manteles de punto y frascos de extracto de lavanda. Desde alli pudimos ver la tipica iglesia de piedra, invadida de golondrinas, en lo alto del pueblo, y el campanario flotando en una enorme sombra de montanas, un largo pico de oscuridad que cayo sobre las calles de este lado del pueblo cuando el sol se puso.
Cenamos con apetito un gazpacho, y luego chuletas de buey, en el restaurante situado en el primer piso de un hotel del siglo XIX. El jefe de comedor del restaurante apoyo un pie contra la barra de laton del bar, contigua a nuestra mesa, y pregunto cortesmente por nuestros viajes. Era un hombre sencillo, vestido impecablemente de negro, de cara estrecha y tez olivacea. Hablaba en un frances entrecortado con un acento desconocido para mi, que apenas entendi. Mi padre tradujo.
– Ah, por supuesto… Nuestro monasterio -empezo el jefe de comedor, en respuesta a la pregunta de mi padre-. ?Sabe que Saint-Matthieu atrae a ocho mil visitantes cada verano?
Si, en serio. Todos son muy amables, silenciosos, montones de catolicos extranjeros que suben a pie, autenticos peregrinos. Se hacen la cama por la manana, y apenas nos damos cuenta de que entran y salen. Mucha otra gente viene por les bains, claro. Tomaran las aguas, ?no?
Mi padre contesto que debiamos volver al norte de nuevo despues de dormir dos noches aqui, y que pensabamos pasar todo el dia siguiente en el monasterio.
– Circulan muchas leyendas en este lugar, algunas notables, todas ciertas -dijo el jefe de comedor sonriente, lo cual consiguio que su cara estrecha pareciera hermosa de repente-.
?La jovencita me entiende? Quiza le interesaria conocerlas.
– Je comprends, merci -dije cortesmente.
– Bon. Les contare una. ?Les importa? Coman su chuleta, por favor. Cuanto mas caliente mejor.
En aquel momento, la puerta del restaurante se abrio y una pareja de ancianos sonrientes, que solo podian ser huespedes del hotel, entraron y eligieron una mesa. Bon soir, buenas tardes», dijo nuestro jefe de comedor de una tacada. Dirigi una mirada interrogadora a mi padre y este rio.
– Aqui hay mucha mezcla -dijo el jefe de comedor, quien tambien rio-. Somos la salade, todos de diferentes culturas. Mi abuelo hablaba muy bien el espanol, un espanol perfecto, y combatio en la guerra civil espanola cuando ya era mayor. Aqui amamos todos nuestros idiomas.
Bien, les contare una historia. Estoy orgulloso de decirles que me llaman el historiador de nuestro pueblo. Coman. Nuestro monasterio fue fundado en el ano 1000, eso ya lo saben. En realidad, en el ano 999, porque los monjes que eligieron este lugar se estaban preparando para el Apocalipsis inminente, ya saben, el del milenio. Subieron a estas montanas en busca de un lugar para su iglesia. Entonces uno de ellos tuvo una vision mientras dormia, y vio que san Mateo bajaba del cielo y depositaba una rosa blanca en el pico que tenian encima. Al dia siguiente ascendieron y consagraron la montana con sus oraciones. Muy bonito, les encantara. Pero esa no es la gran leyenda, sino tan solo la fundacion de la abadia.
Bien, cuando el monasterio y su pequena iglesia cumplieron un siglo, uno de los monjes mas piadosos, que ensenaba a los mas jovenes, murio de manera misteriosa a una edad no muy avanzada. Se llamaba Miguel de Cuxa. Le lloraron mucho y fue enterrado en su cripta.
Esa es la cripta que nos ha hecho famosos, porque es el edificio romanico mas antiguo de Europa. ?Si! - Tamborileo sobre la barra con dedos largos y robustos-?Si! Algunas personas dicen que ese honor corresponde a Saint-Pierre, en las afueras de Perpinan, pero solo mienten para atraer turistas.
Fuera como fuera, este gran erudito fue enterrado en la cripta, y poco despues una maldicion se abatio sobre el monasterio. Varios monjes murieron a causa de una extrana plaga. Los fueron encontrando muertos, uno tras otro, en el claustro. El claustro es muy bonito, les encantara. Es el mas hermoso de Europa. Bien, los monjes muertos fueron encontrados blancos como fantasmas, como si no tuvieran sangre en las venas. Todo el mundo sospecho que habian sido envenenados.
»Por fin, un monje joven, el favorito del que habia fallecido, bajo a la cripta y exhumo a su maestro en contra de la voluntad del abad, que estaba muy asustado. Y encontraron al maestro vivo, pero tampoco estaba vivo en realidad, ya saben a que me refiero. Un muerto viviente. Se levantaba por las noches para tomar las vidas de sus hermanos. Con el fin de enviar el alma del pobre hombre al lugar adecuado, trajeron agua bendita de un altar de las montanas y se hicieron con una estaca muy afilada.
Dibujo una forma exagerada en el aire, para que yo comprendiera lo afilado que era el objeto. Habia estado concentrada en el y en su extrano frances, asimilando su relato con un gran esfuerzo mental. Mi padre habia dejado de traducirme, y en aquel momento su tenedor golpeo el plato. Cuando alce la vista, vi de repente que estaba tan blanco como el mantel, y miraba fijamente a nuestro nuevo amigo.
– ?Podriamos…? -Carraspeo y se seco la boca con la servilleta una o dos veces-.
?Podriamos tomar cafe?
– Pero aun no han tomado la salade. -Nuestro anfitrion parecia disgustado-. Es excepcional. Ademas, esta noche tenemos poires belle-Helene, y un queso excelente, y un gateau para la jovencita.
– Desde luego, desde luego -se apresuro a decir mi padre-. Tomaremos todo eso, si.
Cuando salimos a la polvorienta plaza situada mas abajo, retumbaba musica por unos altavoces. Se estaba celebrando alguna fiesta local, con diez o doce ninos disfrazados de algo que me recordo a Carmen. Las ninas pataleaban sin moverse del sitio, agitando sus volantes de tafetan amarillo desde las caderas a los tobillos, y sus cabezas oscilaban con gracia bajo mantillas de encaje. Los ninos pateaban el suelo y se arrodillaban, o bien daban vueltas alrededor de las ninas con aire desdenoso; iban vestidos con una chaquetilla negra y pantalones ajustados, y se tocaban con un sombrero de terciopelo. La musica se encrespaba de vez en cuando, acompanada por ruidos similares al chasquido de un latigo, y aumento de volumen a medida que nos ibamos acercando. Algunos turistas estaban mirando a los bailarines, y una fila de padres y abuelos se habian acomodado en sillas plegables junto a la fuente vacia, y aplaudian siempre que la musica o los pataleos de los ninos alcanzaban un crescendo.
Nos quedamos unos minutos, y despues nos desviamos por la calle que subia hasta la iglesia. Mi padre no dijo nada sobre el sol, que estaba desapareciendo a marchas forzadas, pero yo note que la repentina muerte del dia marcaba el ritmo de nuestro paso, y no me sorprendi cuando toda la luz de la campina se desvanecio. El contorno de los Pirineos negroazulados se recortaba en el horizonte mientras ascendiamos. Despues se fundieron con el cielo negroazulado. La vista desde la iglesia era enorme, no vertiginosa como las vistas que brindaban aquellos pueblos italianos con las que todavia sonaba, sino inmensa: llanuras y colinas que se resolvian en estribaciones que se alzaban hasta convertirse en picos oscuros que ocultaban fragmentos enteros del mundo lejano. Bajo nuestros pies, las luces del pueblo empezaron a encenderse, la gente paseaba por las calles o por los callejones, hablaba y reia, y un olor que recordaba al de los claveles nos llego desde los estrechos jardines amurallados. Las golondrinas entraban y salian del campanario de la iglesia, y evolucionaban como si estuvieran trazando algo invisible con filamentos de aire.
Observe que una giraba como borracha entre el resto, ingravida y torpe en lugar de veloz, y cai en la cuenta de que era un murcielagos, apenas visible contra la luz moribunda.
Mi padre suspiro y apoyo los pies sobre un bloque de piedra. ?Un poste para atar caballos, algo para subirse a un burro? Se lo pregunto en voz alta en mi honor. Fuera lo que fuera, habia contemplado siglos de esta panoramica, incontables anocheceres similares, el cambio relativamente reciente de la luz de las velas a las luces electricas de los cafes y las calles amuralladas. Mi padre parecia relajado de nuevo, apoyado alli despues de una opipara cena y un paseo al aire libre, pero tuve la impresion de que estaba relajado a proposito. No me habia atrevido a preguntarle sobre su extrana reaccion a la historia que nos habia contado el jefe de comedor, pero me habia dado la sensacion de que mi padre conocia historias mucho mas terrorificas que la que habia empezado a contarme. No tenia que pedirle que continuara nuestra historia. Era como si, de momento, la prefiriera a algo peor.
8
13 de diciembre de 1930
Trinity College, Oxford
Mi querido y desventurado sucesor: