trepamos a montanas grises rocosas, que descendian a nuestra izquierda hasta un mar rutilante. Mi padre exhalo un profundo suspiro, pero de satisfaccion, no la leve exclamacion fatigada que cada vez se le escapaba con mas frecuencia Bajamos del tren en una bulliciosa ciudad, y mi padre alquilo un coche con el que recorrimos las sinuosas curvas de la carretera de la costa. Los dos estiramos el cuello para ver el agua a un lado (se extendia hasta un horizonte invadido por la bruma del atardecer), y al otro lado las ruinas esqueleticas de fortalezas otomanas, que se alzaban hacia el cielo.
– Los turcos retuvieron esta tierra durante muchisimo tiempo -musito mi padre-. Su invasion implico todo tipo de crueldades, pero gobernaron con bastante tolerancia, como suele ocurrir con los imperios una vez que la conquista se ha consolidado, y tambien con eficacia, durante cientos de anos. Es una tierra yerma, pero les facilito el control del mar.
Necesitaban estos puertos y bahias.
La ciudad donde nos detuvimos estaba al lado del mar. El pequeno puerto estaba abarrotado de barcas de pesca que entrechocaban mutuamente en un oleaje transparente. Mi padre queria alojarse en una isla cercana, y alquilo una barca con un ademan dirigido a su propietario, un anciano con una boina negra encasquetada en la parte posterior de la cabeza.
El aire era caliente, incluso a esa hora avanzada de la tarde, y la espuma que rozaba mis dedos era fresca, pero no fria. Me incline sobre la proa, sintiendome un mascaron.
– Cuidado -dijo mi padre, al tiempo que me sujetaba por el jersey.
El barquero nos acerco al puerto de la isla, un pueblo antiguo con una elegante iglesia de piedra. Paso un cabo alrededor de un bita en el muelle y me ofrecio una mano marchita para bajar de la barca. Mi padre le pago con unos cuantos billetes socialistas de colores, y el hombre se llevo la mano a la boina. Antes de volver a su asiento se volvio.
– ?Su chica? -grito en ingles-. ?Hija?
– Si -dijo mi padre, sorprendido.
– Le doy mi bendicion -dijo el hombre, y dibujo una cruz en el aire cerca de mi.
Mi padre encontro unas habitaciones que daban al interior, y despues salimos a cenar a un restaurante al aire libre cercano a los muelles. El crepusculo descendia con parsimonia, y observe las primeras estrellas que se hacian visibles sobre el mar. Una brisa, mas fria ahora que la de la tarde transportaba los aromas que ya habia aprendido a amar: cipreses y lavanda, tomillo, romero.
– ?Por que los buenos olores aumentan de intensidad cuando oscurece? -pregunte a mi padre. Era algo que me intrigaba, pero servia tambien para aplazar cualquier otra conversacion. Necesitaba tiempo para recuperarme en un lugar donde hubiera luces y gente hablando, necesitaba, al menos, apartar la vista de las manos envejecidas y temblorosas de mi padre.
– ?Es eso cierto? -pregunto con aire ausente, pero me aporto cierto alivio. Aferre su mano para impedir que temblara, y el la cerro, todavia ausente, sobre la mia. Era demasiado joven para hacerse viejo. En el interior, las siluetas de las montanas bailaban casi hasta hundirse en el agua, se cernian sobre las playas, casi sobre nuestra isla. Cuando estallo la guerra civil en aquellas montanas costeras casi veinte anos despues, cerre los ojos y las recorde, estupefacta. Era incapaz de imaginar que sus pendientes albergaran suficiente gente para combatir en una guerra. Parecian absolutamente virgenes cuando las vi, desprovistas de viviendas humanas, hogar de ruinas desiertas, guardianas solo del monasterio sobre el mar.
19
Despues de que Helen Rossi tirara sobre la mesa el libro de Dracula que sin duda debia considerar nuestra manzana de la discordia, casi espere que todo el mundo se levantara y huyera, o que alguien gritara «?Aja!» y se abalanzara sobre nosotros con intencion de matarnos. Nada de esto sucedio, por supuesto, y ella se quedo mirandome con aquella misma expresion de amargo placer. ?Podia esta mujer, me pregunte poco a poco, con su legado de resentimiento y la venganza erudita que maquinaba contra Rossi, haberle hecho dano, causado su desaparicion?
– Senorita Rossi -dije con la mayor calma posible, mientras levantaba el libro de la mesa y lo dejaba boca abajo al lado de mi maletin-, su historia es extraordinaria y debo decir que tardare un poco en asimilar todo esto. Pero debo decirle tambien algo importante. – Respire hondo una, dos veces-. Conozco muy bien al profesor Rossi. Ha sido el director de mi tesis durante dos anos y hemos pasado muchas horas juntos, hablando y trabajando.
Estoy seguro de que cuando le conozca, si llega la ocasion, descubrira a una persona mucho mejor y mas bondadosa de lo que imagina en este momento. -Hizo un movimiento como si fuera a hablar, pero yo continue-. La cuestion es…, la cuestion es que, por la forma en que ha hablado de el, usted ignora que el profesor Rossi, su padre, ha desaparecido.
Me miro fijamente y no detecte la menor astucia en su cara, solo confusion. Esta noticia era una sorpresa. El dolor de mi corazon se apaciguo un poco.
– ?Que quiere decir? -pregunto.
– Quiero decir que hace tres noches estaba hablando con el, como de costumbre, y al dia siguiente habia desaparecido. La policia le esta buscando. Por lo visto, desaparecio de su despacho, y tal vez resulto herido en el, porque encontraron sangre en su escritorio. Hice un breve resumen de los acontecimientos de aquella noche, empezando por el momento en que le lleve mi extrano libro, pero no dije nada sobre la historia que Rossi me habia contado.
La joven me miro, perpleja. -?Es que quiere gastarme alguna broma?
– No, ni mucho menos. De veras. Casi no he podido comer ni dormir desde entonces.
– ?La policia tiene alguna idea de su paradero?
– No, que yo sepa.
De repente puso una expresion de astucia.
– ?Y usted?
Vacile.
– Es posible. Es una larga historia, y da la impresion de que se alarga a cada hora que pasa.
– Espere. -Me dirigio una dura mirada-. Cuando ayer estaba leyendo aquellas cartas en la biblioteca, dijo que estaban relacionadas con un problema de cierto profesor. ?Se referia a Rossi?
– Si.
– ?Cual era, o es, ese problema?
– No quiero mezclarla en algo desagradable o peligroso contandole lo poco que se. -Prometio contestar a mis preguntas despues de que yo contestara a las suyas.
De haber tenido ojos azules en lugar de oscuros, su cara habria sido la reproduccion de la de Rossi en ese momento. Imagine que ahora advertia cierta semejanza, una extrana transformacion de las facciones britanicas de Rossi en la estructura morena y definida de Rumania, aunque bien habria podido ser el efecto de la afirmacion de que era su hija. Pero ?como podia ser su hija si el habia negado con contumacia haber estado en Rumania? Al menos, habia dicho que nunca habia estado en Snagov. Por otra parte, habia dejado el folleto de Rumania entre sus papeles. Ella me estaba fulminando con la mirada, algo que
Rossi nunca habia hecho.
– Es demasiado tarde para decirme que no deberia hacer preguntas -continuo-. ?Que relacion tienen esas cartas con su desaparicion?
– Aun no estoy seguro, pero es posible que necesite la ayuda de un experto. No se que descubrimientos ha hecho usted en el curso de su investigacion. -Una vez mas, recibi su mirada cautelosa-. Estoy convencido de que, antes de desaparecer, Rossi estaba seguro de correr peligro.
Tuve la impresion de que estaba tratando de asimilar todo lo que le decia, las noticias sobre un padre al que tan solo habia conocido como un simbolo de desafio.
– ?Peligro? ?De que?
Me lance al vacio. Rossi me habia pedido que no comentara a mis colegas su historia demencial. Yo no lo habia hecho, pero ahora, de manera inesperada, se abria ante mi la posibilidad de recibir ayuda de un experto.