Experimente la sensacion infantil de que no debia hacerlo, porque podia ser una anagaza, de modo que le mire a el, a la espera. Y entonces vi, como si el desconocido hubiera deseado que la luz aceitosa del dia cayera sobre el, su cuello. A un lado, en la carne mas profunda de una garganta musculosa, habia dos marcas de pinchazos con restos de costras de color parduzco, no recientes pero no totalmente curados, como si dos espinas gemelas le hubieran atravesado, o bien hubieran sido ocasionados por la punta de un cuchillo afilado.

Me aleje de la mesa, y pense que habia perdido la razon por culpa de mis morbosas lecturas, que me habia desequilibrado. Pero la luz del dia era muy normal, el hombre del traje oscuro parecia muy real, incluso con el olor debido a falta de higiene y sudor, y algo mas debajo de su colonia. Nada desaparecio o cambio. No podia apartar mis ojos de aquellas dos pequenas heridas. Al cabo de unos segundos se volvio, como satisfecho de lo que habia visto (o yo habia visto), y sonrio de nuevo.

– Por su bien, profesor.

Le vi salir de la sala con el mapa enrollado en la mano, falto de palabras, y escuche sus pasos que se alejaban escaleras abajo. Pocos minutos despues aparecio un anciano bibliotecario de espeso cabello gris, cargado con dos infolios antiguos, que empezo a guardar en un estante cercano al suelo.

– Perdone -le dije, casi sin voz-. Perdone, pero ha sido indignante. -Me miro

perplejo-. ?Quien era ese hombre? El burocrata.

– ?El burocrata?

El bibliotecario repitio mi palabra, vacilante.

– Deben facilitarme enseguida un escrito oficial sobre mi derecho a trabajar en este archivo.

– Pero usted tiene todo el derecho a trabajar aqui -dijo el anciano en tono tranquilizador-. Yo mismo le registre.

– Lo se, lo se. Alcancele y obliguele a devolverme el mapa.

– ?A quien he de alcanzar?

– Al hombre del ministerio de… El hombre que acaba de subir. ?No le dejo entrar usted?

El bibliotecario me miro con curiosidad.

– ?Alguien acaba de entrar? No ha venido nadie desde hace tres horas. Estoy en la entrada. Por desgracia, poca gente viene a investigar.

– El hombre… -dije, y enmudeci. Me vi de repente como un extranjero demente y gesticulante-. Se llevo mi mapa. Me refiero al mapa del archivo.

– ?Que mapa, Herr profesor?

– Estaba trabajando con un mapa. Esta manana firme cuando me lo entregaron, en recepcion.

– ?No sera ese mapa?

El hombre indico mi mesa. En el centro habia un mapa de carreteras de los Balcanes que no habia visto en mi vida. No estaba alli cinco minutos antes, de eso estaba seguro. El bibliotecario estaba guardando su segundo infolio.

– Da igual.

Recogi mis libros con la mayor celeridad posible y me fui de la biblioteca. No vi ni rastro del burocrata en la bulliciosa calle llena de trafico, aunque varios hombres de su corpulencia y estatura, vestidos con trajes similares, me adelantaron portando maletines.

Cuando llegue a la habitacion donde me hospedaba, descubri que habian trasladado mis pertenencias, debido a problemas practicos relacionados con la habitacion. Mis primeros bocetos de los mapas antiguos, asi como las notas que no habia necesitado llevarme, habian desaparecido. Habian vuelto a hacer mi equipaje a la perfeccion. Los empleados del hotel dijeron que no sabian nada al respecto. Estuve despierto toda la noche, escuchando los ruidos del exterior. A la manana siguiente recogi mi ropa sucia y mis diccionarios, y tome el barco de vuelta a Grecia.

El profesor Rossi enlazo las manos de nuevo y me miro, como si esperara con paciencia senales de incredulidad. Pero me encontre de repente conmocionado por la credulidad, no por la duda.

– ?Volviste a Grecia?

– Si, y pase el resto del verano haciendo caso omiso de mis recuerdos de la aventura vivida en Estambul, si bien no pude hacer caso omiso de sus implicaciones.

– ?Te marchaste porque estabas… asustado?

– Aterrorizado.

– Pero ?mas adelante llevaste a cabo toda esa investigacion, o se la encargaste a otro, sobre tu extrano libro?

– Si, en especial los analisis quimicos en el Smithsonian. Pero como no revelaron datos determinantes, y debido a otras influencias, deje correr el asunto y guarde el libro en su estante. Alli, de hecho -Indico el punto exacto-. Es curioso. Pienso en esos acontecimientos de vez en cuando, y en ocasiones creo recordarlos con mucha claridad, y en otras solo fragmentos. Supongo que la familiaridad erosiona incluso los recuerdos mas espantosos. Y en determinados periodos, que a veces se prolongan anos, no quiero pensaren eso de ninguna manera.

– Pero ?de verdad crees… que ese hombre de las heridas en el cuello…?

– ?Que habrias pensado si hubiera aparecido ante ti, sabiendo que estabas cuerdo?

Se apoyo contra la estanteria, y por un momento hablo en tono vehemente.

Tome un ultimo sorbo de cafe frio. Era muy amargo, los posos.

– ?Nunca intentaste averiguar que significaba ese mapa, o de donde procedia?

– Nunca -Hizo una pausa-. No. Estoy seguro de que es una de las pocas labores de investigacion que nunca terminare. No obstante, sostengo la teoria de que esta siniestra senda de erudicion, como tantas otras menos aterradoras, es algo en lo que una persona va haciendo pequenos progresos, y luego viene otra, y cada una va contribuyendo un poco a lo largo de su vida. Tal vez tres personas de ese tipo, hace siglos, hicieron eso al dibujar esos mapas y anadir las anotaciones, si bien admito que todos esos dichos talismanicos del Coran no aclaran a nadie el paradero de la verdadera tumba de Vlad Tepes. Aparte de que todo podrian ser tonterias, claro esta. Bien pudo ser enterrado en su monasterio de la isla, como indica la tradicion rumana, y permanecido alli como un alma bondadosa…, cosa que no era.

– Pero tu no te lo crees.

Rossi vacilo de nuevo.

– El conocimiento ha de continuar. Para bien o para mal, pero de manera inevitable, en todos los campos.

– ?Fuiste en persona a Snagov alguna vez?

Nego con la cabeza.

– No. Abandone la investigacion.

Deje sobre la mesa mi taza helada y escudrine su cara.

– Pero conservas cierta informacion -especule poco a poco.

– Busco entre los libros del ultimo estante y bajo un sobre marron cerrado.

– Por supuesto. ?Quien destruye una investigacion por completo? Copie de memoria lo que pude de aquellos tres mapas y salve mis demas notas, las que llevaba encima aquel dia en el archivo.

Dejo el paquete sin abrir sobre la mesa, entre nosotros, y lo toco con una ternura que no me parecio acorde con el horror que sentia por su contenido. Tal vez fue ese contrasentido, o el avance de la noche primaveral, lo que me puso aun mas nervioso.

– ?No crees que eso podria ser una especie de legado peligroso?

– Pido a Dios que pudiera contestar «no», pero quiza solo sea peligroso en un sentido psiquico. La vida es mejor, mas sana, cuando no meditamos de manera innecesaria en horrores. Como ya sabes, la historia de la humanidad esta plagada de maldades, y tal vez deberiamos pensar en ellas con lagrimas, no con fascinacion. Han pasado tantos anos, que ya no estoy seguro de mis recuerdos de Estambul, y nunca he querido volver. Ademas, tengo la sensacion de que me lleve todo cuanto me bastaba saber.

– ?Para continuar adelante?

– Si.

– Pero aun no sabes quien pudo inventar un mapa que mostrara el emplazamiento de su tumba, ?verdad?

– No.

Extendi la mano hacia el sobre marron.

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