Tal vez porque me gustaban en secreto las palomas, estaba tan atenta a la muchedumbre que, de repente, me fije en una figura que no se movia. Una mujer, alta y vestida con un largo abrigo negro, inmovil en el anden. Se cubria la cabeza con un panuelo negro, que enmarcaba su cara blanca. Estaba demasiado lejos para ver sus facciones con claridad, pero distingui un destello de ojos oscuros y una boca de un rojo casi anormal, debido tal vez a un lapiz de labios intenso. La silueta de su ropa era extrana. Entre las minifaldas y espantosas botas de pesados tacones de moda, calzaba ajustados zapatos negros de finos tacones.

Pero lo primero que llamo mi atencion, y la retuvo un momento antes de que el tren empezara a moverse de nuevo, fue su actitud vigilante. Estaba examinando nuestro tren con gran detenimiento. Me aparte de la ventana instintivamente y Barley me lanzo una mirada inquisitiva. Al parecer, la mujer no nos vio, aunque avanzo un paso en nuestra direccion.

Despues dio la impresion de que cambiaba de opinion y se volvia para examinar otro tren que acababa de parar al otro lado del anden. Algo en su espalda recta y severa me obligo a seguir mirando, hasta que empezamos a salir de la estacion, y despues la mujer desaparecio entre las oleadas de gente, como si jamas hubiera existido.

28

Esta vez fui yo quien se durmio, en lugar de Barley. Cuando desperte, me descubri

acurrucada contra el, con la cabeza apoyada en el hombro de su jersey azul marino. Estaba mirando por la ventanilla, con las cartas de mi padre guardadas de nuevo cuidadosamente en los sobres sobre su regazo, las piernas cruzadas, con la cara (encima de mi, pero cerca) vuelta hacia el paisaje, que a esas alturas ya sabia que era la campina francesa. Abri los ojos y vi su barbilla huesuda. Cuando baje la vista, vi las manos de Barley enlazadas flojamente sobre las cartas. Repare por primera vez en que se mordia las unas, como yo. Cerre los ojos de nuevo, fingiendo que continuaba dormida, porque el calor de su hombro me resultaba muy confortable. Despues tuve miedo de que no le gustara que estuviera apoyada contra el o de que hubiera babeado su jersey sumida en mi sueno profundo, de modo que me sente muy tiesa. Barley se volvio a mirarme, con los ojos invadidos de pensamientos lejanos, o tal vez del pais que desfilaba ante las ventanillas, que ya no era liso sino ondulado, modestas tierras de labranza francesas. Al cabo de un momento sonrio.

Cuando la tapa de la caja que contenia los secretos del sultan Mehmet se levanto, surgio un olor que yo conocia. Era el olor a documentos muy antiguos, a pergamino o vitela, a polvo y siglos, a paginas que el tiempo habia empezado a mancillar muchos anos atras. Tambien era el olor del pequeno libro con sus hojas en blanco y el dragon en el centro, mi libro.

Jamas habia osado acercar mi nariz a el, como habia hecho en secreto con otros volumenes que habia manejado. Temia, supongo, descubrir algo repulsivo en el perfume o, peor aun, un poder, una droga malvada que no queria inhalar.

Turgut estaba extrayendo documentos de la caja con delicadeza. Todos estaban envueltos en papel de seda amarillento y variaban en tamano y forma. Los desplego sobre la mesa con cuidado ante nosotros.

– Yo mismo les ensenare estos papeles y les explicare lo que se de ellos -explico-

Despues tal vez quieran sentarse a meditar sobre su contenido, ?no creen?

Si, tal vez lo hariamos. Asenti y el desenvolvio y extendio un rollo, que sometio a nuestro examen. Era pergamino sujeto con finos listones de madera, muy diferente de las anchas paginas lisas y libros mayores encuadernados a los que estaba acostumbrado durante mi investigacion del mundo de Rembrandt. Los bordes del pergamino estaban decorados con ribetes coloreados de dibujos geometricos, dorados, azules y escarlata. El texto manuscrito estaba, para mi decepcion, escrito en caligrafia arabe. No se muy bien que esperaba. Ese documento habia llegado desde el corazon de un imperio que hablaba el idioma otomano y escribia en el alfabeto arabe, y solo recurria al griego para intimidar a los bizantinos, o el latin para tomar al asalto las puertas de Viena.

Turgut vio mi expresion y se apresuro a dar explicaciones.

– Esto, amigos mios, es un libro mayor de gastos de una guerra contra la Orden del Dragon. Fue escrito en una ciudad de la parte sur del Danubio por un burocrata que estaba gastando el dinero del sultan alli. Es un informe comercial, en otras palabras. El padre de Dracula, Vlad Dracul, costo muchisimo dinero al imperio otomano a mediados del siglo quince. Este burocrata encargo armaduras y, ?como se dice?, cimitarras para trescientos hombres, responsables de vigilar la frontera de los Carpatos occidentales e impedir que los habitantes de la zona se rebelaran, y tambien les compro caballos. Aqui -senalo con un largo dedo el pie del pergamino-, aqui pone que Vlad Dracul era un gasto y un…, un maldito incordio, y les habia costado mas dinero del que el baja queria gastar. El baja lo lamenta mucho y se siente muy desdichado, y desea larga vida al Incomparable en el nombre de Ala.

Helen y yo intercambiamos una mirada, y crei leer en sus ojos algo del sobrecogimiento que yo tambien sentia. Esa esquina de la historia era tan real como el suelo embaldosado que pisabamos o el sobre de madera de la mesa que tocaban nuestras manos. La gente de ese periodo habia vivido, respirado, sentido, pensado y muerto, tal como nos pasaria a nosotros. Aparte la vista, incapaz de soportar el destello de emocion que brillaba en su rostro energico.

Turgut habia vuelto a enrollar el pergamino y estaba abriendo un segundo paquete que contenia dos rollos mas.

– Aqui hay una carta del baja de Valaquia en la que promete enviar al sultan Mehmet todos los documentos que pueda encontrar sobre la Orden del Dragon. Y esto es un informe sobre el comercio a lo largo del Danubio en 1461, no lejos de la zona controlada por la Orden del Dragon. Las fronteras de esta zona no eran fijas, cambiaban continuamente. Aqui hay una lista de sedas, especias y caballos que el baja solicita para cambiar por lana de los pastores de sus dominios.

Los siguientes dos rollos eran informes similares. Despues Turgut desenrollo un paquete mas pequeno que contenia un dibujo liso sobre pergamino.

– Un mapa -dijo. Yo efectue un movimiento involuntario en direccion a mi maletin, que contenia los bocetos y notas de Rossi, pero Helen sacudio la cabeza de manera casi imperceptible. Comprendi lo que queria decir: no conociamos lo bastante bien a Turgut para desvelarle todos nuestros secretos. Aun no, me corregi mentalmente. Al fin y al cabo, en apariencia, nos habia abierto todas sus fuentes de informacion.

– Jamas he sido capaz de comprender que es este mapa, amigos -nos dijo. Habia pesar en su voz, y se acaricio el bigote con una mano pensativa. Mire con detenimiento el pergamino y vi con emocion una pulcra, destenida version del primer mapa que Rossi habia copiado, la larga media luna de montanas, el rio que se curvaba al norte de la cordillera-. No se parece a ninguna region que yo haya estudiado, y no hay forma de saber…, ?como se dice…?, la escala del mapa. -Lo dejo a un lado-. Aqui hay otro mapa, y parece representar la misma zona, pero a mayor escala que el primero. -Yo sabia lo que era. Ya habia visto todo eso y mi entusiasmo aumento-. Creo que son las montanas que aparecen al oeste del primer mapa, ?no? -Suspiro-. Pero no hay mas informacion, y no hay muchos rotulos, salvo algunas lineas del Coran y este extrano lema (en una ocasion lo traduje con mucho cuidado), que dice algo asi como: «En este lugar el se aloja en la maldad. Lector, desentierrale con una palabra».

Extendi temeroso una mano para detenerle, pero Turgut habia hablado con demasiada rapidez y me pillo desprevenido.

– ?No! -grite, pero era demasiado tarde, de modo que Turgut me miro estupefacto. Helen me lanzo una mirada y el senor Erozan se volvio al otro lado de la sala y tambien me miro-. Lo siento -susurre-. Estoy muy emocionado por ver todos estos documentos.

Son muy… interesantes.

– Ah, me alegro de que los encuentre interesantes. -Turgut casi sonreia, pese a su

expresion seria-. Estas palabras suenan algo raras. Te dan un, no se, un susto.

En aquel momento se oyeron pasos en la sala. Me volvi, nervioso, casi esperando ver al mismisimo Dracula, fuera cual fuera su aspecto, pero solo era un hombrecillo con un gorro de punto y una barba gris desalinada. El senor Erozan fue a la puerta a recibirle y nosotros devolvimos la atencion a los documentos. Turgut saco otro pergamino de la caja.

– Este es el ultimo documento -dijo-. Nunca he conseguido desvelar sus secretos.

Вы читаете La Historiadora
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату