especial), exhibio una tarjeta y desaparecio. Corri a la mesa de prestamos.

– Me gustaria consultar esas estanterias, por favor -dije a la encargada. Nunca la habia visto (era muy lenta), y me dio la impresion de que sus manos, redondas y pequenas, manipulaban durante una eternidad las hojas de permiso antes de entregarme una. Por fin atravese la puerta. Apoye con cautela un pie en la escalera y alce la vista. Desde cada piso solo podias ver el nivel siguiente a traves de los peldanos metalicos, pero nada mas. No vi ni rastro del bibliotecario, ni capte el menor sonido.

Subi al segundo piso, Economia y Sociologia. El tercero tambien estaba desierto, a excepcion de un par de estudiantes en sus cubiculos. En el cuarto piso empece a sentirme preocupado. Habia demasiado silencio. Nunca habria debido permitir que Helen se ofreciera como cebo en esa mision. Recorde de repente la historia de Rossi sobre su amigo Hedges, lo cual me animo a acelerar el paso. El quinto piso (Arqueologia y Antropologia) estaba lleno de estudiantes que participaban en una especie de grupo de estudios, y comparaban notas sotto voce. Su presencia me alivio un poco. Nada espantoso podia suceder dos pisos mas arriba. En el sexto oi pasos encima de mi, y en el septimo (Historia) me detuve, sin saber como entrar en las estanterias sin delatar mi presencia.

Al menos, conocia bien ese piso. Era mi reino, y habria podido recitar de memoria el emplazamiento de cada cubiculo y cada silla, cada fila de libros grandes. Al principio, Historia parecia tan silencioso como los demas pisos, pero al cabo de un momento capte una conversacion apagada procedente de un rincon de las estanterias. Avance con sigilo hacia alli, deje atras Babilonia y Asiria, procurando no hacer el menor ruido. Entonces oi la voz de Helen. Estaba seguro de que era la de Helen, y despues una desagradable voz rasposa, que debia de ser la del bibliotecario. El corazon me dio un vuelco. Estaban en la seccion medieval (ya la conocia muy bien), y me acerque lo bastante para oir sus palabras, aunque no podia correr el riesgo de asomarme al extremo de la siguiente estanteria. Daban la impresion de encontrarse al otro lado de los estantes que habian a mi derecha.

– ?Es eso cierto? -estaba preguntando Helen en tono hostil.

Sono de nuevo la voz rasposa.

– No tiene ningun derecho a husmear en esos libros, jovencita.

– ?Esos libros? ?No son propiedad de la biblioteca? ?Quien es usted para confiscar libros de la biblioteca universitaria?

La voz del bibliotecario sono irritada y planidera al mismo tiempo.

– No ha de tocar esos libros. No son apropiados para una senorita. Devuelvalos hoy y no se hable mas.

– ?Quien los desea hasta tal punto? -La voz de Helen era firme y clara-. ?Acaso estan relacionados con el profesor Rossi?

Agazapado detras del Feudalismo ingles, no estaba seguro de si encogerme o lanzar vitores.

No sabia lo que pensaba Helen de todo aquello, pero al menos estaba intrigada. Al parecer, no me consideraba loco. Y queria ayudarme, aunque solo fuera para recabar informacion sobre Rossi y utilizarla para sus propios fines.

– ?El profesor que? No se a que se refiere -replico con brusquedad el bibliotecario.

– ?Sabe donde esta? -contraataco Helen.

– Jovencita, no tengo ni idea de que esta hablando, pero necesito que devuelva esos libros, para los cuales la biblioteca tiene otros planes, o se produciran graves consecuencias para su carrera academica.

– ?Mi carrera? -se burlo Helen-. No puedo devolver esos libros en este momento.

Tengo que hacer un trabajo importante con ellos.

– En ese caso, tendre que obligarla a devolverlos. ?Donde estan?

Oi un paso, como si Helen se hubiera apartado. Yo estaba a punto de doblar el extremo de la estanteria y golpear a la desagradable comadreja con un infolio de las abadias cistercienses, cuando Helen jugo una nueva carta.

– Le propongo algo -dijo-. Si me dice alguna cosa sobre el profesor Rossi, tal vez le ensene… -hizo una pausa- un pequeno mapa que vi hace poco.

El estomago me dio un vuelco. ?El mapa? ?En que estaba pensando Helen? ?Por que proporcionaba una informacion tan vital? El mapa podia ser nuestra posesion maspeligrosa, si el analisis efectuado por Rossi sobre su significado era cierto, y la mas importante. Mi posesion mas peligrosa, me corregi. ?Me estaba traicionando Helen? Lo comprendi en un segundo: queria usar el mapa para adelantar a Rossi, completar su investigacion, utilizarme para averiguar todo lo que el habia averiguado y entregado a mi consideracion, publicarlo, desenmascararle… Solo tuve tiempo para esa fugaz revelacion, porque enseguida el bibliotecario lanzo un rugido.

– ?El mapa! ?Usted tiene el mapa de Rossi! ?La matare con tal de obtener ese mapa! -Una exclamacion ahogada de Helen, despues un grito y un golpe sordo-. ?Deje eso! -chillo el bibliotecario.

Me abalance sobre el. Su pequena cabeza golpeo el suelo con un impacto que tambien hizo vibrar mis sesos. Helen se acuclillo a mi lado. Estaba muy palida, pero serena. Estaba sosteniendo en alto el crucifijo que habia cogido en la iglesia, extendido hacia el hombre, que se revolvia y escupia bajo mi peso. El bibliotecario era debil, y pude inmovilizarle mas o menos durante unos minutos, por suerte para mi, porque habia pasado los tres ultimos anos examinando fragiles documentos holandeses, no levantando pesas. Se debatio y apoye la rodilla sobre sus piernas.

– ?Rossi! -chillo-. ?No es justo! Yo tendria que haber ido en su lugar. ?Me tocaba a mi! ?Deme el mapa! Espere tanto tiempo… ?Veinte anos de investigaciones para esto!

Empezo a sollozar, un sonido feo, lastimero. Cuando su cabeza se agito de un lado a otro, vi la doble herida cerca del borde del cuello de su camisa, dos agujeros cubiertos de costras.

Mantuve las manos alejadas de ellos lo maximo posible.

– ?Donde esta Rossi? -rugi-. Dinos ahora mismo donde esta. ?Le atacaste?

Helen acerco mas la cruz y el hombre volvio la cara hacia el otro lado, mientras se retorcia bajo mis rodillas. Era asombroso para mi, incluso en ese momento, ver el efecto del simbolo en aquel ser. ?Era Hollywood, supersticion o historia? Me pregunte como habia podido entrar en la iglesia, pero recorde que se habia mantenido alejado del altar y las capillas, y hasta de la anciana que cuidaba del altar.

– ?Yo no le toque! ?No se nada de eso!

– Oh, si, ya lo creo que sabes.

Helen se acerco un poco mas a nosotros. Su expresion era feroz, pero estaba muy palida, y observe que con la mano libre se cubria el cuello.

– ?Helen!

Debi de lanzar una exclamacion en voz alta, pero ella me acallo con un ademan y fulmino con la mirada al bibliotecario.

– ?Donde esta Rossi? ?Que habias esperado durante anos? -El hombre se encogio-. Voy a apoyarte esto en la cara -dijo, y bajo el crucifijo.

– ?No! -chillo el bibliotecario-. Se lo dire. Rossi no queria ir. Yo si. No fue justo. ?Se llevo a Rossi en lugar de a mi! Se lo llevo por la fuerza. Yo habria ido por mi propia voluntad para servirle, para ayudarle, para catalogar…

De pronto, cerro la boca.

– ?Que? -Le di un leve golpe contra el suelo para advertirle-. ?Quien se llevo a Rossi?

?Le oculta en algun sitio?

Helen sostuvo el crucifijo delante de su nariz, y el hombre se puso a sollozar de nuevo.

– Mi amo -lloriqueo. Helen, a mi lado, respiro hondo y se mecio hacia atras, como si las palabras la hubieran obligado a retroceder.

– ?Quien es tu amo? -Hundi la rodilla en su pierna-. ?Adonde llevo a Rossi?

Los ojos de la comadreja echaban chispas. Era una vision terrible: la contorsion, las facciones humanas normales convertidas en un horrible jeroglifico.

– ?Donde tendria que haberme llevado a mi! ?A la tumba!

Tal vez habia aflojado mi presa, o quiza su confesion le doto de nuevas fuerzas, como aterrorizado de ella, comprendi mas tarde. En cualquier caso, consiguio liberar de pronto una mano, giro en redondo como un escorpion y doblo hacia atras la muneca de la mano con la que lo sujetaba por los hombros. El dolor fue insoportable y retire la mano, enfurecido. Desaparecio antes de que yo pudiera comprender lo sucedido, y le persegui escaleras abajo, dejando atras el seminario de estudiantes y los reinos silenciosos de conocimiento. Pero me estorbaba el maletin, que aun asia en la mano. Incluso en el primer momento de la persecucion, comprendi,

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