?Se parecian los vampiros egipcios a los vampiros de Europa del Este? Era un estudio adecuado para un arqueologo, no para mi, pero de todos modos copie el numero de catalogo del libro sobre la tradicion egipcia.
Despues busque «Dracula». Temas y titulos estaban mezclados en el catalogo: entre «Drab- Ali el Grande» y «Dragones, Asia» habria al menos una entrada: la ficha de Dracula de Bram Stoker, el libro que habia visto que tenia la joven de cabello oscuro el dia anterior.
Tal vez la biblioteca poseia dos ejemplares del clasico. Lo necesitaba en ese mismo instante. Rossi habia dicho que era la destilacion de las investigaciones de Stoker sobre el mito de los vampiros, y tal vez contendria sugerencias de proteccion que podria utilizar. No habia ni una sola entrada bajo «Dracula», ni una. No habia esperado que la leyenda fuera un tema capital, pero ese libro deberia estar catalogado en algun sitio. Entonces repare en lo que habia entre «Drab-Ali» y «Dragones». Un pequeno fragmento de papel retorcido en el fondo del cajon demostraba sin la menor duda que habian arrancado al menos una ficha.
Corri al cajon de «St». Tampoco aparecian entradas de «Stoker», solo nuevas senales de un robo apresurado. Me sente en el taburete de madera mas cercano. Esto era demasiado extrano. ?Por que iba alguien a arrancar esas fichas en particular?
La chica morena era la ultima que habia sacado el libro, eso lo sabia. ?Habia querido borrar las pruebas de lo que habia retirado? Pero si queria robar o esconder el ejemplar, ?por que lo habia leido en publico, en mitad de la biblioteca? Otra persona habia robado las fichas, tal vez alguien (pero ?por que?) interesado en que nadie localizara el libro. Lo habia hecho con prisas, sin eliminar las huellas de su fechoria. Reflexione. El fichero era sacrosanto en la biblioteca. Cualquier estudiante que dejaba un cajon sobre una mesa y era pillado en falta recibia un severo sermon de los empleados o los bibliotecarios. Cualquier violacion del catalogo tendria que haberse hecho a toda prisa, sin la menor duda, en uno de los escasos momentos en que no hubiera nadie cerca o en que el bibliotecario mirara en otra direccion.
Si la joven no habia cometido el delito, tal vez ignoraba que otra persona no queria que el libro fuera solicitado. Era probable que todavia se hallara en su posesion. Casi corri hacia el escritorio principal.
La biblioteca, construida en estilo neogotico en la epoca en que Rossi estaba terminando sus estudios en Oxford (donde estaba rodeado de un gotico autentico, por supuesto), siempre se me habia antojado hermosa y comica a la vez. Para llegar al mostrador de prestamos tenia que recorrer una larga nave de catedral. El mostrador ocupaba el lugar donde estaria emplazado el altar mayor de una autentica catedral. Bajo un mural de Nuestra Senora (del Conocimiento, supongo) vestida de azul cielo, con los brazos cargados de volumenes celestiales. Sacar un libro alli estaba impregnado de toda la santidad de tomar la comunion. Ese dia se me antojaba la mas cinica de las bromas, por lo cual hice caso omiso del rostro soso y poco colaborador de Nuestra Senora cuando hable a la bibliotecaria, al tiempo que procuraba disimular mi irritacion.
– Estoy buscando un libro que no se encuentra en los estantes en este momento – empece-, y me pregunto si alguien lo tiene o esta a punto de devolverlo.
La bibliotecaria, una mujer menuda y hosca de unos sesenta anos, alzo la vista de su trabajo.
– El titulo, por favor -dijo.
– Dracula, de Bram Stoker.
– Un momento, por favor. Voy a ver si esta. -Miro en un fichero pequeno, con el rostro inexpresivo-. Lo siento. Esta en prestamo.
– Que pena -dije con vehemencia-. ?Cuando lo devolveran?
– Dentro de tres semanas. Lo sacaron ayer.
– Temo que no puedo esperar tanto tiempo. Estoy dando un curso…
Estas solian ser las palabras magicas.
– Puede reservarlo, si quiere -repuso con frialdad la bibliotecaria. Desvio su cabeza gris, como si quisiera reanudar su trabajo.
– Tal vez lo ha pedido uno de mis estudiantes, para leerlo antes del curso. Si me da su nombre, me pondre en contacto con el.
La mujer me miro con los ojos entornados.
– No solemos hacer eso -dijo. -Se trata de una situacion excepcional -confese-. Sere sincero con usted. Debo utilizar una parte de ese libro para preparar el examen que les voy a poner y… Bien, preste mi ejemplar a un estudiante que lo ha extraviado. Fue culpa mia, pero ya sabe lo que pasa con los estudiantes. Tendria que haberlo pensado dos veces.
El rostro de la bibliotecaria se suavizo, y casi me miro con compasion.
– Es terrible, ?verdad? -dijo moviendo la cabeza-. Perdemos un monton de libros cada trimestre, estoy segura. Bien, dejeme ver si puedo conseguirle el nombre, pero no vaya diciendo por ahi que le he hecho este favor, ?eh?
Busco en un archivador que habia a su espalda, mientras yo meditaba sobre la duplicidad que habia descubierto de repente en mi propia naturaleza. ?Cuando habia aprendido a mentir con tal desenvoltura? Me produjo una inquietante sensacion de placer. Repare en que habia otro bibliotecario detras del gran mostrador. Se habia acercado mas y me estaba observando. Era un hombre delgado de edad madura al que habia visto con frecuencia, solo un poco mas alto que su colega y vestido desastradamente con una chaqueta de tweed y una corbata manchada. Tal vez porque le habia visto antes me sorprendio el cambio obrado en su apariencia. Tenia la cara demacrada y chupada, como si estuviera muy enfermo.
– ?Puedo ayudarle? -dijo de pronto, como si sospechara que pudiera robar algo del mostrador si no me atendian al instante.
– Oh, no, gracias. -Indique la espalda de la bibliotecaria-. Ya me estan atendiendo.-Entiendo.
Se aparto al tiempo que la mujer volvia con una hoja de papel, que puso delante de mi. Y entonces no supe donde mirar. El papel bailaba ante mis ojos, pero el segundo bibliotecario, que se habia dado media vuelta y se habia inclinado para examinar unos libros que habian devuelto al mostrador y estaban esperando el momento de volver a sus estantes, se agacho para posar su vista miope sobre ellos, y entonces su cuello quedo al descubierto un momento por encima del de la camisa y vi dos pequenas heridas costrosas de aspecto sucio, con un poco de sangre seca que formaba un feo encaje sobre la piel justo debajo. Despues se incorporo y se alejo con los libros.
– ?Es esto lo que queria? -me estaba preguntando la bibliotecaria. Mire el papel que me estaba mostrando-. Como ve, es el resguardo de Bram Stoker, Dracula. Solo tenemos un ejemplar.
El desalinado bibliotecario dejo caer un libro al suelo, y el ruido resono en la cavernosa nave. Se incorporo y me miro, y nunca habia visto (o hasta aquel momento nunca habia visto) una mirada humana tan henchida de odio y cautela.
– Es lo que usted queria, ?verdad? -insistio la bibliotecaria.
– Oh, no -dije pensando a toda prisa-. Creo que me ha entendido mal. Estoy buscando la Historia de la decadencia y caida del imperio romano de Gibbon. Le dije que voy a dar un curso sobre el libro y necesitamos mas ejemplares.
La mujer fruncio el ceno.
– Pero yo crei…
Detestaba sacrificar sus sentimientos, incluso en ese desagradable momento, cuando me habia tratado tan bien.
– No pasa nada -dije-. Quiza no he buscado bien. Volvere a mirar el catalogo.
En cuanto pronuncie la palabra «catalogo», supe que habia perdido mi nueva influencia.
Los ojos del alto bibliotecario se entornaron todavia mas y movio la cabeza apenas, como un animal que siguiera los movimientos de su presa.
– Muchisimas gracias -murmure cortesmente, y me aleje, sintiendo aquellos ojos penetrantes clavados en mi nuca mientras recorria el largo pasillo. Fingi examinar el catalogo un momento, y despues cerre el maletin y sali decidido por la puerta principal, por la que los fieles ya estaban afluyendo en manadas para estudiar. Encontre un banco iluminado por el sol, y apoye la espalda contra una pared neogotica, desde donde podia ver a toda la gente que entraba y salia. Necesitaba sentarme cinco minutos para pensar. La reflexion, predicaba siempre Rossi, debia ocupar el tiempo pertinente.
Sin embargo, habia demasiadas cosas que asimilar. En aquel momento de confusion no solo habia visto el cuello herido del bibliotecario, sino tambien el nombre de la usuaria de la biblioteca que ha tomado prestado