nosotros al final de una sola vida.
Pero para continuar: en mi viaje de Inglaterra a Grecia, experimente una de las travesias mas placenteras de mi vida. El director del museo de Creta me estaba esperando en el muelle para darme la bienvenida, y mas adelante, aquel mismo verano, me invito a regresar para asistir a la apertura de una tumba minoica. Ademas, dos estadounidenses versados en la antigua Grecia, a quienes deseaba conocer desde hacia anos, se alojaban en mi pension.
Me animaron a interesarme por un puesto docente que acababa de quedar libre en su universidad, perfecto para alguien de mis conocimientos, y colmaron mi trabajo de cumplidos. Tenia facil acceso a todas las colecciones que queria ver, incluidas algunas privadas. Por las tardes, cuando los museos cerraban y la ciudad hacia la siesta, yo me sentaba en mi encantador balcon emparrado y repasaba mis notas, y de paso encontraba ideas para varios otros trabajos, que mas adelante desarrollaria. En estas idilicas circunstancias, sopese la posibilidad de abandonar por completo lo que ahora se me antojaba un capricho morboso, la persecucion de esa palabra tan peculiar, Drakulya. Habia traido el libro conmigo, pues no deseaba apartarme de el, aunque hacia una semana que no lo abria. En conjunto, me sentia libre de su hechizo. Pero algo (la pasion del historiador por la rigurosidad, o tal vez el puro placer de la caza) me impelia a cenirme a mis planes e ir a Estambul unos cuantos dias.
Y ahora debo contarte mi singular aventura en un archivo de dicha ciudad. Quiza sea el primero de los diversos acontecimientos que describire que despertaran tu incredulidad. Te suplico que leas hasta el final.
Obedeciendo a este ruego, lei cada palabra -dijo mi padre-. Esa carta me hablo una vez mas de la escalofriante experiencia de Rossi entre los documentos de la coleccion del sultan Mehmet II: encontrar un mapa anotado en tres idiomas que, al parecer, indicaba el paradero de la tumba de Vlad el Empalador, mapa robado por un siniestro burocrata, y las dos diminutas heridas ampolladas en el cuello del burocrata.
Al referir esta historia, su estilo literario perdio algo de la concision y control que habia observado en las anteriores dos cartas, se hizo mas inconsistente y apresurado, plagado de pequenos errores, como si hubiera mecanografiado la carta presa de una gran agitacion. Y pese a mi inquietud (porque era de noche, habia regresado a mi apartamento y estaba leyendo solo, con la puerta cerrada con llave y las cortinas supersticiosamente corridas), repare en el lenguaje que utilizaba para describir estos acontecimientos. Se cenia a lo que me habia contado tan solo dos noches antes. Era como si la historia se hubiera grabado hasta tal punto en su mente, casi un cuarto de siglo antes, que solo necesitara leerla en voz alta a un nuevo oyente.
Quedaban tres cartas, y empece la siguiente con ansiedad.
15 de diciembre de 1930
Trinity College, Oxford
Mi querido y desventurado sucesor:
Desde el momento en que aquel desagradable funcionario me arrebato el mapa, mi suerte empezo a fallar. Al regresar a mis aposentos, descubri que la casera habia trasladado mis pertenencias a una habitacion mas pequena y sucia porque, en la mia, se habia desprendido una esquina de techo. De paso, algunos de mis papeles habian desaparecido, asi como un par de gemelos de oro que tenia en gran aprecio.
Sentado en mi nueva y estrecha habitacion, intente al punto resucitar mis notas sobre la historia de Vlad Dracula, asi como los mapas que habia visto en los archivos, de memoria.
Despues volvi a toda prisa Grecia, donde trate de reanudar mis estudios sobre Creta, pues ahora tenia tiempo extra a mi disposicion.
El viaje en barco a Creta fue horrendo, dado que el mar estaba muy revuelto. Un viento caliente y enloquecedor, como el infame mistral frances, soplaba sin cesar sobre la isla. Mis anteriores habitaciones estaban ocupadas, y solo pude encontrar los mas lamentables aposentos, oscuros y humedos. Mis colegas de Estados Unidos se habian ido. El amable director del museo habia caido enfermo y nadie parecia recordar que me habia invitado a la apertura de una tumba. Intente seguir escribiendo sobre Creta, pero repasaba en vano mis notas en busca de inspiracion. Mis nervios no conseguian calmarse, debido a las primitivas supersticiones que encontraba incluso entre gente de ciudad, supersticiones en que no habia reparado durante mis viajes anteriores, aunque en Grecia estaban tan extendidas que tendria que haberme topado con ellas antes. En la tradicion griega, como en muchas otras, el origen del vampiro, el vrykolakas, es cualquier cadaver que no ha sido bien enterrado, o que tarda en descomponerse, por no hablar de alguien que ha sido enterrado vivo por accidente. Los viejos de las tabernas de Creta parecian mucho mas inclinados a contarme sus mil y una historias de vampiros que a explicarme donde podria encontrar otros fragmentos de ceramica como aquel, o que antiguos barcos naufragados habian saqueado sus abuelos. Una noche deje que un desconocido me invitara a una ronda de una especialidad local llamada, curiosamente, amnesia, con el resultado de que estuve enfermo todo el dia siguiente.
De hecho, nada me fue bien hasta que llegue a Inglaterra, cosa que hice bajo una terrible tormenta que me provoco el mareo mas espantoso de mi vida.
Hago constar estas circunstancias por si arrojan alguna luz sobre otros aspectos de mi caso.
Al menos, te explicaran mi estado de animo cuando llegue a Oxford: estaba agotado, desalentado, aterrado. Me vi en el espejo palido y delgado. Cuando me cortaba afeitandome, cosa que sucedia con frecuencia debido a la torpeza fruto de los nervios, me encogia, al recordar aquellas heridas a medio cicatrizar en el cuello del burocrata turco, y dudaba cada vez mas de la precision de mis recuerdos. A veces me asaltaba la sensacion, que me atormentaba casi hasta extremos de locura, de que habia dejado algo por hacer, alguna intencion cuya forma era incapaz de reconstruir. Me sentia solo y nostalgico. En una palabra, mis nervios se hallaban en un estado desconocido para mi hasta entonces.
Por supuesto, intente continuar mi existencia como de costumbre sin decir nada de estos asuntos a nadie y preparando el siguiente trimestre con mi habitual dedicacion. Escribi a los expertos norteamericanos en la Antiguedad clasica que habia conocido en Grecia, y confese que estaria interesado en ocupar un empleo en Estados Unidos, aunque fuera por un breve periodo de tiempo, si ellos me ayudaban a conseguir uno. Estaba a punto de sacarme el titulo, sentia cada vez mas la necesidad de empezar de nuevo, y pensaba que el cambio me sentaria bien. Asimismo, termine dos articulos breves sobre la complementacion de las pruebas arqueologicas y literarias en el estudio de la produccion de ceramica en Creta. No sin esfuerzo, utilice mi autodisciplina nata para perseverar cada dia, y cada dia me sentia mas calmado.
Durante el primer mes despues de mi regreso, intente no solo borrar todo recuerdo de mi desagradable viaje, sino tambien renovar mi interes por el extrano librito que guardaba en mi equipaje, o en la investigacion que habia precipitado. Sin embargo, al reafirmarse mi confianza y volver a aumentar mi curiosidad (de una manera perversa), cogi el volumen una noche y reordene mis notas de Inglaterra y Estambul. La consecuencia (y a partir de ese momento lo considere una consecuencia) fue inmediata, terrorifica y tragica.
Debo detenerme aqui, valiente lector. No puedo decidirme a escribir mas, de momento. Te ruego que no desistas de tu lectura, sino que prosigas, tal como yo intentare manana.
Tuyo con profundo dolor, Bartholomew Rossi
10
De adulta, he reconocido con frecuencia ese legado tan peculiar que el tiempo otorga al viajero: el anhelo de ver un lugar por segunda vez, de encontrar de manera deliberada aquello con lo que nos topamos en alguna ocasion anterior, para volver a capturar la sensacion del descubrimiento. A veces, buscamos de nuevo un lugar que ni siquiera esnotable en si mismo. Lo buscamos porque lo recordamos, asi de sencillo. Si lo encontramos, todo es diferente, por supuesto. La puerta tallada a mano sigue en su sitio,pero es mucho mas pequena. Hace un dia nublado en lugar de glorioso. Es primavera en vez de otono. Estamos solos y no con tres amigos. O todavia peor, estamos con tres amigos en lugar de solos.
El viajero muy joven conoce poco este fenomeno, pero antes de experimentarlo yo lo vi en mi padre, en Saint-Matthieu-des-Pyrenees-Orientales. Presenti, antes que saberlo a ciencia cierta, el misterio de la repeticion, pues ya sabia que habia estado en aquel lugar anos antes.