demas, no plasmaba ningun lago con isla, aunque si un rio que atravesaba la zona, el cual se ensanchaba hacia la mitad. Yo habia traducido todo cuanto rodeaba los bordes, con la ayuda de un profesor de lenguas arabe y otomana de la Universidad de Estambul: proverbios cripticos sobre la naturaleza del mal, muchos del Coran. En algunos puntos del mapa, escondidos entre montanas toscamente dibujadas, habia palabras escritas que, a primera vista, parecian nombres de lugares en un dialecto eslavo, pero traducidas como acertijos, tal vez lugares reales en codigo: el Valle de los Ocho Robles, la Aldea de los Cerdos Robados, etcetera. Nombres campesinos extranos que no significaban nada para mi.
Bien, en el centro del mapa, sobre el punto de la Tumba Impia, estuviera donde estuviera situada, habia el dibujo tosco de un dragon, que llevaba un castillo a modo de corona. El dragon no se parecia en nada al de mis, nuestros, libros antiguos, pero supuse que habia llegado a los turcos con la leyenda de Dracula. Debajo del dragon alguien habia escrito con tinta palabras diminutas, que al principio juzgue arabes, como los proverbios anotados en los bordes del mapa. Cuando las examine con una lupa, comprendi de repente que estaban en griego, y las traduje en voz alta antes de pensar en la cortesia, aunque la sala de la biblioteca estaba vacia, de no ser por mi y un aburrido bibliotecario que entraba y salia de vez en cuando, por lo visto para asegurarse de que yo no robaba nada. En aquel momento yo estaba solo por completo. Las letras infinitesimales bailaron bajo mis ojos cuando las pronuncie en voz alta: 'En este lugar, el se aloja en la maldad. Lector, desentierrale con una palabra'.
En aquel momento, oi que una puerta se abria con estrepito en el vestibulo de abajo. Pasos pesados ascendieron la escalera. No obstante, yo todavia estaba abstraido con una idea: la lupa acababa de revelarme que este mapa, al contrario que los dos primeros, mas generales, habia sido anotado por tres personas diferentes, y en tres idiomas diferentes. La caligrafia, asi como los idiomas, eran distintos. Como los colores de las antiquisimas tintas. Entonces tuve una repentina vision; ya sabes, esa intuicion en la que un estudioso casi puede confiar cuando le respaldan semanas de trabajo minucioso.
Tenia la impresion de que, al principio, el mapa habia consistido en este dibujo central y las montanas que lo rodeaban, con la exhortacion en griego en el centro. Probablemente, solo mas tarde se habian anadido los nombres en el dialecto eslavo, para identificar los lugares a que hacia referencia, al menos codificados. Despues, habia caido en manos otomanas, que lo habian rodeado de material procedente del Coran, dando asi la impresion de albergar o encarcelar el ominoso mensaje del centro, o de rodearlo de talismanes contra la oscuridad. Si eso era cierto, ?quien, conocedor del griego, habia sido el primero en anotar el mapa, y tal vez en dibujarlo? Sabia que los estudiosos bizantinos utilizaban el griego en los tiempos de Dracula, pero casi ningun erudito del mundo otomano lo empleaba.»Antes de que pudiera redactar ni una sola nota sobre esta teoria, que podia implicar analisis mas alla de mis posibilidades, la puerta situada al otro lado de las estanterias se abrio y entro un hombre alto y corpulento, que avanzo a grandes zancadas y se planto ante la mesa donde yo estaba trabajando. Tenia el aire de un intruso consciente de serlo, lo cual me convencio de que no se trataba de ningun bibliotecario. Por el mismo motivo, pense que debia ponerme en pie, pero el orgullo me lo impidio. Podria haber parecido una actitud deferente, cuando la interrupcion habia sido inesperada y bastante grosera.»Nos miramos a la cara, y yo me quede mas sorprendido que nunca. El hombre estaba completamente fuera de lugar en aquel entorno esoterico, apuesto y elegante al estilo turco o eslavo del sur, con un poblado mostacho y ropas oscuras hechas a medida, como un ejecutivo occidental. Sus ojos se encontraron con los mios de manera beligerante, y sus largas pestanas se me antojaron desagradables en aquel rostro severo. Tenia la piel cetrina, aunque inmaculada, y los labios muy rojos.
– Senor -dijo en voz baja y hostil, casi un grunido en ingles con acento turco-, creo que no tiene el permiso pertinente para lo que esta haciendo.-?Para que?
Me enfureci al instante.
– Para este trabajo de investigacion. Esta trabajando con material que el Gobierno turco considera perteneciente a archivos privados de nuestro pais. ?Puedo ver sus papeles, por favor?
– ?Quien es usted? -pregunte con identica frialdad-. ?Puedo ver los suyos?
»Extrajo un billetero del bolsillo interior de la chaqueta, lo abrio sobre la mesa con gesto energico delante de mi y volvio a cerrarlo. Solo tuve tiempo de ver una tarjeta marfilena con un monton de titulos en arabe y turco. La mano del hombre era de un repelente tono ceruleo y tenia largas unas, con vello oscuro en el dorso.
– Ministerio de Cultura -dijo con frialdad-. Tengo entendido que carece de un acuerdo de intercambio con el Gobierno turco para examinar esos materiales. ?Es eso cierto?
– Por supuesto que no.
Le mostre una carta de la Biblioteca Nacional, la cual me autorizaba a investigar en cualquiera de sus dependencias de Estambul.
– No es suficiente -replico el hombre, y tiro sobre la mesa mis papeles- Lo mejor sera que me acompane.
– ?Adonde?
Me levante, pues me sentia mas seguro de pie, y confie en que no lo tomara como un gesto de obediencia.
– A la policia si es necesario.
– Esto es indignante. -Habia aprendido que, en caso de duda burocratica, era
conveniente alzar la voz-. Estoy preparando un doctorado por la Universidad de Oxford, y soy ciudadano del Reino Unido. Me presente en la universidad el dia que llegue y recibi
esta carta como prueba de mi situacion. No permitire que la policia me interrogue…, ni tampoco usted.
– Entiendo.
Sonrio de una forma que me provoco un nudo en el estomago. Habia leido algo sobre las carceles turcas y sus ocasionales presos occidentales, y mi situacion se me antojo precaria, aunque no entendia en que clase de problema podia haberme metido. Confiaba en que alguno de los aburridos bibliotecarios me oiria y vendria a silenciarnos. Entonces comprendi que ellos habrian sido los responsables de admitir a este personaje, con su tarjeta intimidatoria, en mi presencia. Tal vez si que era alguien importante. Se inclino hacia delante.
– Dejeme ver lo que esta haciendo aqui. Apartese, por favor.
Obedeci a reganadientes y el hombre se inclino sobre mi mesa, cerro de golpe mis diccionarios para leer la cubierta, siempre con aquella sonrisa inquietante. Era una presencia enorme al otro lado de la mesa, y percibi que olia de una forma rara, como una colonia usada sin demasiado exito para disimular algo desagradable. Por fin, cogio el mapa en el que yo habia estado trabajando, con manos de pronto delicadas, y lo sostuvo casi con ternura. Dio la impresion de que no necesitaba examinarlo mucho rato para saber lo que era, aunque yo pense que se estaba echando un farol.
– Esto es su material de archivo, ?verdad?
– Si -dije irritado.
– Se trata de una posesion muy valiosa del Estado turco. No creo que usted lo necesite para propositos relacionados con paises extranjeros. Y este pedazo de papel, este pequeno mapa, ?lo ha traido desde su universidad inglesa hasta Estambul?
Pense en contestar que tambien tenia otros asuntos, para despistarle, pero comprendi que eso podria prolongar el interrogatorio.
– Si, por decirlo asi.
– ?Por decirlo asi? -pregunto, mas apaciguado-. Bien, creo que lo vamos a confiscar temporalmente. Que deshonra para un investigador extranjero.
Me hervia la sangre, tan cerca estaba de la solucion, y agradeci el hecho de no haberme traido mis copias de los antiguos mapas de los Carpatos, que queria empezar a comparar con este mapa al dia siguiente. Estaban escondidos en mi maleta, en la habitacion del hotel.
– No tiene el menor derecho a confiscar material que me han autorizado a estudiar -dije con los dientes apretados-. Denunciare este caso de inmediato a la biblioteca de la universidad, y a la embajada britanica. De todos modos, ?por que se opone a que estudie estos documentos? Son fragmentos oscuros de historia medieval. Estoy seguro de que no tienen nada que ver con los intereses del Gobierno turco.
El burocrata miraba a lo lejos, como si las agujas de Santa Sofia presentaran un interesante angulo nuevo que nunca hubiera tenido ocasion de ver.
– Es por su bien -dijo en tono desapasionado-. Seria mucho mejor dejar que otro trabajara en eso. En otro momento.
Se quedo inmovil, con la cabeza vuelta hacia la ventana, casi como si quisiera que siguiera su mirada.