expresion, solo que albergaba tanta viveza y desafio como miedo. Sin necesidad de palabras o gestos, avanzamos con cautela por detras de la pila, y Helen apoyo una mano sobre ella para no perder el equilibrio. Al cabo de otro minuto, ya no pude seguir quieto. Le di los papeles y volvi hacia la cerradura. Mire por el ojo y vi al bibliotecario dejar atras una columna. Parecia una comadreja, con la cara puntiaguda proyectada hacia delante, examinando los bancos. Se volvio en mi direccion y retrocedio un poco. Dio la impresion de estudiar la puerta de nuestro escondrijo, e incluso avanzo uno o dos pasos hacia el, pero luego se alejo de nuevo. De repente, un jersey lavanda se interpuso en mi campo de vision. Era una de las ancianas del altar. Oi su voz apagada.
– ?Puedo ayudarle? -pregunto con amabilidad.
– Bien, estoy buscando a alguien. -La voz del bibliotecario era penetrante y sibilante, demasiado alta para un santuario-. ?Ha visto entrar a una joven vestida de negro, morena?
– Pues si. -La mujer miro a su alrededor-. Hace poco vi a alguien que responde a esa descripcion. Estaba con un joven, sentado en un banco de atras. Pero ahora ya no esta. La comadreja miro a uno y otro lado.
– ?Podria estar escondida en una de esas habitaciones?
No era sutil, eso estaba claro.
– ?Escondida? -La dama del jersey lavanda se volvio tambien en nuestra direccion-.
Estoy segura de que no hay nadie escondido nuestra iglesia. ?Quiere que llame al parroco? ?Necesita ayuda?
El bibliotecario reculo.
– Oh, no, no -dijo-. Debo haber cometido un error.
– ?Le interesa alguno de nuestros libros?
– Oh, no. -Retrocedio por el pasillo-. No, gracias.
Le vi mirar en torno a el una vez mas, y despues desaparecio de mi vista. Se oyo un pesado crujido, un golpe sordo: la puerta principal que se cerraba a su espalda. Hice una senal con la cabeza en direccion a Helen, y ella suspiro aliviada, pero esperamos unos minutos mas, mirandonos por encima de la pila. Helen fue la primera en bajar la vista, con el ceno fruncido. Sabia que se estaria preguntando como demonios se habia metido en aquella situacion, y que significaba en realidad. Su pelo era lustroso, negro como el ebano. Hoy tampoco llevaba sombrero.
– La esta buscando -dije en voz baja.
– Tal vez le esta buscando a usted.
Indico el sobre que yo sostenia.
– Se me ocurre una idea extrana -dije poco a poco-. Quiza sepa donde esta Rossi.
Ella volvio a fruncir el ceno.
– Nada de esto tiene demasiado sentido, ?verdad? -murmuro.
– No puedo permitir que vuelva a la biblioteca. Ni a su residencia. La buscara en ambos lugares.
– ?Permitirme? -repitio en tono ominoso.
– Senorita Rossi, por favor. ?Quiere protagonizar la proxima desaparicion?
La joven guardo silencio.
– ?Como piensa protegerme?
Su voz transmitia una nota burlona, y pense en su extrana infancia, su huida a Hungria en el utero de su madre, la astucia politica que le habia permitido viajar al otro lado del mundo para perpetrar su venganza academica. Siempre que su historia fuera cierta, por supuesto.
– Tengo una idea -dije lentamente-. Se que esto va a sonar… indecoroso, pero me sentiria mejor si me hiciera caso. Podemos llevarnos algunos… amuletos de la iglesia. – Enarco las cejas-. Encontraremos algo… Velas, crucifijos, o algo por el estilo. Un poco de ajo camino de casa…, quiero decir, de mi apartamento… -Las cejas de Helen se elevaron mas-. O sea, si consintiera en acompanarme y pudiera… Es posible que manana tenga que irme de viaje, pero usted podria…
– ?Dormir en el sofa?
Se habia puesto los guantes de nuevo y se cruzo de brazos. Senti que me ruborizaba.
– No puedo permitir que vuelva a su residencia, sabiendo que tal vez la persiguen… Ni a la biblioteca, por supuesto. Ademas, hemos de hablar de mas cosas. Me gustaria saber que opina su madre…
– Podemos hablar de eso aqui, ahora mismo -replico con frialdad, pense-. En cuanto al bibliotecario, dudo que sea capaz de seguirme hasta donde vivo, a menos que… -?Tenia una especie de hoyuelo en un lado de la severa barbilla, o era el sarcasmo?-. A menos que ya pueda convertirse en murcielago. Vera usted, nuestra ama de llaves no permite vampiros en nuestras habitaciones. Ni hombres, por descontado. Ademas, espero que me siga hasta la biblioteca.
– ?Espera?
Me quede de una pieza.
– Ese hombre sabia que no iba a hablar con nosotros aqui, en la iglesia. Nos estara esperando fuera. Tengo que habermelas con el -de nuevo aquel extraordinario ingles-, porque esta intentando entrometerse en los privilegios que he conseguido en la biblioteca, y usted cree que puede proporcionarle informacion sobre mi…; sobre el profesor Rossi. ?Por que no dejamos que me siga? Hablaremos de mi madre por el camino. -Un gran escepticismo debio reflejarse en mi rostro, porque rio de repente y mostro sus dientes, blancos y regulares-. No va a saltar sobre ti a plena luz del dia, Paul.
21
No vimos ni rastro del bibliotecario al salir de la iglesia. Nos encaminamos hacia la biblioteca (mi corazon martilleaba, aunque Helen aparentaba frialdad), con los dos crucifijos que cogimos en el vestibulo de la iglesia en nuestros bolsillos («Llevese un crucifijo y deje una limosna»). Para mi decepcion, Helen no hablo de su madre. Yo tenia la sensacion de que solo estaba cooperando momentaneamente con mi locura, de que iba a desaparecer de nuevo en cuanto llegaramos a la biblioteca, pero volvio a sorprenderme.
– Esta ahi detras -dijo en voz baja, a unas dos manzanas de la iglesia-. Le vi cuando doblamos la esquina. No mires atras. -Reprimi una exclamacion y seguimos andando-.
Voy a subir a las estanterias de los ultimos pisos de la biblioteca -dijo-. ?Que te parece el septimo? Es la primera zona tranquila de verdad. No subas conmigo. Es mas probable que me siga a mi, si voy sola, que no a ti. Eres mas fuerte.
– No vas a hacer nada por el estilo -murmure-. Conseguir informacion sobre Rossi es mi problema.
– Conseguir informacion sobre Rossi es, precisamente, mi problema -mascullo en respuesta-. Haz el favor de no pensar que te estoy haciendo un favor, senor Comerciantes Holandeses.
La mire de soslayo. Me estaba acostumbrando a su humor aspero» me di cuenta, y algo en la curva de su mejilla, al lado de aquella larga nariz recta, parecia casi jugueton, humoristico.
– De acuerdo. Pero te seguire muy de cerca, y si te metes en algun lio, aparecere en una fraccion de segundo para ayudarte.
Nos separamos en las puertas de la biblioteca con muestras de cordialidad.
– Buena suerte en su investigacion, senor Holandes -dijo Helen, y estrecho mi mano con la suya enguantada.
– Y usted con la suya, senorita…
– Chsss -dijo ella, y se alejo.
Deambule entre las pilas de cajones del fichero y saque uno al azar para fingir que estaba ocupado: «Ben Hur. Benedictine». Con la cabeza agachada, aun podia ver el mostrador de prestamos. Helen estaba solicitando una hoja de permiso para consultar las estanterias, su forma alta y delgada envuelta en la chaqueta negra, dando la espalda con decision a la larga nave de la biblioteca. Entonces vi que el bibliotecario se deslizaba con sigilo al otro lado de la nave, pegado a la otra mitad del fichero. Habia llegado a la «H» cuando Helen avanzo hacia la puerta de las estanterias. Yo conocia esa puerta muy bien, la atravesaba casi a diario, y nunca antes se me habia antojado amenazadora. Quedaba abierta de dia, pero un guardia verificaba los permisos de entrada. Al cabo de un momento, la figura oscura de Helen habia desaparecido en la escalera de hierro. El bibliotecario se demoro un minuto en la «G», y despues busco algo en el bolsillo de la chaqueta (comprendi que debia tener una identificacion
