– ?Por que pense que volveria a saber de usted?
Su tono era casi insultante.
– Se que le parecera extrano. -Me sente muy tieso y trate de mirarla a los ojos, mientras me preguntaba si podria hacerle todas las preguntas que queria antes de que se levantara y me dejara plantado otra vez-. Lo siento. No se trata de ninguna broma pesada, y no es mi intencion molestarla o inmiscuirme en su trabajo.
Ella asintio, como si me siguiera la corriente. Al examinar su rostro, me sorprendio que su apariencia general (y su voz, sin la menor duda) era una mezcla de fealdad y elegancia, lo cual me dio animos, como si la revelacion la hiciera mas humana.
– Esta manana he descubierto algo extrano -empece con renovada confianza-. Por eso la llame sin pensarlo dos veces. ?Aun conserva el ejemplar de Dracula de la biblioteca?
Fue rapida, pero yo mas, puesto que estaba esperando el estremecimiento y la perdida de color de la cara ya de por si palida.
– Si -dijo con cautela-. ?Por que le interesa lo que otra persona pide prestado en la biblioteca?
Hice caso omiso de su cebo.
– ?Arranco todas las fichas del catalogo pertenecientes a ese libro?
Esta vez su reaccion fue sincera y sin disimulos.
– ?Como dice?
– Esta manana fui al fichero para buscar informacion sobre…, sobre el tema que, al parecer, los dos estamos estudiando. Descubri que todas las fichas sobre Dracula y Stoker habian sido arrancadas del cajon.
Su rostro se habia puesto tenso y me estaba mirando, la fealdad muy cerca de la superficie ahora, los ojos demasiado brillantes. Pero en aquel momento, por primera vez desde la desaparicion de Rossi, senti un alivio infinitesimal de mi carga, un desplazamiento del peso de la soledad. Ella no se habia reido de mi melodrama, como habria podido llamarlo, ni habia fruncido el ceno, perpleja. Lo mas importante: no habia astucia en su expresion, nada que indicara que estaba hablando con una enemiga. Su rostro solo registro una emocion, maximo que se permitio: un destello fugaz de miedo.
– Las fichas estaban en su sitio ayer por la manana -dijo poco a poco, como si dejara un arma sobre la mesa y se preparara para hablar-. Primero busque Dracula, y habia una entrada, solo un ejemplar. Despues me pregunte si tendrian otras obras de Stoker, y tambien las busque. Habia algunas entradas bajo su nombre, incluyendo una de Dracula.
El indiferente camarero del restaurante dejo los cafes sobre la mesa, y Helen acerco el suyo sin mirarlo. Pense en Rossi con repentina anoranza, cuando nos servia un cafe muchisimo mejor que ese, parte de su exquisita hospitalidad. Oh, tenia que hacer mas preguntas a esa extrana joven.
– Es evidente que alguien no quiere que usted, yo, o quien sea tome prestado ese libro – indique. Lo dije en voz baja, sin dejar de observarla.
– Eso es lo mas ridiculo que he oido en mi vida -replico con brusquedad ella, al tiempo que anadia azucar en el cafe y lo removia. No obstante, no parecia muy convencida de sus propias palabras, de manera que insisti.
– ?Aun conserva el libro?
– Si. -Su cuchara cayo con un estruendo iracundo-. Esta en mi bolso.
Bajo la vista y observe a su lado el maletin que llevaba el dia anterior.
– Senorita Rossi -dije-, le ruego que me disculpe, y temo que voy a parecer un maniaco, pero creo que la posesion de ese libro comporta cierto peligro, pues es evidente que alguien desea que usted no lo tenga.
– ?Por que cree eso? -contesto sin mirarme a los ojos-. ?Quien cree que es esa persona?
Un leve rubor se habia extendido sobre sus pomulos una vez mas, y miro su taza con aspecto culpable. Era la unica forma de describirlo: su aspecto era claramente culpable. Me pregunte horrorizado si no estaria confabulada con el vampiro: la novia de Dracula, pense espantado, y las sesiones matinales cinematograficas de los domingos me asaltaron con veloces fotogramas. El pelo oscuro encajaria, el fuerte acento inidentificable, los labios como una mancha de moras sobre la piel palida, la elegante indumentaria blanca y negra.
Aparte esa idea de mi mente con firmeza. Era una fantasia, propia de mi estado de animo agitado.
– ?Conoce a alguien que querria apartarla de ese libro?
– Pues si, la verdad, pero no es asunto suyo. -Me fulmino con la mirada y se concentro en su cafe-. ?Por que anda en busca de ese libro? Si queria mi numero de telefono, ?por que no se limito a pedirmelo, sin tantas alharacas?
Esta vez fui yo quien se ruborizo. Hablar con esa mujer era como recibir una serie de bofetadas, asestadas de una manera arritmica para que no pudieras adivinar cuando iba a llegar la siguiente.
– No tenia la menor intencion de pedirle su numero de telefono hasta que me di cuenta de que habian arrancado esas fichas del archivador, y se me ocurrio que usted sabria algo al respecto -dije tirante-. Necesitaba muchisimo el libro, asi que fui a la biblioteca para saber si tenian un segundo ejemplar y poder utilizarlo.
– Y como no lo tenian -dijo ella con vehemencia-, encontro la excusa perfecta para llamarme. Si queria mi libro, ?por que no lo reservo?
– Lo necesito ya -replique.
Su tono empezaba a exasperarme. Era muy posible que estuvieramos metidos en un lio grave, y ella estaba hablando de nuestro encuentro como si fuera una excusa por mi parte para obtener una cita, cosa que no era cierta. Me recorde que ella no podia saber en que espantosa situacion me hallaba. Despues se me ocurrio que, si le contaba toda la historia, tal vez no pensara que estaba loco, aunque podia ponerla en un peligro todavia mayor. Suspire en voz alta sin querer.
– ?Intenta intimidarme para que le de el libro? -Su tono era un poco mas suave, y capte el humor que hizo temblar su energica boca-. Creo que si.
– No, de ninguna manera, pero me gustaria saber quien cree que se opone a que haya pedido prestado el libro.
Deje mi taza sobre la mesa y la mire.
Movio los hombros inquieta bajo la lana ligera de su chaqueta. Vi un pelo largo pegado a la solapa, una hebra de su oscuro cabello, pero que lanzaba destellos cobrizos sobre la tela negra. Dio la impresion de que estaba meditando antes de decir algo.
– ?Quien es usted? -pregunto de repente.
Tome la pregunta en su sentido academico.
– Soy estudiante de posgrado, de la rama de historia.
– ?Historia?
Fue una interrupcion veloz, casi airada.
– Estoy escribiendo mi tesis sobre el comercio holandes en el siglo diecisiete.
– Ah. -Permanecio en silencio un momento-. Yo soy antropologa -dijo por fin-, pero tambien me interesa mucho la historia. Estudio las costumbres y tradiciones de los Balcanes y la Europa Central, sobre todo de mi nativa… -su voz bajo un poco de volumen, pero con tristeza, no en tono de secretismo-, de mi nativa Rumania.
Esta vez fui yo quien dio un respingo. Esto era cada vez mas peculiar.
– ?Por eso queria leer Dracula? -pregunte.
Su sonrisa me sorprendio (blanca, uniforme, los dientes algo pequenos para una cara de rasgos tan marcados, los ojos brillantes). Despues apreto los labios de nuevo.
– Supongo que podria decirse asi.
– No esta contestando a mi pregunta -senale.
– ?Deberia hacerlo? -Se encogio de hombros-. Es usted un completo desconocido, y encima quiere llevarse mi libro.
– Puede que este en peligro, senorita Rossi. No intento amenazarla, sino que hablo muy en serio. Sus ojos se entornaron.
– Usted tambien esta ocultando algo -dijo-. Hablare si usted habla.
Yo nunca habia visto, conocido ni hablado a una mujer asi. Era combativa sin flirtear ni un apice. Tuve la sensacion de que sus palabras eran un estanque de agua fria, en el cual me zambullia sin pararme a pensar en las consecuencias.
– De acuerdo. Usted contesta antes a mi pregunta -dije, imitando su tono-. ?Quien cree que se opone a que el libro se halle en su posesion?