final he ordenado que abrieran la puerta.
– ?Estaba dentro?
Intente no jadear en busca de aliento.
– No.
Me precipite hacia la puerta de Rossi, pero el policia me retuvo por el brazo.
– No tan deprisa -dijo-. ?Dices que estuviste aqui hace dos noches?
– Si.
– ?Cuando le viste por ultima vez?
– A eso de las ocho y media.
– ?Viste a alguien mas por aqui?
Pense.
– Si, a dos estudiantes del departamento. Bertrand y Elias, me parece. Salieron al mismo tiempo que yo.
– Bien. Comprueba eso -dijo el policia a uno de los hombres-. ?Notaste algo raro en el comportamiento del profesor Rossi?
?Que podia decir? Si, la verdad. Me dijo que los vampiros eran reales, que el conde Dracula camina entre nosotros, que tal vez yo habia heredado una maldicion por culpa de sus investigaciones, y entonces me parecio que un gigante ocultaba la luz de su lampara…
– No -conteste-. Nos reunimos para hablar de mi tesis y estuvimos charlando hasta las ocho y media.
– ?Os fuisteis juntos?
– No. Yo fui el primero en irme, el me acompano hasta el vestibulo, y despues volvio a entrar en su despacho.
– ?Viste algo o a alguien sospechoso en las cercanias del edificio cuando te fuiste? ?Oiste algo?
Vacile algo. -No, nada. Bien, hubo un breve apagon en la calle. Las farolas se apagaron.
– Si, ya nos han informado. Pero ?no viste ni oiste nada anormal?
– No.
– Hasta el momento, eres la ultima persona que vio al profesor Rossi -insistio el policia-. Piensa bien. Cuando estuviste con el, ?dijo o hizo algo raro? ?Hablo de depresion, suicidio, cosas por el estilo? ?Hablo de marcharse, de hacer un viaje?
– No, nada por el estilo -dije con sinceridad. El policia me miro con suspicacia.
– Necesito tu nombre y direccion. -Lo anoto todo y se volvio hacia el jefe del
departamento-. ?Puede dar garantias de este joven?
– Es quien dice que es, desde luego.
– De acuerdo -me dijo el policia-. Quiero que entres conmigo y me digas si ves algo extrano. Sobre todo, algo diferente de hace dos noches. No toques nada. La verdad es que la mayoria de estos casos resultan bastante predecibles, urgencias familiares o colapsos nerviosos no demasiado graves. Es probable que reaparezca dentro de uno o dos dias. Lo he visto muchas veces. Pero habiendo sangre en el escritorio no queremos arriesgarnos.
?Sangre en el escritorio? Senti que mis piernas flaqueaban, pero me obligue a caminar poco a poco detras del policia. La habitacion tenia el mismo aspecto que las docenas de veces anteriores que la habia visto a la luz del dia: pulcra, agradable, los muebles dispuestos en plan acogedor, libros y papeles formando pilas exactas sobre las mesas y el escritorio. Me acerque mas. En el escritorio, sobre el papel secante de Rossi, habia una mancha oscura. El policia apoyo una mano firme sobre mi hombro.
– La perdida de sangre no fue suficiente para causar la muerte -dijo-. Tal vez una hemorragia nasal, o de algun otro tipo. ?Viste si le sangraba la nariz al profesor Rossi cuando estuviste con el? ?Te parecio enfermo aquella noche?
– No -conteste-. Nunca le vi… sangrar, y nunca me hablaba de su salud.
Comprendi de pronto, con apabullante claridad, que habia hablado de nuestras
conversaciones en pasado, como si hubieran terminado para siempre. Senti un nudo de emocion en la garganta cuando pense en Rossi despidiendome risueno en la puerta. ?Se habria hecho un corte de alguna manera, quizas a proposito, en un momento de inestabilidad, para luego salir corriendo de la habitacion y cerrarla con llave? Trate de imaginarle desvariando en un parque, quiza muerto de frio y hambriento, o subiendo a un autobus hacia un destino elegido al azar. Nada de eso encajaba. Rossi era una estructura solida, el hombre mas frio y cuerdo que habia conocido.
– Mira con mucho detenimiento.
El policia solto mi hombro. Me estaba mirando fijamente, e intui que el jefe del
departamento y los demas estaban acechando detras de la puerta. Se me ocurrio que, hasta que se demostrara lo contrario, yo seria uno de los sospechosos en caso de que hubieran asesinado a Rossi. Pero Bertrand y Elias responderian por mi, como yo por ellos. Mire todo cuanto contenia la habitacion. Fue un ejercicio frustrante. Todo era real, normal, solido, y Rossi habia desaparecido por completo de aquel entorno.
– No -dije por fin-. No veo nada diferente.
– De acuerdo. -El policia me hizo volver hacia las ventanas- Mira hacia arriba. Muy por encima del escritorio, en el techo de yeso blanco, una mancha oscura de unos doce centimetros de largo parecia avanzar de costado, como si apuntara hacia algo en el exterior.
– Eso tambien parece sangre. No te preocupes. Puede que sea del profesor Rossi, o no. El techo es demasiado alto para que una persona lo alcance con facilidad, aunque sea con un taburete. Lo analizaremos todo. Ahora, piensa. ?Rossi comento algo aquella noche acerca de que hubiera entrado un pajaro? ?Oiste algun ruido cuando te marchaste, como si algo quisiera entrar? ?Te acuerdas de si estaba abierta la ventana?
– No -dije-. El profesor no hablo de nada parecido. Ademas, las ventanas estaban cerradas, estoy seguro.
No podia apartar los ojos de la mancha. Experimentaba la sensacion de que, si me fijaba bien, tal vez leyera algo en su horrible forma jeroglifica.
– Hemos tenido aves en este edificio alguna vez -colaboro el jefe del departamento a nuestra espalda-. Palomas. De vez en cuando, se cuelan por las claraboyas.
– Esa es una posibilidad -dijo el policia-. Aunque no hemos encontrado deyecciones, es una posibilidad.
– O murcielagos -siguio el jefe del departamento-. Podrian ser murcielagos. Es muy probable que haya todo tipo de cosas vivas en este edificio.
– Bien, esa es otra posibilidad, sobre todo si Rossi intento ahuyentar algo con una escoba o un paraguas y se hizo dano -sugirio un profesor desde el umbral de la puerta.
– ?Alguna vez viste algo parecido a un murcielago o un pajaro aqui? -me volvio a preguntar el policia.
Me costo unos segundos formar la sencilla palabra y expulsarla de mis labios resecos.
– No -dije, pero apenas me entere de la pregunta. Mis ojos se habian fijado por fin en el extremo interior de la mancha oscura, y en lo que parecia desprenderse de ella. En el ultimo estante de la libreria de Rossi, en su fila de «fracasos», faltaba un libro. Una estrecha hendidura negra se abria entre los lomos, en el punto en que el profesor habia devuelto el misterioso libro dos noches antes.
Mis colegas salieron conmigo de la habitacion, me daban palmaditas en la espalda y decian que no me preocupara. Debia estar blanco como el papel, Me volvi hacia el policia, que estaba cerrando con llave la puerta a nuestras espaldas.
– ?Existe alguna probabilidad de que el profesor Rossi este en algun hospital, si se corto o alguien le hirio?
El agente meneo la cabeza.
– Nos hemos puesto en contacto con los hospitales y de momento no hay ni rastro de el.
?Por que? ?Crees que pudo hacerse dano? Dijiste que no parecia deprimido ni albergaba ideas suicidas.
– Desde luego que no.
Respire hondo y me serene. El techo parecia demasiado alto para que un corte en la muneca lo pudiera haber manchado. Un triste consuelo.
– Bien, vamonos todos.
Se volvio hacia el jefe del departamento y se alejaron para conversar en voz baja. La gente parada alrededor de la puerta del despacho empezo a dispersarse, y yo me adelante a ellos.
Necesitaba antes que nada un lugar tranquilo donde sentarme. Los ultimos rayos del sol de la tarde