Para mi alivio, Turgut asintio.
– Pone: «Bartholomew Rossi, El Espiritu (el Fantasma) en el Anfora».
La cabeza me daba vueltas.
– Pero yo conozco esta frase, me parece… Estoy seguro de que es el titulo de un articulo en el que ha estado trabajando esta primavera. -Calle-. Estaba. Me lo enseno hara un mes.
Versa sobre la tragedia griega y los objetos que utilizaban en ocasiones los teatros griegos como accesorios en el escenario. -Helen me estaba mirando fijamente-. Es… Estoy casi seguro de que es la obra que esta escribiendo.
– Lo que es extrano, muy extrano -dijo Turgut, y ahora percibi cierto miedo en su voz-, es que he leido esta lista muchas veces y nunca habia visto esta entrada. Alguien ha anadido el nombre de Rossi.
Le mire asombrado.
– Averigue quien -dije con voz ahogada-. Hemos de saber quien ha estado manipulando estos documentos. ?Cuando estuvo aqui por ultima vez?
– Hara unas tres semanas -contesto Turgut con semblante sombrio-. Espere, por favor.
Se lo preguntare al senor Erozan. No se muevan.
En cuanto se levanto, el atento bibliotecario avanzo a su encuentro. Intercambiaron unas rapidas palabras.
– ?Que dice? -pregunte.
– ?Por que no se le ocurrio decirmelo antes? -gruno Turgut-. Un hombre vino ayer y examino el contenido de esta caja. -Siguio interrogando a su amigo, y el senor Erozan indico la puerta-. Era ese hombre -dijo Turgut, y tambien senalo-. Dice que era el hombre que vino hace poco, con el que estuvo hablando.
Todos nos volvimos, horrorizados, pero ya era demasiado tarde. El hombrecillo del gorro blanco y la barba gris se habia esfumado.
Barley estaba contando el dinero que llevaba en su billetero.
– Bien, tendremos que cambiar todo lo que llevo encima -dijo pesaroso- Tengo el dinero de Master James y unas cuantas libras mas de mi asignacion semanal.
– Yo he traido algo -dije-. De Amsterdam, claro esta. Comprare los billetes de tren, y creo que podre pagar las comidas y el alojamiento al menos durante unos dias.
Me estaba preguntando si podria sufragar el apetito de Barley. Era extrano que alguien tan flaco pudiera comer tanto. Yo tambien era delgaducha todavia, pero no podia imaginarme devorando dos bocadillos a la velocidad de Barley. Pensaba que la preocupacion por el dinero era la mas acuciante hasta que llegamos al mostrador de cambio de dinero y una joven vestida con una chaqueta cruzada azul marino nos miro de arriba abajo. Barley hablo con ella de tipos de cambio y al cabo de un minuto la chica descolgo el telefono y dio media vuelta para hablar.
– ?Por que hace eso? -susurre a Barley nerviosa.
Me miro sorprendido.
– Por algun motivo, esta comprobando los tipos de cambio -me dijo-. No lo se. ?Que opinas?
No podia explicarlo. Tal vez se debia a la influencia de las cartas de mi padre, pero todo se me antojaba sospechoso. Era como si ojos invisibles nos estuvieran siguiendo.
Turgut, que parecia disponer de mas presencia de animo que yo, corrio hacia la puerta y desaparecio en el pequeno vestibulo. Regreso un segundo despues sacudiendo la cabeza.
– Se ha ido -nos informo-. No vi ni rastro de el en la calle. Desaparecio entre la multitud.
Dio la impresion de que el senor Erozan se disculpaba, y Turgut hablo con el pasados unos segundos. Despues se volvio hacia nosotros.
– ?Tienen algun motivo para pensar que los han seguido hasta aqui en el curso de su investigacion?
– ?Seguido?
Tenia todos los motivos para pensarlo, pero no tenia ni idea de quien exactamente.
Turgut me miro fijamente y me acorde de la gitana que habia aparecido la anoche anterior junto a nuestra mesa.
– Mi amigo el bibliotecario dice que ese hombre queria ver los documentos que hemos estado examinando y se enfado cuando supo que estaban siendo consultados. Dice que hablaba turco, pero por su acento cree que es extranjero. Por eso pregunto si alguien les ha seguido hasta aqui. Amigos mios, vamonos cuanto antes, pero vigilemos. Le he dicho a mi amigo que custodie los documentos y que se fije bien en ese hombre o en quienquiera que venga a mirarlos. Intentara averiguar quien es si vuelve. Quiza si nos vamos vuelva antes.
– ?Pero los mapas!
Me preocupaba dejar aquellos valiosos documentos en la caja. Ademas, ?que habiamos averiguado? Ni siquiera habiamos empezado a resolver el enigma de los tres mapas, pese a que habiamos contemplado su milagrosa realidad en la mesa de la biblioteca.
Turgut se volvio hacia el senor Erozan y dio la impresion de que una sonrisa, una senal de mutua comprension, pasaba entre ellos.
– No se preocupe, profesor -me dijo Turgut-. He hecho copias de todas estas cosas con mi propia mano y esas copias estan a salvo en mi apartamento. Ademas, mi amigo no permitira que les pase nada a los originales. Pueden creerme.
Yo queria hacerlo. Helen estaba mirando con semblante inquisitivo a nuestros nuevos conocidos, y me pregunte que deducia de todo esto.
– De acuerdo -dije.
– Vengan, amigos mios. -Turgut empezo a guardar los documentos con una ternura que yo no habria podido igualar-. Creo que hemos de hablar en privado de muchas cosas. Los llevare a mi apartamento y alli hablaremos. Tambien les ensenare otros materiales que he recogido sobre este tema. No hablemos de estos asuntos en la calle. Saldremos de la manera mas visible posible y -cabeceo en direccion al bibliotecario- dejaremos a nuestro mejor general en la brecha.
El senor Erozan nos estrecho la mano a todos, cerro la caja con sumo cuidado y desaparecio con ella entre las estanterias situadas al fondo de la sala. Le segui con la mirada hasta perderle de vista y despues suspire en voz alta bien a mi pesar. No podia sacudirme de encima la sensacion de que el destino de Rossi seguia escondido en aquella caja, incluso, que Dios me perdone, que el propio Rossi estaba enterrado en ella y nosotros no habiamos sido capaces de rescatarle.
Despues nos fuimos del edificio y nos quedamos en la escalinata a proposito unos minutos, mientras fingiamos conversar. Tenia los nervios a flor de piel y Helen estaba palida, pero Turgut mantenia la calma.
– Si esta al acecho -dijo en voz baja-, el muy cobarde sabra que nos vamos.
Ofrecio el brazo a Helen, que lo acepto con menos renuencia de lo que yo habria
imaginado, y nos alejamos por las calles abarrotadas. Era la hora de comer y estabamos rodeados por olores de carne asada y pan horneado que se mezclaban con un olor humedo que habria podido ser de humo de carbon o de motor diesel, un olor que todavia recuerdo a veces sin previo aviso y que significa para mi el limite del mundo oriental. Ignoraba lo que sucederia a continuacion, pero sabia que seria otro acertijo, al igual que este lugar. Mire a mi alrededor y contemple los rostros de las multitudes turcas, las esbeltas agujas de los minaretes en el horizonte de cada calle, las antiguas cupulas entre las higueras, las tiendas repletas de mercancias misteriosas. El mayor acertijo de todos tironeaba de mi corazon, que
volvia a dolerme: ?donde estaba Rossi? ?Estaba alli, en esa ciudad, o muy lejos? ?Vivo,muerto, o en un estado intermedio?
30
A las cuatro y dos minutos de la tarde, Barley y yo tomamos el expreso a Perpinan. Barley subio los empinados escalones con su bolsa y extendio una mano para ayudarme a subir.
Habia pocos pasajeros en el tren, y el compartimiento que encontramos siguio vacio despues de que el tren
