Consta en el catalogo de la biblioteca como una bibliografia de la Orden del Dragon.
Mi corazon dio un vuelco y vi que Helen se animaba.
– ?Una bibliografia?
– Si, amigo mio.
Turgut lo extendio sobre la mesa ante nosotros. Parecia muy antiguo y bastante fragil, escrito en griego con buena caligrafia. La parte superior se curvaba de manera irregular, como si hubiera formado parte de un rollo mas largo, y el borde inferior estaba claramente rasgado. No habia adornos de ningun tipo en el manuscrito, solo las palabras cuidadosamente alineadas. Suspire. Nunca habia estudiado griego, aunque dudaba de que algo que no fuera un dominio absoluto del idioma me hubiera ayudado a descifrar aquel documento Como si adivinara mi problema, Turgut saco una libreta de su maletin -Pedi a un experto en Bizancio perteneciente a nuestra universidad que me lo tradujera. Posee extensos conocimientos de su idioma y documentos. Esto es una lista de obras literarias, aunque algunas nunca las habia oido mencionar en ningun otro ejemplar.
Abrio la libreta y aliso una pagina. Estaba cubierta de pulcra escritura turca. Esta vez fue Helen quien suspiro. Turgut se dio una palmada en la frente.
– Oh, un millon de perdones -dijo-. Se lo voy a traducir, ?de acuerdo? «Herodoto: El trato de los prisioneros de guerra; Feseo: Sobre razon y tortura; Origenes: Tratado sobre los principios fundamentales; Eutimio el Viejo: El hado de los condenados; Gubent de Gante: Tratado sobre la naturaleza; santo Tomas de Aquino: Sisifo.» Como ven, una seleccion muy extrana, y algunos de los libros son muy raros. Mi amigo, el experto en Bizancio, me dijo, por ejemplo, que seria un milagro que una version hasta ahora desconocida de este tratado del primitivo filosofo cristiano Origenes hubiera sobrevivido. Casi todas las obras de Origenes fueron destruidas porque fue acusado de herejia.
– ?Que herejia? -Helen parecia interesada-. Estoy segura de haber leido algo acerca de el.
– Fue acusado de defender en este tratado que es una cuestion de logica cristiana que hasta Satanas se salvara y resucitara -explico Turgut-. ?Sigo con la lista?
– Si no le importa -dije-, ?podria apuntarnos los titulos en ingles tal como los va leyendo?
– Con sumo placer.
Turgut se sento con su libreta y saco una pluma.
– ?Que sacas en limpio de esto? -pregunte a Helen. Su rostro era mas expresivo que mil palabras. ?Habiamos ido hasta alli por una lista confusa de libros?-. Se que aun no tiene sentido -le dije en voz baja-, pero vamos a ver adonde nos conduce.
– Bien, amigos mios, dejenme que les lea los siguientes titulos. -Turgut estaba
escribiendo muy animado-. Casi todos estan relacionados con la tortura, el asesinato o algo desagradable, como veran. «Erasmo: Peripecias de un asesino; Henricus Curtius: Los canibales; Giorgio de Padua: Los condenados.»
– ?No aparecen fechas? -pregunte al tiempo que me inclinaba sobre los documentos.
Turgut suspiro.
– No, y nunca he podido encontrar mas referencias sobre estos titulos, pero ninguno de los que he localizado fue escrito despues de 1600.
– Pero eso es posterior a la muerte de Vlad Dracula -comento Helen. La mire sorprendido. No habia pensado en eso. Era una sencilla puntualizacion, pero verdadera y desconcertante.
– Si, querida senora -dijo Turgut, y alzo la vista hacia ella-. Las mas recientes de esas obras fueron escritas mas de cien anos despues de su muerte, y tambien despues de la muerte del sultan Mehmet. Ay, he sido incapaz de encontrar mas informacion sobre como o cuando esta bibliografia paso a formar parte de la coleccion del sultan Mehmet. Alguien debio anadirla mas tarde, tal vez mucho despues de que la coleccion llegara a Estambul.
– Pero antes de 1930 -murmure.
Turgut me dirigio una mirada penetrante.
– Esa es la fecha en que esta coleccion fue puesta a buen recaudo -dijo-. ?Por que ha dicho eso, profesor?
Senti que me ruborizaba, tanto porque habia hablado demasiado, y tan mas de la cuenta que Helen se habia dado media vuelta, desesperada por mi estupidez, como porque aun no era profesor. Guarde silencio unos momentos. Siempre he detestado mentir y procuro, querida hija, no hacerlo nunca si puedo evitarlo.
Turgut me estaba estudiando, y me senti incomodo porque, antes de ese momento, no habia reparado en la extrema profundidad de sus ojos oscuros, con sus afables patas de gallo.
Respire hondo. Ya lo hablaria con Helen mas tarde. Habia confiado en Turgut desde el primer momento, y tal vez nos seria de mas ayuda si sabia mas cosas. Para ganar un poco de tiempo, no obstante, mire la lista de documentos que nos estaba traduciendo y despues eche un vistazo a la traduccion turca en la que estaba trabajando. No podia mirarle a los ojos. ?Debia contarle todo lo que sabiamos? Si le ponia al corriente de lo que sabia hasta el momento sobre las experiencias de Rossi, ?pondria en duda nuestra seriedad y cordura? Fue precisamente por haber bajado los ojos que de repente vi algo extrano. Mi mano volo hacia el documento griego original, la bibliografia de la Orden del Dragon. No todo estaba en griego. Pude leer con toda claridad el ultimo nombre de la lista: Bartholomew Rossi. Le seguia una frase en latin.
– ?Santo Dios!
Mi exclamacion encrespo a todos los silenciosos investigadores de la sala, comprendi demasiado tarde. El senor Erozan, que aun estaba hablando con el hombre del gorro y la barba larga, se volvio hacia nosotros con mirada inquisitiva.
Turgut se alarmo al instante y Helen se removio en su asiento. -?Que pasa?
Turgut extendio una mano hacia el documento. Yo seguia mirando. Fue bastante facil para el seguir mi mirada. Despues se puso en pie de un salto, emitio algo que habria podido ser un eco de mi agitacion, tan claro que me produjo un extrano consuelo entre tantas cosas extranas que estaban sucediendo.
– ?Dios mio! ?El profesor Rossi!
Los tres nos miramos y por un momento nadie hablo. Al fin hice un esfuerzo.
– ?Conoce ese nombre? -pregunte a Turgut en voz baja. El paseo su mirada por nosotros dos.
– ?Y usted? -contesto por fin.
La sonrisa de Barley era amable.
– Debias de estar cansada, de lo contrario no habrias dormido tan profundamente. Yo tambien estoy cansado, solo de pensar en el lio en que te has metido. ?Que diria cualquiera si le hablaras de esto? Esa senora de ahi, por ejemplo. -Movio la cabeza en direccion a nuestra dormida acompanante, que no habia bajado en Bruselas y, al parecer, tenia la intencion de dormir durante todo el trayecto hasta Paris-. O un policia. Todo el mundo pensaria que estas loca. -Suspiro-. ?Y pretendias viajar sola hasta el sur de Francia?
Ojala me dijeras el sitio exacto, en lugar de obligarme a adivinarlo. Asi podria enviar un telegrama a la senora Clay y meterte en un lio aun mas complicado.
Esta vez me toco a mi sonreir. Ya habiamos discutido un par de veces sobre esto.
– Eres espantosamente tozuda -gruno Barley-. Jamas habria pensado que una nina pudiera provocarme tantos problemas… Sobre todo el tipo de problemas que tendria con Master James si te abandonara en mitad de Francia. -Casi consiguio hacerme llorar, pero sus siguientes palabras secaron mis lagrimas antes de que empezaran a formarse-. Al menos, tendremos tiempo de comer antes de subir al siguiente tren. En la Gare du Nord hacen unos bocadillos deliciosos. Esperemos que nos permitan pagar con moneda extranjera.
Fue la utilizacion del plural lo que conmovio mi corazon.
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Bajar, incluso de un tren moderno, en ese gran templo de viajeros, la Gare du
Nord, con su elevada estructura de hierro y cristal, su belleza luminosa y aerea, equivale a entrar en Paris. Barley y yo bajamos del tren, bolsas en mano, y dedicamos dos minutos a asimilarlo todo. Al menos, eso fue lo
