horriblemente cruel, pero no era un vampiro, por supuesto. No encontraras ninguna mencion a Vlad en el libro de Stoker, pero este reunio informacion util sobre leyendas relacionadas con los vampiros, y tambien sobre Transilvania, sin haberla pisado nunca, aunque Vlad Dracula goberno Valaquia, que tiene frontera con Transilvania. En el siglo veinte, Hollywood toma las riendas y el mito continua viviendo, resucitado. Ahi termina mi frivolidad, por cierto.
Rossi dejo la taza a un lado y enlazo las manos. Por un momento, parecio incapaz de continuar.
– Puedo ser frivolo en relacion con la leyenda, que ha sido comercializada hasta extremos aberrantes, pero no sobre el resultado de mi investigacion. Me senti incapaz de publicarla, en parte por la existencia de esa leyenda. Pense que nadie tomaria el tema en serio. Pero tambien habia otro motivo.
Lo cual me dejo paralizado mentalmente. Rossi no dejaba piedra por publicar. Era parte de su productividad, su genio prolifico. Aconsejaba con severidad a sus estudiantes que hicieran lo mismo, que no desperdiciaran nada.
– Lo que descubri en Estambul era demasiado grave para tomarlo a burla. Tal vez me equivoque en mi decision de mantener oculta esta informacion, pues asi la considero, pero cada uno tiene sus supersticiones particulares. La mia es propia de historiadores. Tuve miedo.
Le mire y exhalo un suspiro, como si no se decidiera a continuar.
– Vlad Dracula siempre habia sido estudiado en los grandes archivos de la Europa Central y del Este, o en su region natal. Pero empezo su carrera exterminando turcos, y descubri que nadie habia buscado material sobre la leyenda de Dracula en el mundo otomano. Eso fue lo que me llevo a Estambul, una desviacion secreta de mi investigacion sobre la economia de la antigua Grecia. Oh, si, publique todo ese rollo griego, a modo de venganza.
Guardo silencio un momento y volvio la vista hacia la ventana.
– Supongo que deberia contarte sin mas lo que descubri en la escapada a Estambul no volver a pensar en ello. A fin y al cabo, has heredado uno de esos bonitos libros. -Apoyo la mano con semblante grave sobre los dos volumenes-. Si no te lo digo yo mismo, lo mas probable es que sigas mis pasos, tal vez con algun riesgo anadido.
– Esbozo una sonrisa algo sombria-. Podria ahorrarte un monton de problemas.
No consegui expulsar la risita seca de mi garganta. ?Que demonios queria decir? Se me ocurrio que tal vez habia subestimado cierto peculiar sentido del humor de mi mentor. Tal vez se trataba de una broma pesada muy elaborada: guardaba dos versiones del libro amenazador en su biblioteca y habia introducido una subrepticiamente en mi cubiculo, convencido de que iria a verle, y yo, como un idiota, le habia seguido la corriente. No obstante, le vi muy palido a la luz de la lampara de su escritorio, sin afeitar al final del dia, con la mirada apagada y los ojos hundidos en las cuencas. Me incline hacia delante.
– ?Que estas intentando decirme?
– Dracula… -Hizo una pausa-. Dracula, Vlad Tepes, aun vive.
– Santo Dios -dijo mi padre de repente, y consulto su reloj-. ?Por que no me has avisado? Son casi las siete.
Introduje las manos dentro de mi chaqueta azul marino.
– No me he dado cuenta -dije-, pero no interrumpas la historia, por favor. No te pares ahi.
Por un momento, el rostro de mi padre se me habia antojado irreal. Jamas habia
considerado la posibilidad de que estuviera… No sabia como decirlo. ?Mentalmente desequilibrado? ?Habia perdido la cordura unos minutos, mientras contaba su historia?
– Es tarde para un relato tan largo.
Mi padre alzo su taza de te y la volvio a bajar. Observe que sus manos temblaban.
– Sigue, por favor -suplique.
No me hizo caso.
– De todos modos, no se si te he asustado o solo te he aburrido. Supongo que habrias preferido un buen cuento de dragones.
– Habia un dragon -dije. Yo tambien deseaba creer que se habia inventado la historia-. Dos dragones. ?Me contaras algo mas manana, al menos?
Mi padre se masajeo lo brazos, como para calentarse, y adverti que, de momento, estaba firmemente decidido a no decir nada mas. Su cara se veia sombria, reservada.
– Vamos a cenar algo, pero antes dejaremos nuestro equipaje en el Hotel Turist.
– De acuerdo -dije.
– En cualquier caso, si no nos vamos, nos echaran de un momento a otro.
Vi a la camarera de pelo rubio apoyada en la barra. Daba la impresion de que le importaba un comino que nos fueramos o nos quedaramos. Mi padre saco la cartera, aliso algunos de aquellos grandes billetes descoloridos, siempre con un minero o un agricultor sonriendo heroicamente en el dorso, y los dejo en la bandeja de peltre. Sorteamos sillas y mesas de hierro forjado y salimos por la puerta vaporosa.
La noche habia caido, una noche de la Europa del Este, fria, neblinosa, humeda, y la calle estaba casi desierta.
– Ponte el sombrero -dijo mi padre, como siempre. Antes de salir bajo los platanos empapados por la lluvia se detuvo de repente, me contuvo tras su mano extendida, un gesto protector, como si un coche hubiera pasado a toda velocidad. Pero no habia ningun coche, y la calle goteaba silenciosa y tosca bajo las luces amarillas de las farolas. Mi padre miro a derecha e izquierda. No me parecio ver a nadie, aunque la capucha me impedia ver bien. Se quedo escuchando, con la cara vuelta, el cuerpo inmovil.
Despues dejo escapar el aliento y continuamos andando, hablando de lo que ibamos a pedir para cenar en el Turist cuando llegaramos.
No se hablo mas de Dracula en el curso de aquel viaje. Pronto aprendi la pauta de los temores de mi padre: solo podia contarme su historia en breves andanadas, no para producir un efecto dramatico, sino para proteger algo… ?Su firmeza? ?Su cordura?
3
De vuelta a nuestra casa de Amsterdam, mi padre se mostraba anormalmente ocupado y silencioso, y yo esperaba inquieta que apareciera alguna oportunidad de preguntarle por el profesor Rossi. La senora Clay cenaba con nosotros todas las noches en el comedor de paneles oscuros, y aunque nos servia del aparador y era como un miembro mas de la familia, yo intuia que mi padre no queria seguir contandome su historia delante de ella. Si iba a buscarle a la biblioteca, se apresuraba a preguntarme como me habia ido el dia, o pedia ver mis deberes Investigue en secreto los estantes de su biblioteca, poco despues de regresar de Emona, pero los libros y papeles ya habian desaparecido de su sitio. Si era la noche libre de la senora Clay, sugeria que fueramos al cine, o me llevaba a tomar cafe y pastas al ruidoso local que habia al otro lado del canal. Habria llegado a pensar que me evitaba, de no ser porque a veces, cuando me sentaba a leer a su lado, en busca del momento apropiado para hacerle preguntas, me acariciaba el pelo con una tristeza abstraida en su rostro. En aquellos momentos era yo quien no podia decidirse a sacar a colacion la historia.
Cuando mi padre fue al sur de nuevo, me llevo con el. Solo tenia una reunion, y de cariz informal, de modo que el largo viaje casi no merecia la pena, pero queria que viera el paisaje. Esta vez fuimos en tren mucho mas lejos de Emona, y despues tomamos un autobus hasta nuestro destino. A mi padre le gustaban los transportes publicos, siempre que podia utilizarlos. Ahora, cuando viajo, suelo pensar en el y cambio el coche de alquiler por el metro.
– Ya veras que Ragusa no es un lugar para ir en coche -dijo, mientras nos aferrabamos a la barra metalica que habia tras el asiento del conductor-. Si te sientas en los asientos de mas adelante, nunca te marearas.
Aprete la barra hasta que los nudillos se me pusieron blancos.
Daba la impresion de que volabamos entre las altas columnas de roca gris palido que hacian las veces de montanas en esta nueva region.
– ?Santo Dios! -exclamo mi padre despues de un horrible salto al doblar una curva cerrada. Los demas pasajeros parecian de lo mas tranquilos. Al otro lado del pasillo, una anciana vestida de negro hacia ganchillo, la