desmesurado. Sali sin mirar atras y corri en la direccion que habia tomado Barley para ir al vagon restaurante. Habia mas personas en los compartimientos, con las cortinas descorridas, sus libros, periodicos y cestas de picnic colocadas a su lado, y volvieron la cara con curiosidad cuando cruce el pasillo como una exhalacion. No pude detenerme ni para escuchar si me seguian pasos. Recorde de repente que habia dejado nuestras bolsas en el compartimiento, en la rejilla de los equipajes. ?Se apoderaria de ellos? ?Las registraria? El bolso colgaba de mi brazo. Me habia quedado dormida con el alrededor de la muneca, como siempre que llevaba en publico.

Barley estaba al final del vagon restaurante, con el libro abierto sobre una amplia mesa.

Habia pedido te y varias cosas mas y tardo un momento en alzar la vista de su pequeno reino y registrar mi presencia. Mi aspecto debia ser terrible, porque me sento a su lado enseguida.

– ?Que pasa?

Aprete la cara contra su cuello e hice un esfuerzo para contener el llanto.

– Desperte y habia un hombre en nuestro compartimiento, leyendo el diario, y no podia ver su cara.

Barley apoyo una mano en mi pelo.

– ?Un hombre con un periodico? ?Por que estas tan trastornada?

– No me dejo ver su cara -susurre, y me volvi a mirar la entrada del vagon restaurante.

No habia nadie, ninguna figura vestida de oscuro entro-. Pero me hablo desde detras del periodico.

– ?Si?

Al parecer, Barley habia descubierto que le gustaban mis rizos.

– Me pregunto donde estaba mi padre.

– ?Como? -Barley se enderezo-. ?Estas segura?

– Si, en ingles. -Yo tambien me incorpore-. Hui, y creo que no me siguio, pero esta en el tren. Tuve que dejar nuestras bolsas en el compartimiento.

Barley se mordio el labio. Casi espere ver sangre sobre su piel clara. Despues hizo una sena al camarero, se puso de pie, hablo un momento con el y busco en sus bolsillos una generosa propina, que dejo al lado de su taza de te.

– Nuestra siguiente parada es Boulois -dijo-, dentro de dieciseis minutos.

– ?Que haremos con nuestras bolsas?

– Tu tienes tu bolso y yo mi cartera con el dinero. -De pronto, Barley callo y me miro-. Las cartas…

– Estan en mi bolso -me apresure a decir.

– Gracias a Dios. Quiza debamos abandonar el resto de nuestro equipaje, pero da igual.

Barley tomo mi mano y fuimos al final del vagon restaurante, hasta entrar en la cocina, ante mi sorpresa. El camarero corrio detras de nosotros y nos indico un pequeno hueco cerca de los frigorificos. Barley senalo. Habia una puerta al lado. Alli permanecimos dieciseis minutos, yo aferrada a mi bolso. Parecia natural que nos abrazaramos en aquel reducido espacio, como dos refugiados. De repente, recorde el regalo de mi padre y subi la mano hacia el: el crucifijo colgaba sobre mi garganta a plena vista. No era de extranar que no hubiera bajado el periodico en ningun momento.

Por fin, el tren empezo a disminuir la velocidad, los frenos se estremecieron y chirriaron, y nos detuvimos. El camarero empujo una palanca y la puerta que habia cerca de nosotros se abrio. Dedico a Barley una mirada conspiratoria. Debia pensar que eran asuntos del corazon y que mi padre, airado, nos perseguia por el tren, o algo por el estilo.

– Baja del tren, pero quedate pegada al vagon -me aconsejo Barley sin alzar la voz, y descendimos al anden. La rustica estacion estaba rodeada de arboles plateados, y el aire era tibio y fragante-. ?Lo ves?

Mire hasta que vi a alguien entre los pasajeros que desembarcaban, casi al final del tren, una figura alta de hombros anchos vestida de negro, una figura con algo de malignidad en todo su ser, provista de una cualidad tenebrosa que me revolvio el estomago. Ahora se tocaba con un sombrero oscuro, de modo que no pude ver su cara. Sostenia un maletin oscuro y algo blanco enrollado, tal vez el periodico.

– Es el.

Intente no senalar, y Barley, sin perdida se tiempo, me obligo a subir enseguida al tren.

– Mantente fuera de su vista. Vere adonde va. Esta mirando arriba y abajo. -Barley se asomo, mientras yo reculaba cobardemente, con el corazon martilleando en el pecho. El sujetaba mi brazo con firmeza-. Bien… Se aleja en direccion contraria. No, ahora vuelve.

Mira por las ventanillas. Creo que va a subir al tren otra vez. Dios, que sangre fria.

Consulta su reloj. Va a subir. Vuelve a bajar y viene hacia aqui. Preparate. Subiremos y recorreremos todo el tren si hace falta. ?Estas preparada?

En aquel momento, los ventiladores zumbaron, el tren dio una sacudida y Barley maldijo en voz alta.

– ?Vuelve a subir! Creo que se ha dado cuenta de que no hemos bajado.

De pronto, me hizo bajar al anden. A nuestro lado, el tren dio otro tiron y se puso en movimiento. Varios pasajeros habian bajado las ventanillas y estaban asomados para fumar o mirar el paisaje. Entre ellos, a varios vagones de distancia, vi una cabeza oscura vuelta en nuestra direccion, un individuo de hombros cuadrados. Pense que estaba poseido por una furia fria. Despues el tren acelero y doblo una curva. Me volvi hacia Barley y los dos nos miramos. A excepcion de unos cuantos aldeanos sentados en la pequena estacion rural, estabamos solos en mitad de Francia.

32

Si habia esperado que el estudio de Turgut fuera otro sueno oriental, el paraiso de un estudioso otomano, me habia equivocado. La habitacion a la cual nos condujo era mucho mas pequena que la grande que acababamos de dejar, pero tambien de techo alto, y la luz del dia que entraba por las dos ventanas realzaba la belleza de los muebles. Habia dos paredes revestidas de libros de arriba abajo. Cortinas de terciopelo negro caian hasta el suelo junto a cada ventana y un tapiz de caballos y perros en plena caceria dotaba a la habitacion de una sensacion de esplendor medieval. Montanas de obras de referencia en ingles descansaban sobre una mesa en el centro de la estancia. Una inmensa coleccion de Shakespeare ocupaba su propia vitrina cerca del escritorio.

Pero la primera impresion que tuve del estudio de Turgut no fue la superioridad aplastante de la literatura inglesa. Lo que adverti de inmediato, en cambio, era una presencia mas tenebrosa, una obsesion que poco a poco se habia ido imponiendo a la influencia de las obras inglesas sobre las que escribia. Esta presencia se abalanzo sobre mi de repente como un rostro, un rostro que estaba en todas partes, que sostenia mi mirada con arrogancia desde un grabado que habia detras del escritorio, desde un pedestal que descansaba sobre la mesa, desde un extrano bordado colgado de la pared, desde la tapa de una carpeta, desde un dibujo cercano a una ventana. Era el mismo rostro en todos los casos, reproducido en diferentes posiciones y diferentes medios, pero siempre el rostro medieval, bigotudo, de mejillas hundidas.

Turgut me estaba observando.

– Ah, sabe quien es -dijo en tono sombrio-. Lo he coleccionado de muchas maneras, como puede ver.

Estabamos mirando codo con codo el grabado enmarcado colgado en la pared de detras del escritorio. Era una reproduccion de la xilografia que habia visto en casa, pero la cara estaba vuelta por completo hacia el frente, de modo que daba la impresion de que los ojos, negros como la tinta, se clavaban en los nuestros.

– ?Donde encontro todas esas imagenes diferentes? -le pregunte.

– En muchas partes. -Turgut indico el infolio de la mesa-. A veces pedia que me las dibujaran a partir de libros antiguos y a veces las encontraba en tiendas de antiguedades o en subastas. Es extraordinaria la cantidad de imagenes de su rostro que todavia pululan por nuestra ciudad, una vez que te pones a buscarlas. Pense que si las reunia todas, podria leer en sus ojos el secreto de mi extrano libro vacio. -Suspiro-. Pero estas xilografias son tan toscas, tan… en blanco y negro. No acababan de satisfacerme, asi que pedi a un amigo mio artista que las fundiera en una sola para mi.

Nos condujo a un hueco practicado al lado de una ventana, donde unas cortinas cortas, tambien de terciopelo negro, estaban corridas sobre algo. Experimente una especie de temor incluso antes de que el hombre subiera la mano para tirar del cordel, y cuando la cortina se

descorrio, mi corazon dio un vuelco. El terciopelo se abrio y dejo al descubierto un oleo de tamano natural y

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