Al cabo de unos minutos, volviamos a estar en los divanes, mientras la senora Bora nos

servia cafe y sonreia. Comprobe que era muy hermosa, delicada como un pajaro, una mujer de modales tranquilos, tal vez de unos cuarenta anos. Su ingles era limitado, pero lo hablaba con buen humor, como si su marido tuviera la costumbre de arrastrar hasta su casa a visitantes angloparlantes. Su vestido era sencillo y elegante, y sus gestos exquisitos.

Imagine a los ninos de la guarderia donde trabajaba arremolinados a su alrededor. Debian llegarle a la barbilla, pense. Me pregunte si Turgut y ella tendrian hijos. No habia fotografias de ninos en la sala, ni pruebas de su existencia, y no quise preguntar.

– ?Mi marido les ha dado un buen paseo por la ciudad? -estaba preguntando la senora Bora a Helen.

– Si, lo ha hecho -contesto Helen-. Temo que hoy le hemos robado mucho tiempo.

– No, soy yo quien les ha robado tiempo. -Turgut bebia su cafe con evidente placer-.

Pero aun nos queda mucho trabajo por hacer. Querida -se volvio hacia su mujer-, vamos a buscar a un profesor desaparecido, de modo que estare ocupado unos cuantos dias.

– ?Un profesor desaparecido? -La senora Bora le sonrio con calma-. Muy bien, pero antes hemos de cenar. Espero que les apetezca cenar, ?no?

Se volvio hacia nosotros.

Pensar en mas comida era imposible, y procure no mirar a Helen. Ella, sin embargo, dio la impresion de considerar normal la situacion.

– Gracias, senora Bora. Es usted muy amable, pero deberiamos regresar a nuestra pension porque tenemos una cita a las cinco.

?De veras? Me dejo perplejo, pero le segui la corriente.

– Exacto. Otros norteamericanos van a venir para tomar una copa, pero esperamos verles a ustedes cuanto antes.

Turgut asintio.

– Voy a buscar de inmediato en mi biblioteca cualquier cosa que pueda ayudarnos. Hemos de pensar en la posibilidad de que la tumba de Dracula este en Estambul. Tal vez estos planos sean de alguna zona de la ciudad. Tengo algunos libros antiguos sobre la ciudad y amigos que poseen buenas colecciones sobre Estambul. Buscare esta noche.

– Dracula. -La senora Bora meneo la cabeza-. Me gusta mas Shakespeare que Dracula.

Un interes mas saludable. Ademas -nos dirigio una mirada traviesa-, Shakespeare paga nuestras facturas.

Nos despidieron con gran ceremonia, y Turgut nos obligo a prometer que nos encontrariamos con el en el vestibulo de nuestra pension a las nueve de la manana

siguiente. Traeria nueva informacion si podia y volveriamos al archivo para ver si se habia producido alguna novedad. En el interin, advirtio, debiamos proceder con gran cautela, espiando cualquier senal de que nos siguieran u otros peligros. Turgut quiso acompanarnos hasta nuestro alojamiento, pero le aseguramos que tomariamos el trasbordador sin necesidad de su ayuda. Salia dentro de veinte minutos, dijo. Los Bora nos acompanaron hasta la puerta principal del edificio y nos dijeron adios cogidos de la mano. Mire hacia atras una o dos veces mientras nos alejabamos por el tunel que formaban en la calle higueras y alamos.

– Creo que es un matrimonio feliz -comente a Helen, y me arrepenti de inmediato, porque emitio su caracteristica risita burlona.

– Vamos, yanqui -dijo-. Hemos de ocuparnos de nuevos asuntos.

En circunstancias normales, aquel epiteto me habria hecho sonreir, pero esa vez algo me impulso a volverme y mirarla con un profundo escalofrio. Otra idea habia germinado durante esa extrana visita, y yo la habia reprimido hasta el ultimo momento. Cuando me volvi hacia Helen y ella sostuvo mi mirada, me quede asombrado por el parecido entre sus pronunciadas pero bellas facciones y aquella imagen, luminosa y atrayente, oculta tras la cortina de Turgut.

33

Cuando el expreso de Perpinan hubo desaparecido por completo mas alla de los arboles plateados y los tejados del pueblo, Barley se puso en accion.

– Bien, el va en el tren y nosotros no.

– Si -dije-, y sabe exactamente donde estamos.

– No por mucho tiempo. -Se acerco a la taquilla de los billetes, donde un anciano parecia estar durmiendo de pie, aunque pronto se recupero, con aspecto mortificado-. El siguiente tren a Perpinan no sale hasta manana por la manana -informo-. Ademas, no hay servicio de autobuses a una ciudad importante hasta manana por la tarde. Solo dan alojamiento en una granja que se halla a medio kilometro del pueblo. Podemos dormir alli y volver andando para coger el tren de la manana.

Podia enfadarme o ponerme a llorar.

– Barley, no puedo esperar hasta manana por la manana para tomar un tren a Perpinan.

Perderemos demasiado tiempo.

– Bien, pues no hay nada mas -repuso el irritado-. He preguntado por taxis, coches, tractores, carritos tirados por burro, autostop… ?Que mas quieres que haga?

Atravesamos el pueblo en silencio. La tarde ya estaba avanzada, un dia caluroso y

sonoliento, y todas las personas que veiamos en puertas o jardines parecian semiatontadas, como victimas de un encantamiento. La granja, cuando llegamos, tenia fuera un letrero pintado a mano, y una mesa donde vendian huevos, queso y vino. La mujer que salio, secandose las manos en el proverbial delantal, no parecio sorprendida de vernos. Cuando Barley me presento como su hermana, sonrio con afabilidad y no hizo preguntas, aunque no llevabamos equipaje. Barley pregunto si tenia sitio para dos personas, y ella contesto «Oui, out», aspirando las vocales, como si estuviera hablando para si. El corral era de tierra apelmazada, con pocas flores, algunas gallinas y una fila de cubos de plastico bajo el alero, con los establos y la casa de piedra acurrucados a su alrededor de una forma amigable y caprichosa. Podiamos cenar en el jardin que habia detras de la casa, explico la mujer, y nuestra habitacion daba a este, pues estaba en la parte mas antigua del edificio.

Seguimos a nuestra anfitriona en silencio a traves de la cocina de vigas bajas, hasta entrar en una pequena ala donde la ayudante de la cocinera tal vez habria dormido en otra epoca.

El dormitorio contaba con dos camas individuales en paredes opuestas (lo cual me

tranquilizo), asi como un gran armario de madera. El cuarto de bano de al lado tenia un retrete pintado y un lavabo. Todo estaba inmaculado, las cortinas almidonadas, el antiguo bordado colgado en una pared banado por el sol. Entre en el cuarto de bano y me moje la cara con agua fria, mientras Barley pagaba a la mujer.

Cuando sali, me sugirio que dieramos un paseo. Antes de una hora no estaria la cena preparada. Al principio no quise abandonar los brazos protectores de la granja, pero el sendero estaba fresco bajo los arboles y paseamos junto a las ruinas de lo que debia haber sido una casa muy bonita. Barley salto sobre la valla y yo le segui. Las piedras se habian desmoronado, componiendo un plano de los muros originales, y la torre que aun quedaba en pie dotaba al lugar de un aspecto de grandeza preterita. Habia un poco de heno en un pajar semiabierto al aire libre, como si aun utilizaran el edificio como almacen. Una viga de buen tamano habia caido entre los pesebres de los establos.

Barley se sento en las ruinas y me miro.

– Bien, ya veo que estas furiosa -dijo en tono provocador-. No te importa que te salve de un peligro inmediato, pero si que estropee tus planes inmediatos.

Su groseria me dejo sin aliento por un instante.

– ?Como te atreves? -dije por fin, y me aleje entre las piedras. Oi que el se levantaba y me seguia.

– ?Te habria gustado quedarte en ese tren? -pregunto con voz algo mas civilizada.

– Pues claro que no. -No volvi la cara-. Pero tu sabes tan bien como yo que mi padre podria estar ya en Saint Matthieu. -Pero Dracula, o quien sea, aun no ha llegado.

– Nos lleva un dia de ventaja -replique, y mire entre los campos. La iglesia del pueblo se elevaba por encima

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