– ?Necesitare un rosario para seguir con esto, o algun amuleto?

– Estoy seguro de que llevas contigo tu bondad, tu sentido moral, como quieras llamarlo.

De todos modos, me gusta pensar que la mayoria somos capaces de eso. No iria por ahi con ajos en los bolsillos, de ninguna manera.

– Pero si con un potente antidoto mental.

– Si. Lo he intentado. -Su rostro estaba triste, casi sombrio-. Tal vez me he equivocado al no utilizar esas antiguas supersticiones, pero supongo que soy un racionalista, y a eso me atengo.

Cerre mis dedos sobre el paquete.

– Toma tu libro. Es interesante, y deseo que seas capaz de identificar su origen. -Me tendio mi volumen encuadernado en vitela, y pense que la tristeza de su cara desmentia la frivolidad de sus palabras-. Vuelve dentro de dos semanas, y retornaremos al comercio en Utrecht.

Supongo que parpadee. Hasta mi tesis me sono irreal.

– Si, claro.

Rossi se llevo las tazas de cafe y yo cerre el maletin con dedos agarrotados.

– Una ultima cosa -dijo con seriedad cuando me volvi hacia el.

– ?Si?

– No volveremos a hablar de esto.

– ?No quieres saber como me va?

Me quede espantado, solo.

– Podria decirse asi. No quiero saber. A menos que te halles en apuros, por supuesto.

Estrecho mi mano con el afecto habitual. Su cara expresaba un dolor nuevo para mi, y despues tuve la impresion de que forzaba una sonrisa.

– De acuerdo -dije.

– Dentro de dos semanas -repitio casi con jubilo cuando yo salia-. Traeme un capitulo terminado, o lo que sea.

Mi padre callo. Ante mi verguenza estupefacta, vi lagrimas en sus ojos. Aquella muestra de emocion habria interrumpido mis preguntas aunque no hubiera hablado.

– Ya ves, escribir una tesis es lo mas espeluznante -dijo en tono jovial-. En cualquier caso, no tendriamos que habernos metido en esto. Es una vieja historia muy retorcida, y es evidente que todo salio bien, porque aqui estoy, ya no soy un profesor fantasmal, y aqui estas tu. -Parpadeo. Se estaba recuperando-. Final feliz, como suele pasar.

– Pero quizas hay muchos acontecimientos en medio -logre articular.

El sol se filtraba a traves de mi piel, pero sin llegar a los huesos, que percibian la brisa fria procedente del mar. Nos estiramos y miramos la ciudad que se extendia bajo nuestros pies.

El ultimo grupo de turistas habia pasado delante de nosotros y se habia detenido en una glorieta lejana, senalando las islas o posando para la camara de algun companero. Mire a mi padre, pero estaba contemplando el mar. Detras de los demas turistas, y muy delante de nosotros, habia un hombre en el que no me habia fijado antes, que se alejaba lenta pero inexorablemente, alto y de hombros anchos, vestido con un traje de lana oscura. Habiamos visto otros hombres altos vestidos de oscuro en la ciudad, pero por alguna razon no pude dejar de mirar a este ultimo.

5

Como me sentia tan limitada por mi padre, decidi explorar un poco yo sola, y un dia, al salir del colegio, fui a la biblioteca de la universidad. Mi holandes era razonablemente bueno, llevaba anos estudiando frances y aleman, y la universidad albergaba una inmensa coleccion de libros en ingles. Los bibliotecarios fueron corteses, y solo necesite un par de timidas peticiones para encontrar el material que estaba buscando: el texto de los folletos de Nuremberg sobre Dracula de los que mi padre habia hablado. La biblioteca no estaba en posesion de ningun folleto original. Eran muy raros, me explico un anciano bibliotecario, pero encontro el texto en un compendio de documentos medievales alemanes, traducidos al ingles.

– ?Son esos los que necesitas, querida? -pregunto con una sonrisa. Tenia uno de esos rostros muy blancos y palidos que se ven a veces entre los holandeses, una mirada azul y directa, y un cabello que daba la impresion de hacerse mas claro en lugar de encanecer. Los padres de mi padre habian muerto en Boston cuando yo era pequena, y pense que me habria gustado un abuelo de este tipo-. Me llamo Johan Binnerts -anadio-. Puedes llamarme siempre que necesites ayuda.

Le dije que eso era exactamente lo que necesitaba, danku, y palmeo mi hombro antes de alejarse en silencio. Relei la primera seccion de mi cuaderno de notas en la sala vacia:

En el ano de Nuestro Senor de 1456, Drakula hizo muchas cosas curiosas y terribles.

Cuando fue nombrado senor de Valaquia, mando quemar a todos los jovenes que habian ido a su pais para aprender el idioma, cuatrocientos de ellos. Ordeno empalar a una familia numerosa y enterrar desnudos hasta el ombligo a muchos de sus subditos, para luego asaetearlos. Algunos fueron asados y desollados.

Habia una nota al pie de la primera pagina. El tipo de letra era tan fino que casi no la vi.

Cuando mire con mas detenimiento, me di cuenta de que era un comentario sobre la palabra «empalado». Afirmaba que Vlad Tepes habia aprendido esta forma de tortura de los otomanos. El empalamiento del tipo que practicaba implicaba la penetracion del cuerpo con una estaca de madera puntiaguda, por lo general a traves del ano o los genitales hacia arriba, de manera que a veces la estaca salia por la boca y a veces por la cabeza.

Por un momento intente no ver aquellas palabras. Despues trate de olvidarlas durante varios minutos, con el libro cerrado.

Lo que mas me atormento aquel dia, cuando cerre el cuaderno de notas y me puse el abrigo para ir a casa, no fue la imagen siniestra de Dracula o la descripcion del empalamiento, sino el hecho de que estas cosas habian ocurrido de verdad, por lo visto. Si prestaba la suficiente atencion, pense, escucharia los chillidos de los muchachos, de la «familia numerosa» que murio junta. Pese a toda la atencion que habia dedicado a mi educacion en historia, mi padre no me habia contado esto: los momentos terribles de la historia eran reales. Ahora comprendo, muchos anos mas tarde, que no podia decirmelo. Solo la propia historia puede convencerte de una verdad de este tipo. Y en cuanto has visto esa verdad, cuando la has visto realmente ya no puedes apartar la vista.

Cuando llegue a casa aquella noche, sentia una especie de energia diabolica, y plante cara a mi padre. Estaba leyendo en su biblioteca, mientras la senora Clay se las entendia con los platos de la cena en la cocina. Entre en la biblioteca, cerre la puerta a mi espalda, y me pare frente a su butaca. Sostenia uno de sus queridos volumenes de Henry James, una clara senal de tension. No hable hasta que alzo la vista.

– Hola -dijo, y coloco el punto de libro con una sonrisa-. ?Deberes de algebra?

Sus ojos ya estaban ansiosos.

– Quiero que termines la historia -dije.

Guardo silencio y tamborileo con los dedos sobre el brazo de la butaca.

– ?Por que no me quieres contar mas cosas? -Era la primera vez que me veia como una amenaza para el. Miro el libro que acababa de cerrar. Experimente la sensacion de estar siendo cruel con el de una manera que no podia comprender, pero ya habia empezado mi faena de modo que debia terminar-. No quieres que sepa algunos detalles.

Me miro por fin. Su rostro era triste e inescrutable, con la frente arrugada a la luz de la lampara.

– No, no quiero.

– Se mas de lo que crees -dije, aunque se me antojo una punalada infantil. No habria querido decirle lo que sabia, en caso de que me lo hubiera preguntado.

Enlazo las manos bajo la barbilla.

– Lo se -dijo al fin-. Y como sabes algo, te lo tendre que contar todo.

Le mire sorprendida.

– Pues hazlo -dije con determinacion.

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