desarrollado un sexto sentido morboso durante los dos ultimos dias-. ?Tiene miedo de algo?

– No -dijo en un susurro. Estrujo los guantes en una mano, de forma que se me antojaron una flor contra su vestido oscuro-. Solo me preguntaba… ?Acaba de entrar alguien?

– No.

Yo tambien mire a mi alrededor. La iglesia estaba agradablemente vacia, a excepcion de las dos ancianas del altar.

– Alguien me estaba siguiendo -dijo la joven en la misma voz baja. Su rostro, enmarcado por la mata de espeso cabello oscuro, albergaba una extrana expresion, una mezcla de suspicacia y bravuconeria. Por primera vez me pregunte cuanto le habria costado aprender a ser valiente-. Creo que me estaba siguiendo. Un hombre menudo y delgado, vestido con ropa raida. Chaqueta de tweed, corbata verde.

– ?Esta segura? ?Donde le vio?

– En el fichero -dijo la joven sin alzar la voz-. Fui a verificar su historia sobre las fichas desaparecidas. No estaba segura de creerla. -Hablaba desapasionadamente, sin disculparse-. Le vi alli, y enseguida me di cuenta de que me estaba siguiendo, pero de lejos, por Broad Street. ?Le conoce?

– Si -dije desalentado-. Es un bibliotecario.

– ?Un bibliotecario?

Dio la impresion de que esperaba algo mas, pero no me decidi a hablarle de la herida que habia visto en el cuello del hombre. Era demasiado increible, demasiado extrano. Si se lo decia, creeria que estaba loco.

– Parece sospechar de todos mis movimientos. Ha de mantenerse alejada de el -afirme-. Le contare algo mas sobre ese hombre en otro momento. Venga, sientese y pongase comoda. Tenga las cartas.

Le hice sitio en uno de los bancos almohadillados de terciopelo y abri mi maletin. Su rostro se concentro al instante. Levanto el paquete con manos cautelosas y saco las cartas casi con reverencia, como yo habia hecho el dia anterior. Solo pude preguntarme que sensacion experimentaria al ver en algunas de ellas la letra del supuesto padre que solo conocia como instigador de su ira. La mire por encima de sus hombros. Si, era una letra firme, amable, vertical. Tal vez ya habia conseguido que su hija le imaginara como un ser casi humano.

Despues pense que no debia seguir mirando, y me incorpore.

– Me paseare por aqui y le concedere el tiempo que necesite. Si hay algo que pueda explicarle, o si necesita ayuda…

Asintio con aire ausente, los ojos clavados en la primera carta, y me aleje. Sabia que trataria con cuidado mis preciados papeles, y que ya estaba leyendo las lineas de Rossi con gran celeridad. Dedique la siguiente media hora a examinar el altar tallado, los cuadros de la capilla, las colgaduras con borlas del pulpito, la figura de la madre agotada y su hijo inquieto. Uno de los cuadros llamo en particular mi atencion: un macabro Lazaro prerrafaelita, levantandose tambaleante de la tumba en brazos de sus hermanas, los tobillos verdegrisaceos y las ropas funerarias sucias. El rostro, descolorido despues de un siglo de humo e incienso, tenia aspecto amargado y cansado, como si lo ultimo que sintiera despues de haber sido llamado de entre los muertos fuera gratitud. El Cristo que se erguia impaciente en la entrada de la tumba, con la mano alzada, tenia un semblante que expresaba maldad pura, codiciosa y vehemente. Parpadee y di media vuelta. No cabia duda de que la falta de sueno estaba emponzonando mis pensamientos.

– Ya he terminado -dijo Helen Rossi a mi espalda. Hablo en voz baja, con la cara palida y cansada-. Tenia razon -dijo-. No habla de su relacion con mi madre, ni de su viaje a Rumania. Me dijo la verdad al respecto. No puedo comprenderlo. Tiene que haber ocurrido durante el mismo periodo, el mismo viaje al continente, porque yo naci nueve meses spues.

– Lo siento.

Su rostro sombrio no habia pedido compasion, pero yo la sentia.

– Ojala pudiera proporcionarle algunas pistas, pero ya ve como son las cosas. Tampoco

tengo explicaciones.

– Al menos nos creemos mutuamente, ?verdad? -Al decirme esto, me miro fijamente.

Me sorprendio descubrir que sentia placer en mitad de tanto dolor y aprension.

– ?De veras?

– Si. No se si algo llamado Dracula existe, o que es, pero le creo cuando dice que Rossi, mi padre, se sentia en peligro. Esta claro que se sintio asi hace muchos anos, de modo que, ?por que no iban a regresar sus temores cuando vio su libro, una coincidencia incomoda y un recordatorio del pasado?

– ?Que opina de su desaparicion?

La joven meneo la cabeza.

– Pudo ser un colapso nervioso, por supuesto, pero ahora comprendo lo que quiere decir.

Sus cartas llevan el sello de… -vacilo- una mente intrepida y logica, al igual que sus demas obras. Ademas, se pueden deducir muchas cosas a partir de los libros de un historiador. Lo se muy bien. Son el fruto de los esfuerzos de una mente preclara y lucida.

Caminamos hacia donde estaban las cartas y mi maletin. Me ponia nervioso dejarlas abandonadas, aunque fuera por unos pocos minutos. Ella habia guardado todo el material en el sobre, en su orden original, no me cabia duda. Nos sentamos juntos en el banco, casi como camaradas.

– Digamos que podria existir una fuerza sobrenatural implicada en esta desaparicion – aventure-. No puedo creer que yo este haciendo esto. ?Que me aconseja que haga a continuacion?

– Bien -empezo. Su perfil era afilado y pensativo, cerca de mi a la tenue luz-. No creo que esto le sirva de mucha ayuda en una investigacion moderna, pero si tuviera que obedecer los dictados del mito de Dracula, supondria que Rossi fue atacado y secuestrado por un vampiro, que o bien le mato o, lo que es mas probable, le contagio la maldicion de los No Muertos. Y como ya sabe, si una persona es mordida tres veces por Dracula o por uno de sus discipulos, se convierte en vampiro para siempre. Asi que si ya le habian mordido una vez, tendra usted que descubrir su paradero lo antes posible.

– Pero ?por que Dracula iba a presentarse aqui, de entre todos los lugares? ?Para que raptar a Rossi? ?Por que no atacarle y corromperle sin que nadie notara el cambio?

– No lo se -dijo la joven, y meneo la cabeza-. Se trata de un comportamiento extrano, segun la tradicion popular. Rossi debia ser, si estuvieramos hablando de acontecimientos sobrenaturales, de especial interes para Vlad Dracula. Hasta es posible que significara una amenaza para el.

– ?Cree que el hecho de haber encontrado yo ese libro y ensenarselo a Rossi tuvo algo que ver con su desaparicion?

– La logica me dice que es una idea absurda. Pero… -Doblo los guantes pulcramente sobre el regazo de su falda negra-. Me pregunto si no estaremos olvidando otra fuente de informacion.

Sus labios se relajaron. Le di las gracias en silencio por aquel plural.

– ?Cual?

Suspiro y desdoblo los guantes.

– Mi madre.

– ?Su madre? ?Que va a saber ella de…?

Solo habia empezado mi ristra de preguntas, cuando un cambio en la luz y la corriente de aire me impelio a volver la cabeza. Desde donde estabamos sentados veiamos las puertas de la iglesia sin que nos pudieran ver los que entraban, la posicion estrategica que habia elegido para vigilar la llegada de Helen. Una mano se introdujo entre ambas puertas, y luego aparecio una cara huesuda y puntiaguda. El siniestro bibliotecario se introdujo en la iglesia.

No puedo describirte la sensacion que experimente en aquella silenciosa iglesia cuando el rostro del bibliotecario aparecio entre las puertas. Me vino la repentina imagen de un animal de nariz afilada, algo furtivo y concentrado siempre en olfatear, una comadreja o una rata. A mi lado, Helen se habia quedado petrificada, con la vista clavada en la puerta. De un momento a otro localizaria nuestro olor. Pero calcule que nos quedaban uno o dos segundos, de modo que recogi el maletin y el fajo de papeles con un brazo, agarre a Helen con el otro (no quedaba tiempo para pedirle permiso) y la arrastre desde el extremo del banco hasta el pasillo lateral. Habia una puerta abierta, que daba acceso a una pequena camara, entramos y la cerramos en silencio. No habia manera de asegurarla con llave desde dentro, observe angustiado, aunque el ojo de la cerradura era muy grande, con reborde de hierro.

La oscuridad era mayor en esa pequena habitacion que en la nave. Habia una pila bautismal en medio, uno o dos bancos almohadillados pegados a las paredes. Helen y yo nos miramos en silencio. No pude descifrar su

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