Hoy me consuela en parte el hecho de que esta fecha esta dedicada, en el calendario eclesiastico, a Lucia, santa de la luz, una sagrada presencia traida hasta aqui por comerciantes vikingos desde el sur de Italia. ?Que podria ofrecer mejor proteccion contra las fuerzas de las tinieblas (internas, externas, eternas) que la luz y el calor, cuando uno se acerca al dia mas breve y frio del ano? Y aqui sigo todavia, despues de otra noche de insomnio. ?Estarias menos perplejo si te dijera que ahora duermo con una guirnalda de ajos debajo de la almohada, o que siempre llevo un pequeno crucifijo de oro colgado de una cadena alrededor de mi cuello ateo? No es cierto, por supuesto, pero dejare que imagines esas formas de proteccion, si quieres. Poseen sus equivalentes intelectuales, psicologicos. A estos ultimos, al menos, me aferro dia y noche.

Para continuar la narracion de mi investigacion: si, cambie mis planes de viaje el pasado verano para incluir Estambul, y los cambie debido a la influencia de un pequeno pergamino. Habia examinado toda la documentacion que pude encontrar en Oxford y en Londres susceptible de pertenecer al Drakulya de mi misterioso libro en blanco. Habia recogido un fajo de notas sobre el tema, que tu, desasosegado futuro lector, encontraras con estas cartas. Las he ampliado un poco desde entonces, como averiguaras mas adelante, y espero que te protejan y te guien.

Tenia toda la intencion de abandonar esta absurda investigacion, esta persecucion de un indicio fortuito en un libro descubierto de manera fortuita, la vispera de partir a Grecia.

Sabia muy bien que me lo habia tomado como un desafio lanzado por el destino, en el cual, al fin y al cabo, no creia, y que debia de estar persiguiendo la escurridiza y malvada palabra Drakulya hasta las profundidades de la historia, impelido por una especie de jactancia erudita, para demostrar que era capaz de encontrar las huellas historicas de lo que fuera, cualquier cosa. De hecho, habia caido hasta tal punto en un estado de animo tan disciplinado, aquella ultima tarde, mientras guardaba en el equipaje mis camisas limpias y el sombrero para protegerme del sol, que casi estuve a punto de abandonar por completo todo el asunto.

Pero, como de costumbre cuando viajo, me habia comportado con excesiva diligencia y aun me quedaba un poco de tiempo antes de mi ultimo sueno y el tren de la manana. O bien podia llegarme al Golden Wolf para pedir una pinta de cerveza y ver si mi buen amigo Hedges estaba alli, o (bien a mi pesar, efectue un pequeno desvio) podia pasarme una ultima vez por la seccion de libros raros, que estaba abierta hasta las nueve. Habia un archivo que queria examinar (si bien dudaba de que fuera esclarecedor), una entrada debajo de «otomano» que debia pertenecer al periodo exacto de la vida de Vlad Dracula, puesto que los documentos listados eran de mediados/finales del siglo XV.

Claro que, razone, no podia recorrer Europa y Asia de cabo a rabo en busca de toda la documentacion de esa epoca. Tardaria anos (la vida entera), y pensaba que no podria sacar ni un articulo de esa maldita empresa condenada al fracaso. Pero desvie mis pies del alegre pub (una equivocacion que ha significado la desgracia para mas de un pobre erudito) y me encamine a Libros Raros.

El archivador, que encontre sin dificultad, contenia cuatro o cinco rollos de pergamino alisados de manufactura otomana, todos parte de un regalo hecho a la universidad en el siglo XVIII. Cada rollo estaba escrito con caligrafia arabe. En la parte delantera del archivador, una descripcion en ingles me aseguro que no se trataba de la cueva del tesoro, por lo que a mi concernia (me remiti de inmediato al ingles porque mi arabe es deprimentemente rudimentario, y temo que asi seguira. Uno solo tiene tiempo para aprender un punado de los grandes idiomas, a menos que lo abandone todo a favor de la linguistica). Tres de los rollos de pergamino eran inventarios de impuestos recaudados en los pueblos de Anatolia por el sultan Mehmet II. El ultimo recogia la lista de los impuestos recaudados en las ciudades de Sarajevo y Skopje, un poco mas cerca de casa, si «casa» significaba para mi de momento la residencia de Dracula en Valaquia, pero todavia una parte lejana de su imperio en aquel tiempo. Los recogi con un suspiro y pense en la breve pero satisfactoria visita que todavia podia hacer al Golden Wolf. Cuando estaba a punto de devolver los pergaminos al clasificador de carton, unas lineas de escritura en la parte posterior del ultimo atrajeron mi atencion.

Se trataba de una breve lista, un apunte improvisado, un antiguo garabato en el reverso de la documentacion oficial de Sarajevo y Skopje destinada al sultan. Lo lei con curiosidad.

Daba la impresion de ser una lista de gastos. Los objetos adquiridos habian sido anotados en la parte izquierda, y el coste, en una moneda que no se especificaba, en la derecha.

«Cinco leones de montana jovenes para su Gloria el sultan, 45 -lei con interes-. Dos cinturones de oro con piedras preciosas para el sultan, 290. Doscientas pieles de oveja para el sultan, 89.» Y la partida final, que erizo el vello de mi brazo cuando alce de nuevo el pergamino: «Mapas y documentos militares de la Orden del Dragon, 12».

?Como logre abarcar todo esto de una sola mirada, cuando mis conocimientos del arabe son tan escasos, como ya he confesado?, te preguntaras. Mi sagaz lector, te estas manteniendo despierto en mi honor, siguiendo mis elucubraciones con atencion, y te bendigo por ello.

Este garabato, esta minuta medieval, estaba escrita en latin. Debajo, una fecha medio borrada grabo la lista a fuego en mi cerebro: 1490.

Recorde que en 1490 la Orden del Dragon estaba destruida, aplastada por el poder otomano. Hacia catorce anos que Vlad Dracula estaba muerto y enterrado, segun la leyenda, en el monasterio del lago Snagov. Los mapas, documentos y secretos de la Orden, todo aquello a lo que se refiriera la escurridiza frase, habia sido comprado a un precio barato, baratisimo, comparado con los cinturones incrustados de joyas y el cargamento de apestosa lana de oveja. Tal vez el comerciante lo habia incluido en el lote en el ultimo momento a modo de curiosidad, una demostracion de que la burocracia de los conquistadores sabia halagar y divertir a un sultan erudito, cuyo padre y cuyo abuelo habian expresado a reganadientes su admiracion por la barbara Orden del Dragon, que los habia acosado en los limites del imperio. ?Era mi comerciante un viajero balcanico, que sabia escribir en latin, hablar algun dialecto eslavo o latino? Sin duda era culto, puesto que sabia escribir, tal vez un mercader judio capaz de expresarse en tres o cuatro idiomas. Fuera quien fuera, bendije sus cenizas por anotar aquellos gastos. Si habia enviado la caravana de despojos sin incidentes, y si esta habia llegado sana y salva al sultan, y si, aunque se me antojaba improbable, habia sobrevivido en la camara del tesoro del sultan, repleta de joyas, cobre batido, cristal bizantino, reliquias de iglesias barbaras, obras de poesia persas, libros sobre la Cabala, atlas, cartas astronomicas…

Fui al mostrador de recepcion, donde el bibliotecario estaba examinando un cajon. -Perdone -dije-, ?tiene una lista de archivos historicos por paises? Archivos de…

Turquia, por ejemplo.

– Se lo que esta buscando, senor. Existe dicha lista, para universidades y museos, aunque no esta ni mucho menos completa. No la tenemos aqui. Se la ensenaria en el mostrador de recepcion central. Abren manana a las nueve.

Mi tren a Londres, recorde, no salia hasta las 10.14. Solo tardaria unos diez minutos en examinar las posibilidades. Y si el nombre del sultan Mehmet II, o los nombres de sus sucesores inmediatos, aparecian entre cualquiera de las posibilidades…, bien, tampoco tenia tantas ganas de ver Rodas.

Tuyo con profundo dolor, Bartholomew Rossi

Experimente la impresion de que el tiempo se habia detenido en la sala de la biblioteca, pese a la actividad que me rodeaba. Solo habia leido una carta entera, pero habia al menos cuatro mas en la pila que tenia delante. Alce la vista y observe que una profundidad azul se habia abierto tras las ventanas superiores: el crepusculo. Tendria que volver a casa solo, pense como un nino asustado. Una vez mas, senti la necesidad de correr al despacho de Rossi y llamar a la puerta. Seguramente le encontraria sentado, pasando paginas de un manuscrito a la luz amarillenta de su lampara de escritorio. Yo estaba perplejo, como suele suceder tras la muerte de un amigo, por lo irreal de la situacion, la imposibilidad que desafiaba a la mente. De hecho, estaba tan perplejo como asustado, y mi perplejidad aumentaba mi miedo porque, en ese estado, no era capaz de reconocer mi forma habitual de ser.

Mientras reflexionaba, mire las pulcras montanas de papeles que descansaban sobre mi mesa. Al tener el material esparciado, habia ocupado una gran cantidad de superficie de la mesa. Como consecuencia, nadie habia intentado sentarse delante de mi ni ocupar ninguna de las otras sillas de la mesa. Me estaba preguntando si deberia recogerlo todo y marcharme a casa, para continuar alli mas tarde, cuando una joven se acerco y tomo asiento al extremo de la mesa. Pasee la vista a mi alrededor y vi que las mesas estaban todas ocupadas,

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