Helen se desorbitaron de una manera extrana.
– Mientras estaba sentada alli, senti que se me erizaba el vello de la nuca, como si algo me acechara. Me volvi al instante, y al otro lado del claustro, el que no banaba la luz de la luna,
me parecio ver una figura oscura. Su rostro estaba en sombras, pero senti, mas que vi, su mirada clavada en mi. Bastaria un segundo para que extendiera las alas y me alcanzara, y yo estaba completamente sola en el parapeto. De repente me parecio oir voces, voces agonizantes en mi cabeza que me advertian de que jamas podria vencer a Dracula, de que este mundo era de el, no mio. Me decian que saltara mientras aun era yo, y me puse en pie como una sonambula y salte.
Se sento muy tiesa y clavo la mirada en el fuego. Mi padre se tapo la cara con la mano. -Deseaba lanzarme en caida libre como Lucifer, como un angel, pero no habia visto aquellas rocas. Cai sobre ellas y me hice cortes en la cabeza y los brazos, pero tambien habia un amplio colchon de hierba, asi que no me mate ni me rompi ningun hueso. Al cabo de unas horas desperte en el frio de la noche, senti sangre alrededor de mi cara y mi cuello, vi la luna que se ponia y el precipicio. Dios mio, si hubiera rodado en lugar de perder el conocimiento… -Hizo una pausa-. Sabia que no podia explicarte lo que habia intentado hacer, y la verguenza cayo sobre mi como una especie de locura. Pense que, a partir de ese momento, ya no podria ser digna de ti y de nuestra hija. Cuando reuni fuerzas me levante y descubri que no habia sangrado mucho. Aunque me dolia todo el cuerpo, no me habia roto nada y me di cuenta de que el no se habia abalanzado sobre mi. Me habria dado por perdida cuando salte. Me sentia muy debil y me costo andar, pero rodee los muros del monasterio y baje por la carretera en la oscuridad.
Pense que mi padre se pondria a llorar otra vez, pero guardo silencio, sin apartar ni un momento los ojos de los de mi madre.
– Sali al mundo. No fue tan dificil. Habia cogido el bolso, por pura costumbre, supongo, y porque en el guardaba la pistola y las balas de plata. Recuerdo que casi rei cuando lo descubri todavia colgado del brazo, en el precipicio. Tambien llevaba dinero, un monton en el forro, y lo utilice con prudencia. Mi madre siempre llevaba encima todo su dinero.
Supongo que son costumbres aldeanas. Nunca confio en los bancos. Mucho mas tarde, cuando necesite mas, lo saque de nuestra cuenta de Nueva York e ingrese una parte en un banco suizo. Despues me fui de Suiza a toda prisa por si intentabas seguir mi rastro, Paul.
?Ay, perdoname! -exclamo de repente, y apreto mas mis dedos. Supe que se referia al hecho de haberse ausentado, no al de haber dispuesto de ese dinero.
Mi padre apreto sus manos.
– Ese reintegro en metalico me insuflo esperanza unos meses, o al menos me dio que pensar, pero mi banco no pudo seguir tu rastro. Recupere el dinero.
Pero a ti no, podria haber anadido, aunque no lo hizo. Su rostro brillaba, alegre y cansado.
Helen bajo la vista.
– En cualquier caso, encontre un lugar donde quedarme unos dias, lejos de Les Bains, hasta que mis heridas cicatrizaron. Me escondi hasta poder salir de nuevo al mundo.
Se llevo los dedos a la garganta y vi la pequena cicatriz blanca en la que ya habia reparado tantas veces.
– En el fondo, sabia que Dracula no me habia olvidado, y que volveria a buscarme. Llene mis bolsillos de ajos y mi mente de fuerza. No me separaba de mi pistola, ni de mi cuchillo, ni de mi crucifijo. En todos los pueblos donde paraba iba a la iglesia y pedia la bendicion, aunque a veces, cuando entraba, me dolia la vieja herida. Siempre llevaba el cuello tapado.
Al final me corte mas el pelo y me lo teni, cambie mi forma de vestir, me puse gafas de sol.
Durante mucho tiempo me mantuve alejada de las ciudades, y despues, poco a poco, empece a frecuentar los archivos donde siempre habia deseado investigar.
»Fui muy minuciosa. Le encontraba alli donde iba: Roma, en la decada de 1620; Florencia, bajo los Medici; Madrid; Paris durante la Revolucion. A veces era un informe sobre una extrana epidemia, a veces un brote de vampirismo en algun cementerio, el de Pere Lachaise, por ejemplo. Daba la impresion de que siempre le gustaban los escribas, los archivistas, los bibliotecarios, los historiadores, cualquiera que rebuscara en el pasado por mediacion de los libros. Intente deducir a partir de sus movimientos donde se hallaba su nueva tumba, donde se habia escondido despues de que descubrieramos su tumba de Sveti Georgi, pero no halle ningun dato concreto. Pensaba que una vez que le descubriera, una vez que le matara, volveria y os diria que el mundo era seguro. Os ganaria para mi. Vivia
en el terror de que me encontrara antes que yo a el. Y a todas partes adonde iba os echaba de menos… Me sentia tan sola…
Tomo mi mano de nuevo y la acaricio como una adivina, y yo senti, bien a mi pesar, una oleada de ira por todos aquellos anos sin ella.
– Por fin pense que, aunque fuera indigna de ti, queria verte. A los dos. Ya habia leido sobre tu fundacion en