– El profesor Bartholomew Rossi -replico con voz sarcastica, aspera-. Usted estudia historia. Puede que haya oido hablar de el.

Me quede patidifuso.

– ?El profesor Rossi? ?Que…? ?Que quiere decir?

– Yo he contestado a su pregunta -dijo. Se enderezo, ajusto su chaqueta y coloco un guante sobre el otro, una vez mas, como si hubiera finalizado una tarea. Me pregunte por un momento si estaba disfrutando del efecto que sus palabras habian obrado en mi al verme tartamudear-. Ahora hableme de ese melodrama sobre el peligro que supone un libro.

– Senorita Rossi -dije-, se lo dire. Lo que pueda. Pero haga el favor de explicarme cual

es su relacion con el profesor Bartholomew Rossi.

La mujer se inclino, abrio la bolsa donde guardaba el libro y saco un estuche de piel.

– ?Le importa si fumo? -Por segunda vez, vi aquella desenvoltura masculina que parecia apoderarse de ella cuando dejaba a un lado sus gestos defensivos femeninos-. ?Le apetece uno?

Negue con la cabeza. Detestaba los cigarrillos, aunque casi habria aceptado uno de aquella suave mano. Inhalo el humo sin florituras, como una experta.

– No se por que cuento esto a un desconocido -dijo en tono pensativo-. Supongo que me afecta la soledad de este lugar. Apenas he hablado con nadie desde hace dos meses, salvo sobre trabajo. Usted no me parece un chismoso, aunque bien sabe Dios que mi departamento esta lleno de ellos. -Oi que su acento tomaba forma bajo las palabras, que pronuncio con suave resentimiento-. Pero si cumple su promesa… -Aparecio de nuevo la mirada dura. Se estiro, con el cigarrillo sobresaliendo de manera desafiante de su mano-. Mi relacion con el famoso profesor Rossi es muy sencilla. O deberia serlo. Es mi padre.

Conocio a mi madre mientras estaba en Rumania buscando informacion sobre Dracula. Mi cafe se derramo sobre la mesa, sobre mi regazo, sobre la pechera de mi camisa (que de todos modos no estaba demasiado limpia), y salpico su mejilla. Se seco con una mano y me miro.

– Santo Dios, lo siento, lo siento.

Intente limpiar el desastre, con la ayuda de las dos servilletas.

– Esto si que le ha sorprendido -dijo sin moverse-. Debe conocerle, pues.

– Si -admiti-. Es el director de mi tesis. Pero nunca me hablo de Rumania, ni de que… tenia una familia.

– No la tiene. -La frialdad de su voz me atraveso como un cuchillo-. Yo no le conozco, aunque supongo que ya solo es cuestion de tiempo. -Se reclino en la silla y hundio los hombros, como desafiandome a acercarme-. Le he visto una vez desde lejos, en una conferencia. Imaginese usted, ver a tu padre por primera vez desde lejos, asi.

Yo habia convertido las servilletas en un monton de tela empapada, y lo aparte todo a un lado, monton, cafe, taza, cuchara.

– ?Por que?

– Es una historia muy rara -dijo. Me miro, pero no como abstraida. Daba la impresion de estar estudiando mis reacciones-. De acuerdo. Es una historia de un romance pasajero. – Esto sono extrano con su acento, aunque no se me ocurrio sonreir-. Quiza no sea tan rara.

Conocio a mi madre en el pueblo de ella, disfruto un tiempo de su compania y se fue al cabo de unas semanas, dejando una direccion de Inglaterra. Despues de marcharse, mi madre descubrio que estaba embarazada, y despues, su hermana, que estaba en Hungria, la ayudo a huir antes de que yo naciera.

– Nunca me dijo que habia estado en Rumania -dije con voz ronca.

– No me sorprende. -La mujer fumo con amargura-. Es lo mismo que me dijo mi madre. Le escribio desde Hungria a la direccion que habia dejado, y le hablo de mi, su hija.

El contesto diciendo que no tenia ni idea de quien era ella o de como habia encontrado su nombre, y que nunca habia estado en Rumania. ?Puede imaginar algo tan cruel?

Clavo en mi sus ojos, enormes y negros como el carbon.

– ?En que ano nacio?

No se me ocurrio pedir perdon antes de hacer esta pregunta a una dama. Era tan diferente a todas las que habia conocido que no parecia posible aplicarle las reglas habituales.

– En 1931 -anuncio-. En una ocasion, mi madre me llevo unos dias a Rumania, antes incluso de que yo supiera algo sobre Dracula, pero ni siquiera entonces ella quiso regresar a Transilvania.

– Dios mio -susurre inclinandome sobre la cubierta de formica-. Dios mio. Pensaba que me lo habia contado todo, pero no me hablo de esto.

– ?Que le conto? -pregunto con brusquedad.

– ?Por que no se ha reunido con el? ?No sabe que usted esta aqui?

Me miro de una forma extrana, pero contesto sin mas dilacion.

– Supongo que podriamos decir que es una especie de juego. Una fantasia mia. -Hizo una pausa-. No me iba nada mal en la Universidad de Budapest. De hecho, me consideraban un genio.

Lo anuncio casi con modestia. Su ingles era fenomenalmente bueno, me di cuenta por primera vez, sobrenaturalmente bueno. Tal vez si que era un genio.

– Mi madre no termino la escuela primaria, aunque le parezca increible, si bien recibio mas educacion en una epoca posterior de su vida, pero yo iba a la universidad a los dieciseis anos. Mi madre me hablo de mi herencia paterna, por supuesto, y conocemos los notables libros del profesor Rossi incluso en las lobregas profundidades del bloque socialista: la civilizacion minoica, los cultos religiosos mediterraneos, la era de Rembrandt. Como escribio con simpatia sobre el socialismo britanico, nuestro Gobierno permite la distribucion de sus obras. Estudie ingles en el instituto. ?Quiere saber por que? Para leer la asombrosa obra del doctor Rossi en su lengua original. Tampoco fue muy dificil averiguar donde estaba. Vi el nombre de la universidad en las solapas de sus libros, y me jure que iria alli algun dia. Lo pense todo concienzudamente. Estableci los contactos politicos pertinentes. Empece fingiendo que queria estudiar la gloriosa revolucion laborista en Inglaterra. Y cuando llego el momento, pude escoger una beca. Gozamos de cierta libertad en Hungria en los ultimos tiempos, aunque, ya que hablamos de empaladores, todo el mundo se pregunta durante cuanto tiempo mas seguiran permitiendo los sovieticos esa libertad. En cualquier caso, fui a Londres por primera vez para pasar seis meses, y despues me concedieron una beca para venir aqui, hace cuatro meses.

Exhalo una espiral de humo gris, pensativa, sin dejar de mirarme. Se me ocurrio que Helen Rossi corria mas peligro de ser perseguida por los gobiernos comunistas, a los que se referia con tanto cinismo, que por Dracula. Tal vez ya habia desertado a Occidente. Tome nota mentalmente de preguntarselo mas adelante. ?Mas adelante? ?Que habia sido de su madre? ?Se habia inventado todo en Hungria, con el objetivo de anclarse a la reputacion de un famoso academico occidental?

Helen estaba siguiendo su propia linea de pensamiento.

– ?No le parece bonita la pelicula? La hija perdida resulta ser un genio, encuentra a su padre, feliz reunion. - La amargura de su tono revolvio mi estomago-. Pero no era eso lo que tenia en mente. He venido para que oiga hablar de mi, como por accidente. Mis publicaciones, mis conferencias. Veremos si entonces puede esconderse de su pasado, hacer caso omiso de mi como lo hizo de mi madre. Y sobre lo de Dracula… -Me apunto con el cigarrillo-. Mi madre, bendita sea su sencilla alma por pensar en eso, me dijo algo al respecto.

– ?Que? -pregunte con voz debil.

– Me hablo de la investigacion especial de Rossi sobre el tema. No supe nada de eso hasta el verano pasado, antes de venir a Londres. Fue asi como se conocieron. El iba preguntando por el pueblo acerca del mito de los vampiros, y ella sabia algo de los vampiros locales por su padre y sus compinches. En ese ambiente, un hombre solo no aborda en publico a una chica joven asi como asi, pero supongo que no se le ocurrio nada mas. Es historiador, ya sabe, no antropologo. Estaba en Rumania buscando informacion sobre Vlad el Empalador, nuestro querido conde Dracula. ?Y no le parece extrano -se inclino hacia delante de repente, y acerco su cara a la mia mas que nunca, pero con ferocidad, no para seducirme-, no le parece de lo mas raro que no haya publicado nada sobre el tema? Nada de nada, como sin duda sabra.

?Por que?, me pregunte. ?Por que el famoso explorador de territorios historicos, y de mujeres, al parecer, puesto que quien sabe cuantas otras hijas geniales habra abandonado por ahi, no ha publicado nada sobre esta investigacion tan peculiar? ?Por que? -pregunte sin moverme.

– Yo se lo dire. Porque lo esta reservando para una grande finale. Es su secreto, su pasion.

?Por que, si no, iba a guardar silencio un erudito? Pero le aguarda una sorpresa. -Su adorable sonrisa era

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