los periodicos, Paul, y sabia que estabas en Amsterdam. No fue dificil localizarte, o sentarme en un cafe cerca de tu despacho, o seguirte en un viaje o dos, con mucha cautela. Nunca me deje ver, por temor a que me vieras. Iba y venia. Si mi investigacion marchaba bien, me permitia una visita a Amsterdam y te seguia desde alli. Un dia, en Italia, en Monteperduto, le vi en la piazza. Te estaba siguiendo, vigilando. Fue cuando comprendi que el habia adquirido suficiente energia para pasear a plena luz del dia.

Sabia que estabas en peligro, pero pense que si te advertia, tal vez el peligro fuera mayor

aun. Al fin y al cabo, podia estar siguiendome a mi, no a ti, o intentando que yo lo

condujera hasta ti. Era una agonia. Sabia que debias haber vuelto a iniciar otra

investigacion, que debias estar interesado en el de nuevo, y por eso habias atraido su atencion. No sabia que hacer.

– Fue… culpa mia -murmure, al tiempo que apretaba su mano arrugada-. Yo encontre el libro.

Me miro un momento con la cabeza ladeada.

– Tu eres historiadora -dijo al cabo de un momento. No era una pregunta. Suspiro-.Durante varios anos, te he estado escribiendo postales, hija mia…, sin enviarlas, por supuesto. Un dia pense que podria comunicarme con los dos desde lejos, para informaros de que estaba viva sin permitir que nadie mas me viera. Las envie a Amsterdam, a tu casa, en un paquete dirigido a Paul.

Esta vez me volvi hacia mi padre, asombrada y enfurecida.

– Si -me dijo con tristeza-. Pense que no te las podia ensenar, no podia disgustarte sin antes haber encontrado a tu madre. Ya puedes imaginar lo duro que fue ese tiempo para mi.

Lo imaginaba. Recorde de repente su terrible fatiga en Atenas, la noche que le habia visto con aspecto de cadaver en el escritorio de su habitacion. Pero sonrio, y comprendi que ahora sonreiria cada dia.

– Ah.

Ella tambien sonrio. Vi profundas arrugas en las comisuras de su boca y alrededor de sus ojos.

– Y empece a buscarte… y a el.

La sonrisa de mi padre se torno grave.

Ella le estaba mirando.

– Y despues comprendi que debia abandonar mi investigacion y seguirle mientras os seguia. Te vi a veces y descubri que estabas investigando otra vez. Te veia entrar en las bibliotecas, Paul, o salir de ellas, y deseaba comunicarte todo cuanto habia averiguado.

Despues fuiste a Oxford. No habia viajado a Oxford en el curso de mis investigaciones,aunque habia leido que habian padecido una epidemia de vampirismo a finales de la Edad Media. En Oxford dejaste un libro abierto…

– Lo cerro cuando me vio entrar -intervine.

– Y a mi -dijo Barley con su luminosa sonrisa. Era la primera vez que hablaba, y me alivio comprobar que todavia parecia risueno.

– Bien, la primera vez que lo examino se olvido de cerrarlo.

Helen nos guino el ojo.

– Tienes razon -dijo mi padre-. Ahora que lo pienso, me olvide.

Helen se volvio hacia el con una sonrisa encantadora.

– ?Sabes que nunca habia visto ese libro, Vampires du Moyen Age?

– Un clasico -dijo mi padre-. Pero muy raro.

– Creo que Master James debio verlo tambien -dijo Barley poco a poco-. Le vi alli poco despues de que le sorprendieramos en su investigacion, senor. -Mi padre puso una expresion de perplejidad-. Si -dijo Barley-, habia dejado mi impermeable en la planta baja de la biblioteca, y volvi a buscarlo menos de una hora despues. Vi a Master James saliendo de la cripta de la galeria, pero el no me vio. Me parecio muy preocupado, como contrariado y distraido. Pense en eso cuando decidi telefonearle.

– ?Llamaste a Master James? -Yo tambien estaba sorprendida, casi indignada-.

?Cuando? ?Por que?

– Le llame desde Paris porque me acorde de algo -dijo Barley, y estiro las piernas. Tuve ganas de rodearle el cuello con el brazo, pero no delante de mis padres. Me miro-. En el tren te dije que estaba intentando recordar algo, algo acerca de Master James, y cuando llegamos a Paris me vino a la cabeza. En una ocasion habia visto una carta sobre su escritorio, cuando estaba guardando unos papeles. Un sobre, de hecho, y me gusto el sello, de modo que lo examine con mas detenimiento.

»Era de Turquia, y antiguo, por eso mire el sello, y bien, llevaba un matasellos de veinte anos antes; la carta era de un tal profesor Bora, y pense que algun dia me gustaria tener un gran escritorio y recibir cartas de todas partes del mundo. El apellido Bora me llamo la atencion, incluso entonces. Sonaba muy exotico. No abri el sobre ni lei la carta, por supuesto -se apresuro a anadir Barley-. Nunca lo habria hecho.

– Pues claro que no.

Mi padre resoplo con suavidad, pero me parecio ver que sus ojos brillaban con afecto.

– Bien, cuando bajamos del tren en Paris, vi a un anciano en el anden, creo que musulman, con un gorro rojo oscuro provisto de una enorme borla y una blusa larga, como un baja otomano, y de repente recorde la carta. Despues recorde la historia de tu padre. Ya sabes, el nombre del profesor turco -me dirigio una mirada sombria-, y fui a buscar un telefono.

Comprendi que Master James tambien estaba participando en la caceria.

– ?Donde estaba yo? -pregunte celosa.

– En el lavabo, supongo. Las chicas siempre estan en el lavabo. -Podria haberme enviado un beso, pero no estabamos solos-. Master James se enfado mucho conmigo, pero cuando le conte lo que estaba pasando, dijo que siempre podria contar con el. -Los labios rojos de Barley temblaron un poco-. No me atrevi a preguntarle que queria decir, pero ahora lo sabemos.

– Si -coreo mi padre con tristeza-. Debio efectuar sus calculos a partir de ese libro antiguo, y se dio cuenta de que habian transcurrido dieciseis anos menos una semana desde la ultima visita de Dracula a Saint Matthieu. Entonces debio comprender adonde me dirigia yo. De hecho, debia estar vigilandome cuando fue al rincon de los libros raros. En Oxford me pregunto varias veces por mi salud y mi estado de animo. Yo no queria arrastrarle a mi investigacion, sabiendo los peligros que implicaba.

Helen asintio.

– Si. Supongo que debi llegar antes que el. Encontre el libro abierto y efectue los calculos, y despues oi a alguien en la escalera y me escabulli en direccion contraria. Al igual que nuestro amigo, comprendi que ibas a venir a Saint Matthieu, Paul, con la intencion de encontrarme y encontrar al monstruo, y viaje con la mayor rapidez posible. Pero no sabia que tren tomarias, y tampoco sabia que nuestra hija te pisaba los talones.

– Te vi -dije asombrada.

Me miro, y aparcamos el tema de momento. Habria mucho tiempo para hablar. Vi que estaba cansada, que todos estabamos agotados, que ni siquiera podiamos empezar a expresar nuestra alegria por el triunfo logrado aquella noche. ?Era el mundo mas seguro porque estabamos todos juntos o porque el habia desaparecido definitivamente de la faz de la tierra? Imagine un futuro desconocido hasta aquel momento. Helen viviria con nosotros y apagaria las velas del comedor. Asistiria a mi graduacion en el instituto y a mi primer dia de universidad, y me ayudaria a vestirme el dia de mi boda, si algun dia me casaba. Nos leeria en voz alta en el salon despues de cenar, se uniria al mundo de nuevo y volveria a dar clases, me acompanaria a comprar zapatos y blusas, pasearia con su brazo alrededor de mi cintura.

No podia saber entonces que tambien se aislaria de nosotros en algunos momentos, que no hablaria durante horas, que se acariciaria el cuello o que una enfermedad cruel se la llevaria nueve anos despues, mucho antes de que nos hubieramos acostumbrado a su regreso, aunque tal vez nunca nos habriamos acostumbrado a ello, nunca nos habriamos cansado de haber recuperado su presencia. No podia saber que nuestro ultimo regalo seria saber que descansaba en paz, cuando habria podido ser al contrario, y que esta certeza seria desoladora y curativa para nosotros. Si hubiera sido capaz de prever todas estas cosas, habria sabido que mi padre desapareceria durante un dia despues del funeral, y que aquel pequeno cuchillo guardado en el armario de nuestro salon se iria con el, y que yo nunca le interrogaria al respecto.

Pero ante el hogar de Les Bains, los anos que compartiriamos con ella se extendian ante nosotros como una bendicion eterna. Empezaron pocos minutos despues, cuando mi padre se levanto y me beso, estrecho la mano de Barley con momentaneo fervor y ayudo a Helen a levantarse del divan.

– Ven -dijo, y ella se apoyo en el, su historia terminada de momento, el rostro cansado pero dichoso. Acuno

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